Antes de comenzar a abordar el tema de la obesidad infantil y juvenil debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Qué es la salud?
La Organización Mundial de la Salud (OMS) entiende por salud un estado de bienestar completo, físico, psíquico y social. Establece diferentes tipos de salud: individual, colectiva y ambiental. Y fija una serie de factores que influyen negativamente en ella: la biología humana, el medioambiente, la sanidad y el estilo de vida. Éste último tiene una gran repercusión hoy en día, ya que la obesidad infantil está creciendo a pasos de gigante en España, tal y como demuestra la Encuesta Nacional de la Salud (ENSE).
La Encuesta Nacional de Salud tiene como objetivo general proporcionar información sobre el estado de la salud de la población española, con la finalidad de planificar y evaluar las actuaciones necesarias en materia sanitaria. Se realiza de manera quincenal y los datos se recogen cada dos años y medio. Para obtener dichos datos toman como referencia los determinantes de la salud, es decir, las características físicas de las personas, sus hábitos de vida, de alimentación, tiempo libre y ejercicio físico.
Por tanto, si tomamos como referencia la encuesta del año 2020, con datos recogidos entre julio de 2019 y julio de 2020, y una muestra de 22.000 viviendas distribuidas en 2.500 secciones censales, podemos ver cómo un 16,5 % de hombres de más de 18 años y un 15,5 % de mujeres padecen obesidad. Pero si seguimos observando los datos que nos aporta la encuesta, extraemos que, en los grupos de edad de 35 a 74 años, un 44,9% de los hombres padece obesidad, es decir, casi el 50% de la población masculina. Y en cuanto a las mujeres, un 30,6 %.
En lo que se refiere al consumo diario de fruta y verdura en la población de 15 años en adelante es muy superior en el caso de las mujeres, con un 71% de ellas que tienen esta costumbre, frente al 63,9 % de los hombres.
En cuanto a la actividad física, los datos son alarmantes, ya que un 40 % de las mujeres se consideraban sedentarias y un 32,3 % de los hombres no realizaba ningún tipo de deporte, sólo un 8,4% y 7% llevaba a cabo deporte de manera diaria, siendo el grupo de personas jóvenes el más sedentario de todos.
Pero este hecho no sólo influye en la población adulta sino también en los niños. Los hábitos que hemos citado con anterioridad repercuten en ellos, puesto que, si desde el hogar no se siguen hábitos saludables, estaremos transmitiendo un mensaje negativo a los más pequeños.
En el caso de la lactancia materna, durante las primeras 6 semanas un 73,9% de los niños eran alimentados con leche materna. Posteriormente, a los tres meses se reducía su consumo un 63, 9% y a la edad de 6 meses un 41,6% eran alimentados mediante la lactancia artificial.
Pero lo que más llama la atención es el incremento de la obesidad infantil y juvenil, lo cual es un reflejo de la actitud paterna y materna. Tal y como expone la Organización Mundial de la Salud (OMS) somos el país con el índice de obesidad más alto de Europa, ya que el sobrepeso afecta a 4 de cada 10 niños y a 3 de cada 10 adolescentes.
Si bien es cierto que la genética influye en la predisposición a la obesidad, al ser una patología, no es la única causa. La inflación hace que algunos productos frescos como las hortalizas y las frutas tengan un precio muy elevado. A esto se suma la publicidad dirigida a menores de alimentos poco saludables; esta eleva la exposición y el deseo a consumirlos. Además de lo anterior, también habría que citar el entorno familiar que, en muchas ocasiones, no es un referente positivo para los niños debido al sedentarismo y al consumo de alimentos no saludables.
Qué pasa con la escuela
Además de la OMS, medios de comunicación, academias de nutrición y dietética se preocupan de este problema social que afecta a toda la población. Pero, ¿Cómo se afronta la alimentación y la vida saludable en la escuela?
Desde la perspectiva docente, se puede comprobar que niñas y niños de infantil y de primaria llevan a la escuela alimentos repletos de grasas saturadas, azúcares, sales, carbohidratos, entre otros nutrientes, los cuales no tienen un aporte beneficioso para su desarrollo a nivel físico como mental. Presentan ciertos problemas psicológicos como baja autoestima, ansiedad, depresión, insatisfacción con su imagen corporal, trastornos de la conducta etc. Problemas que los acompañan a lo largo de los años.
Así pues, con el objetivo de eliminar este problema social, desde la escuela, a través del currículo ordinario, así como del oculto, se intenta, con todos los medios posibles que niñas y niños lleven a cabo prácticas saludables, ya sea a través de programas de actividad física, de consumo de frutas y verduras como el de llevar fruta un día a la semana (algo que no siempre se respeta).
En ocasiones tienen lugar situaciones un tanto incómodas, ya que muchos padres y madres muestran un comportamiento negativo y poco colaborador al respecto. No quieren seguir las instrucciones que se dan en la escuela, todas ellas destinadas a favorecer el crecimiento armónico de los niños y niñas; la alimentación juega un papel fundamental en el desarrollo cognitivo y físico del niño puesto que cuerpo y mente van de la mano y si no cultivamos ambas a la par no conseguiremos un desarrollo óptimo.
Para contrarrestar esta negatividad y falta de predisposición familiar, desde las escuelas se fomenta la salud mediante el huerto escolar y el conocimiento de verduras y hortalizas, que en muchas ocasiones son desconocidas; se desarrollan programas basados en la actividad física, tales como los de deporte escolar o escuelas activas impartidos ambos por profesionales de la salud; el tren de los alimentos en infantil, las cartillas de alimentación, recompensas, felicitaciones, etc.
Otro momento que puede ser problemático aparece en las actividades complementarias. Entonces, la ingesta de comida basura puede incrementarse exponencialmente, incluso con bebidas energéticas en algunos casos.
En no pocas ocasiones, no es posible alcanzar un camino común, una colaboración y cooperación entre familia y escuela, ya que a veces aquellas no parecen hacer lo suficiente para mejorar la alimentación de sus hijos. Por lo que parece que de nada sirven los esfuerzos que se llevan a cabo a diario desde la escuela a través de la función docente.
A todo ello se une la falta de actividad física. Podemos comprobar cómo desde edades tempranas algunos niños presentan un elevado índice de grasa corporal. Este hecho se acentúa en primaria, ya que la exposición a las nuevas tecnologías es aún mayor que en edades tempranas y la ausencia de deporte brinda en cada casa. Por ello, desde la escuela, se fomentan las actividades extraescolares, las cuales son un recurso muy bueno para fomentar además de la salud el compañerismo, la cooperación, hábitos de vida saludable, juego alternativo, las relaciones sociales etc.
Como conclusión, es necesario fomentar la colaboración de los padres al respecto, ya que la alimentación equilibrada es un factor determinante para el desarrollo cognitivo y social del niño, ya que va a repercutir a lo largo de su vida y va a condicionar ciertos aspectos de su personalidad. Por ello, familia y escuela deben trabajar a la par para conseguir el bienestar de los niños y la adquisición de hábitos saludables.
Bibliografía
https://ensanut.insp.mx/encuestas/ensanutcontinua2022/index.php
https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/web/nutricion/subdetalle/Encuesta_Nacional_Salud_Espana.htm