La creciente penetración y uso de la inteligencia artificial en la educación nos enfrenta a la necesidad de encarar decididamente la transformación de la educación en sus fundamentos, contenidos y estrategias. Y es que ya no basta solamente discutir sobre la transversalidad de las tecnologías en educación bajo una acepción plural e inclusiva o sobre demandas como el derecho a la conectividad gratuita y el acceso a dispositivos, plataformas, recursos y materiales; toca mirar más allá.
En un escenario donde las propias creaciones de la inteligencia humana a través de la inteligencia artificial llevan a repensar el sentido último de la educación, adquieren mayor relevancia las interacciones humanas, ya que la comunicación con una máquina de aprendizaje nos daría todas las respuestas sin necesidad de interactuar y conectarnos con los demás. Sencillamente el mundo dejaría de ser humano en su esencia.
Con el auge del ChatGPT, partimos del supuesto que hurgar en un análisis sobre su funcionamiento y ventajas, pero también en sus amenazas, es una formidable ventana de oportunidades para repensar la educación. Por ello, luego de algunas lecturas y pesquisas al respecto, identificamos inicialmente cinco perspectivas sobre cómo visualizamos a esta tecnología, sabiendo que estamos en un proceso de intensa experimentación a escala mundial, y que su abordaje suscita sentimientos y enfoques encontrados.
Una primera perspectiva que denominaríamos prohibicionista se enfoca en generar barreras y poner severas restricciones al uso del ChatGPT por los alumnos, ya que se presupone que se va a usar indiscriminadamente en el desempeño de una tarea cualquiera. Se le atribuye tal grado de omnipotencia que sería capaz de borrar todo rostro humano en la elaboración de un ensayo, en responder a una serie de preguntas o expresarse con naturalidad frente a un tema.
Una segunda perspectiva que calificaríamos como consumista sería que tanto los alumnos como los educadores hacen un uso permanente, y hasta diríamos excesivo del instrumento, bajo la presunción o bien de facilitar y de alivianar sus respectivas tareas, o bien en poder concentrarse en lo que se entienda como esencial. Tal cual señala la profesora y articulista francesa Marie Grand, nos privaría de la parte más accesible de pensar, pero nos deja la más difícil de hacerlo que es reflexionar y apropiarse del conocimiento.
Una tercera perspectiva tildaríamos de funcional, ya que se basaría en la idea que ChatGPT es una herramienta potente que sirve para ampliar y fortalecer los procesos de enseñanza, aprendizaje y evaluación. En este sentido, lejos de un uso rutinario y estandarizado, el instrumento podría contribuir a personalizar la educación y motivar al alumno a producciones propias en base a su utilización.
Una cuarta perspectiva que podríamos llamar dialógica entiende que el ChatGPT rompe con el sustento indispensable de la educación, que son las interacciones de ida y vuelta entre educadores y alumnos que no son predecibles ni captadas, ni mucho menos contenidas en ningún instrumento de inteligencia artificial.
Una quinta perspectiva que catalogamos de libertaria nos lleva a interrogar sobre si los instrumentos de inteligencia artificial, sujetos a una alta manipulación por los humanos, pueden servir para fomentar el pensamiento autónomo y libre. Ningún instrumento de inteligencia artificial, por más complementario y amigable que sea de los humanos, puede hacer abstracción de la libertad de las personas y de sus decisiones en lo individual y colectivo.
El sentido libertario tiene también que ver con la necesidad de formar nuevas generaciones de seres pensantes que interpelen al mundo adulto, y bregar por la coparticipación y responsabilidad intergeneracional en cimentar futuros mejores. Sin desconocer su relevancia y funcionalidad, no creemos que los saberes empaquetados y facilitados en su acceso y uso, sean la clave para encarar temas de sostenibilidad planetaria, que ya no solo son una amenaza, sino que también configuran realidades terribles que penalizan severamente a los más vulnerables.
Habiendo visto estas cinco posturas, una cosa nos queda por lo menos clara: necesitamos de una educación en todos los niveles, formas de administración, ofertas y espacios de aprendizaje, que contribuya a elevar la inteligencia colectiva, así como la calidad de vida y de pensamiento de las sociedades, y que opte por la profundización de los temas más que por su solo reporte superficial. Crucialmente, necesitamos invertir masivamente en apuntalar la inteligencia viva de los educadores y los educandos.
Le pedí al ChatGPT que repensara la educación y… parece ser que le queda mucho aún por aprender sobre educación, o quizás tiene que asumir primero su condición de instrumento de apoyo de la inteligencia y el pensamiento humano.
Renato Opertti es presidente del Consejo Asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).