En términos microeconómicos, la empresa se describe como una gran caja negra en la que entran una serie de factores productivos y de la que salen productos y servicios. Esta caja negra (pueden suponer cómo se traduce al inglés, si prefieren utilizar un anglicismo para que suene más interesante) tiene un funcionamiento interno desconocido; un observador externo conoce solo lo que entra y sale. Es uno de los conceptos clásicos en Economía, aunque no hay nada más alejado de la necesidad de la escuela que trasladar los paradigmas del mercado a la educación: de esto estamos sobrados últimamente.
Haciendo un paralelismo en el ámbito educativo, la escuela es, para las familias y para muchos de los supuestos expertos interesados en estos temas, una gran caja negra. Cualquier madre, padre, tutor (siéntanse incluidos todos los que llevan a los cachorros a la puerta del cole) conoce esa sensación: ese acto de confianza que supone depositar a los retoños en la puerta del cole a las 9 y recogerlos a la salida, escudriñando cualquier gesto o comentario que nos pueda permitir conocer qué ha pasado durante esas horas. Es, en realidad, un motivo para conjeturas y alucinaciones varias, tanto que podríamos hablar de caja negra o de cueva de Platón, con sus vasijas y sus sombras: la puerta del cole y los grupos de WhatsApp son, a diario, un gran foro para compartir realidades y suposiciones.
Los y las que somos progenitores y profesores tenemos una doble visión: la del progenitor, para el que la escuela es esa cueva o caja negra; y la visión rayos X, como la de Superman, salvando las distancias, todo sea dicho, no vaya a ser que la liemos antes de empezar. Y esa doble visión nos obliga a desdoblarnos, como Clark Kent, y a disimular, en no pocos momentos, lo que sabemos, para no desvelar a otros progenitores todo lo que siempre quisieron saber sobre la escuela pero nunca se atrevieron -o ni siquiera se les ocurrió- preguntar. ¿Qué observamos con esa visión que traspasa los muros de la caja negra y que nos permite interpretar las sombras que asoman desde la “cueva”?
Un tema que quizá ha pasado desapercibido para alumnado y familias es la involución democrática en el funcionamiento de los centros tras la aprobación de la Lomce en 2013. La escuela tiene un funcionamiento democrático, a través de unos órganos de representación. La democracia representativa permite que existan unos cauces a través de los que los electores depositan su confianza en unos elegidos y son estos elegidos los que tomarán las decisiones que consideren más adecuadas en beneficio de todos. Así es también en la escuela.
Un tema que quizá ha pasado desapercibido para alumnado y familias es la involución democrática en el funcionamiento de los centros tras la aprobación de la Lomce
¿Qué ha pasado en los últimos años en términos de democracia en los centros? Ha quedado relegada a un segundo plano en aras de liderazgos, eficiencias, rendición de cuentas y otros términos más propios del mercado y de organizaciones jerarquizadas que de un entorno educativo. La Lomce recortó al mínimo las funciones de claustros y consejos escolares y las consecuencias las estamos sufriendo en directo: pocas familias y alumnos conocen a sus representantes en los consejos escolares y desconocen, en general, sus competencias y su capacidad para decidir. ¿En qué se ha traducido esto? En la participación directa de las familias y profesores en los centros, situación que podría ser en principio muy interesante pero que no ha dejado de tener consecuencias menos idílicas de lo que podríamos pensar.
Una mamá comentaba hace unos años, tras realizarse cambios en el grupo de su hija (mezclaron alumnos de distintas clases para configurar grupos distintos a los del curso anterior) que nadie le había avisado de que debía haber actuado como lobby, es decir, como elemento de presión ante una decisión administrativa. ¿Ha evolucionado la participación en los centros desde la democracia participativa a la acción e influencia directa de familias, profesores y alumnos en los centros educativos? Sí, estamos en ese camino. Y es un camino competitivo, en el que el que no participa pierde, porque cada uno se representa a sí mismo: el padre/madre que organiza una actividad, ¿tiene la obligación de velar por los intereses de todo el alumnado o solo por el propio? ¿Se le puede exigir algo así a las familias? ¿Se puede utilizar la participación en el centro de hijos e hijas para intereses propios más allá del bien común? Son muchas las cuestiones que se plantean. Lo mismo ocurre con el profesorado. Avanzamos hacia el “¿Qué hay de lo mío?”. Cosas de la pérdida de dinámicas e instituciones verdaderamente democráticas que esperamos se reviertan a través de los cambios que ha traído la LOMLOE.
El funcionamiento de los claustros es similar al de una cooperativa: una persona, un voto. Así ha sido durante décadas. Las sesiones de claustro eran interminables con intervenciones encendidas, propuestas, negociaciones y votaciones que marcaban el ritmo del centro. Aquello desapareció en buena parte con la LOMCE y, desde entonces, los claustros se configuran, en muchos casos, como reuniones de profesorado con equipo directivo con una función meramente informativa. Los centros han pasado de funcionar como organizaciones horizontales a funcionar como organizaciones jerarquizadas bajo el paraguas de un equipo directivo que aglutina el poder y que es el equivalente al Consejo de Administración de una sociedad. El zarpazo a la capacidad de negociación y toma de decisiones consensuadas fue grande con la LOMCE y pasó a ser memoria aquello de hablar, negociar, convencer y votar.
