La Selectividad (EvAU, EbAU, PAU…) es la gran prueba final del sistema educativo, la puerta a la universidad para decenas de miles de jóvenes cada año. Ha sufrido algunas reformas a lo largo de los año que, aunque marcadas a veces por lo político han tenido un impacto mayor o menor en los resultados académicos, también, de decenas de miles de personas.
Dos puntos clave
Ha habido momentos estelares de la prueba, pero dos en concreto han empujado el aumento de las notas de los últimos años. Uno, por decisión de Íñigo Méndez de Vigo (PP) en el año 2017 y, el otro, 2020, por la pandemia y el confinamiento, bajo el mandato de Isabel Celaá (PSOE). Esta última sigue todavía funcionando en buena medida.
En 2017, el Ministerio de Educación decidió reducir la capacidad de elección del alumnado, restringiendo la optatividad de la prueba y obligando a examinarse de una asignatura más en función de la modalidad elegida durante el bachillerato: Matemáticas, Matemáticas aplicadas a las Ciencias Sociales, Latín o Fundamentos del Arte. La decisión se tomó en diciembre de aquel año y llegó a los centros ya en enero, a cinco meses de la prueba.
La hipótesis de los investigadores es que esta decisión empujó hacia arriba las notas en los centros educativos, de manera que subieron las medias del bachillerato. Un intento de compensar la presumible bajada de las notas en las pruebas general y específica a la que tendrían que enfrentarse chicas y chicos.
Al mismo tiempo, universidades y comunidades autónomas tomaron la decisión más o menos tácita de que esa materia de modalidad que se había vuelto prueba obligatoria, contase dos veces, como obligatoria y como de modalidad, para intentar reducir el número de bazas peligrosas que tendría que jugar el alumnado.
Tres años después, con la pandemia y el cierre de centros, una nueva inflación llegaría a la selectividad. Por una parte por la rebaja de los criterios para pasar el curso que aumentaron más o menos artificialmente las notas medias del estudiantado. Por otra, por las medidas tomadas en relación a la propia prueba, en la que se vio aumentada enormemente la posibilidad de elección del alumnado.
Como explica Lucía Cobreros, economista y coautora del informe de EsadeECPol, se introdujo la posibilidad (variable según la materia) de eliminar parte del contenido de la asignatura de la que uno se examinaba. Una decisión que, por ejemplo, entre pruebas de Matemáticas que implicasen geometría y otras álgebra, el alumnado podría decidir no examinarse de nada de lo relacionado con una de las dos partes. Una medida que todavía hoy se mantiene y que los investigadores creen que la decisión tuvo sentido en 2020 e incluso en el curso siguiente para que quienes estaban en 1º de Bachillerato tuvieran las mismas oportunidades que sus compañeros el años anterior. Pero hoy por hoy, ya no.
Algunas cifras para el análisis
En los diferentes gráficos puede observarse la variación de las notas de acceso y admisión al grado desde 2015 hasta 2021. Se percibe cómo han ido aumentando ambas. La primera se calcula con la media del bachillerato más la fase de prueba general que se realiza obligatoriamente en la Selectividad. La segunda tiene en cuenta también la fase específica, es decir, voluntaria, que realiza, eso sí, el 92 % del alumnado que se presenta a la EvAU.
Como puede verse en el último gráfico, la nota de admisión ha crecido sustancialmente más que la de acceso, lo que sugiere que la fase específica (voluntaria) está jugando un papel importante en la nota final.
Cambios necesarios
El grupo de investigación cree que la prueba ha de ser modificada de nuevo. No se plantean en absoluto la posibilidad de eliminación de la Selectividad puesto que es un punto interesante en relación a la objetividad con la que se accede a las universidades, aseguran. Es una prueba objetiva y más o menos uniforme, comenta Cobreros.
En cualquier caso, desde EsadeECPol abogan por esos cambios que devolviesen una credibilidad que entienden que se ha debilitado con el paso de los años y esta inflación de las notas.
Para Manuel F. Navas, profesor de la Universidad de Málaga que ha colaborado en la realización de la Selectividad, sí podría prescindirse de la selectividad y contar con la nota media de Bachillerato como único requisito para acceder a las universidades públicas. Eso sí, en el caso de ser alumnado de la educación pública, puesto que sí se plantea que quienes hayan estudiado en la privada y privada concertada tuvieran que pasar por un examen de certificación de conocimientos.
En cualquier caso, ¿cuáles serían los cambios principales por los que abogan desde EsadeECPol? Empezar por la eliminación de las medidas de 2020 para evitar que el alumnado tuviera tantas opciones de elección dentro de una misma materia.
También ven necesario revertir las medidas de 2017 para evitar una prueba obligatoria sobre una materia de modalidad de bachillerato mientras ha de aumentarse la opcionalidad que suprimió en su momento el Ministerio. El informe asegura que «una alta opcionalidad está asociada a un mayor valor predictivo del examen sobre el éxito futuro en los estudios universitarios».
Frente a lo que proponen docentes como Navas, el documento aboga por disminuir el peso que tiene la media del bachillerato en la nota final. Hoy por hoy es del 60 %. El resto queda en manos de la Selectividad. El informe señala la posibilidad de bajar hasta el 50 o el 40 % ese peso de la nota media de la etapa. Eso sí, habría que aumentar la opcionalidad al mismo tiempo y asegurarse de la objetividad de la prueba.
Además, abogan por la monitorización de los efectos en las notas para evitar en la medida de lo posible que este cambio pudiera afectar a determinados colectivos. Lo que muestran los datos recopilados (sobre los cuales ya había evidencia, como comenta el informe) es que el examen perjudica a las chicas frente a los chicos, y a los grupos sociales desfavorecidos o migrantes, frente al resto de alumnos. Habría que evitar que esto ocurriera monitorizando resultados de unos y otros para realizar los ajustes necesarios.
Uno de los puntos que suele traer cola con la Selectividad son las diferencias posibles entre las comunidades autónomas. Aunque el grupo investigador, explica Cobreros, no aboga por la prueba única para todo el Estado, sí defienden la posibilidad de que haya algunas partes comunes a todos los territorios, mientras se mantienen otras diferentes. Junto a esto, defienden «un sistema de corrección más fiable».
Manuel F. Navas explica que los exámenes de Selectividad, al menos los que se hacen en Andalucía, se preparan, según las materias, por una comisión formada por docentes de la universidad y otros salidos de los institutos de secundaria. Por cada materia preparan entre 6 y 7 pruebas con sus correspondientes criterios de corrección. Más tarde, se realiza un sorteo entre todos ellos y el examen «ganador» es que realizarán todas y todos los estudiantes de la Comunidad Autónoma. Por eso cree que homogeneizar exámenes o criterios de corrección es impensable.
Finalmente, el informe habla de la necesidad de dar más pasos para que la Selectividad sea una prueba de madurez que pueda empujar, además, a «cambios curriculares reales». Algo que estaba previsto con la nueva Ley pero que ha sido retrasado en diferentes ocasiones, la última con motivo del adelanto electora.