¿Es la LOMLOE una palanca para la vuelta a la democracia representativa en los centros? Lo es, en parte. Como apunta el Preámbulo, “En relación con los órganos colegiados de gobierno y de coordinación docente de los centros públicos, se restablece el equilibrio anterior a la LOMCE en la atribución de competencias entre dirección y Consejo Escolar en el gobierno de los centros, realizándose una nueva asignación de competencias al Consejo Escolar del centro educativo”. Las nuevas competencias del Consejo Escolar son recogidas en el artículo 127 de la LOE, modificada por la LOMLOE:
El Consejo Escolar del centro tendrá las siguientes competencias:
a) Aprobar y evaluar los proyectos y las normas a los que se refiere el capítulo II del título V de la presente Ley.
b) Aprobar y evaluar la programación general anual del centro, sin perjuicio de las competencias del Claustro del profesorado en relación con la planificación y organización docente.
c) Conocer las candidaturas a la dirección y los proyectos de dirección presentados por los candidatos.
d) Participar en la selección del director o directora del centro en los términos que la presente Ley establece. Ser informado del nombramiento y cese de los demás miembros del equipo directivo. En su caso, previo acuerdo de sus miembros, adoptado por mayoría de dos tercios, proponer la revocación del nombramiento del director o directora.
e) Decidir sobre la admisión del alumnado con sujeción a lo establecido en esta Ley y disposiciones que la desarrollen.
f) Impulsar la adopción y seguimiento de medidas educativas que fomenten el reconocimiento y protección de los derechos de la infancia.
g) Proponer medidas e iniciativas que favorezcan los estilos de vida saludable, la convivencia en el centro, la igualdad efectiva de mujeres y hombres, la no discriminación, la prevención del acoso escolar y de la violencia de género y la resolución pacífica de conflictos en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social.
h) Conocer las conductas contrarias a la convivencia y la aplicación de las medidas educativas, de mediación y correctoras velando por que se ajusten a la normativa vigente. Cuando las medidas correctoras adoptadas por el director o directora correspondan a conductas del alumnado que perjudiquen gravemente la convivencia del centro, el Consejo Escolar, a instancia de padres, madres o tutores legales o, en su caso, del alumnado, podrá revisar la decisión adoptada y proponer, en su caso, las medidas oportunas.
i) Promover progresivamente la conservación y renovación de las instalaciones y equipo escolar para la mejora de la calidad y la sostenibilidad y aprobar la obtención de recursos complementarios de acuerdo con lo establecido en el artículo 122.3.
j) Fijar las directrices para la colaboración, con fines educativos y culturales, con las Administraciones locales y con otros centros, entidades y organismos.
k) Analizar y valorar el funcionamiento general del centro, la evolución del rendimiento escolar y los resultados de las evaluaciones internas y externas en las que participe el centro.
l) Elaborar propuestas e informes, a iniciativa propia o a petición de la Administración competente, sobre el funcionamiento del centro y la mejora de la calidad de la gestión, así como sobre aquellos otros aspectos relacionados con la calidad de la misma.
m) Aprobar el proyecto de presupuesto del centro.
n) Cualesquiera otras que le sean atribuidas por la Administración educativa.
Parece que en la “caja oscura” en la que se habían convertido los centros escolares se abre una grieta para que entre la luz. Estudiantes, profesorado y familias recuperamos competencias en consejos escolares y, tras años de parálisis, quizá las familias, profesores y alumnos nos interesemos de nuevo por conocer a nuestros representantes y sus decisiones; lo resaltado en negrita muestra cómo ahora el consejo escolar sí puede aprobar y decidir, verbos que había eliminado la Lomce de ese artículo de la LOE. Y, además de participar, también se puede consultar información. La “caja oscura” ha servido de falso argumento a algunos para realizar afirmaciones sobre lo que ocurre en los centros educativos, proponiendo un intervencionismo externo ajeno al consejo escolar. Las falsas afirmaciones creando problemas y las falsas soluciones surgen de no conocer que los centros públicos tienen mecanismos de transparencia desde 1996: “Una vez aprobada la programación general anual, un ejemplar de la misma quedará en la secretaría del centro a disposición y consulta de los miembros de la comunidad educativa …”, mecanismos ampliados por el derecho de acceso creado con ley de transparencia de 2013. El profesorado, por nuestra parte, ¿seguiremos aún bajo la dinámica oscura que nos trajo la Lomce, asistiendo a las reuniones de los claustros como convidados de piedra?. Es momento de recuperar la capacidad decisoria que siempre tuvimos los profesionales de la educación, articulando la escuela como una institución con un funcionamiento horizontal: la escuela es también un modelo de organización que interiorizan los niños y jóvenes y éste no puede ser otro más que el democrático, más aún en el mundo actual. Quizá sea éste un momento en el que necesitamos que la escuela pase de la verticalidad que nos trajo la LOMCE a funcionar de nuevo como una organización horizontal y democrática, para que el modelo sea conocido, vivido, replicado y perpetuado a otros niveles, cumpliendo la escuela de nuevo la función de formar ciudadanos, más allá de la de instruir y formar trabajadores útiles a un mercado cada vez más imperfecto.