“Nos hemos concienciado de la realidad migratoria que se vive en Ceuta, entendiendo los diferentes puntos de vista y huyendo de paternalismos”, explica Martina, alumna de segundo de bachillerato de Jesuitas Casp, después de visitar la frontera entre España y Marruecos en el marco de un proyecto del centro educativo denominado Frontera Sur.
Valentina, de Jesuitas Sant Gervasi, remarca que ver la valla es lo que más le ha removido: “La actividad que sin duda nos marcó más a todos y todas fue el día en que pudimos ver la frontera en primera persona. Se podía ver cómo la frontera iba subiendo las montañas y separando España de Marruecos. Ver la frontera donde centenares de personas han tenido que saltar para empezar a hacer realidad su sueño, arriesgando su vida, nos impactó”.
Son algunas de las vivencias de los más de 40 alumnos de siete centros de Barcelona, l’Hospitalet y Lleida que visitaron Ceuta, junto con educadores, dentro de la experiencia pedagógica Frontera Sur de la Fundación Jesuitas Educación con el objetivo de que el alumnado se aproxime y conozca la realidad de las personas migrantes.
Un escenario de aprendizaje
Durante los días de estancia en Ceuta han conocido a jóvenes migrantes y han visitado la valla fronteriza con Marruecos, donde cada día llegan personas que huyen de conflictos, persecuciones o situaciones económicas o climáticas que derivan en crisis cronificadas.
Así lo destaca Virginia Menéndez, educadora responsable de Frontera Sur, que señala que la iniciativa “es mucho más que un viaje, es un escenario de aprendizaje desde la vivencia, una experiencia para vivir y conocer la situación migratoria desde el terreno y un proceso para conectar con la realidad y poder pasar a la acción desde el sentido”.
Frontera Sur no habla de “buenos y malos” e invita a conocer diferentes actores relacionados con el proceso migratorio, desde los protagonistas que lo sufren de primera mano, hasta entidades sociales y la Guardia Civil. El objetivo es también “deshacer prejuicios trabajando el racismo y el clasismo que muchas veces tenemos integrado en nuestra cultura”, destaca Menéndez.
Hace más de diez años que se hace este proyecto, si bien al principio se trataba más bien de una experiencia de verano y ahora está dentro del calendario lectivo. El balance, explica la educadora, es “muy positivo” para la institución y “muy impactante” para el alumnado. “Estamos muy satisfechos de ver como detrás de la experiencia se cumple uno de los objetivos, el del aprendizaje integral del alumno. El alumno se pone en contacto con una realidad de la cual aprende y, a la vez, se cuestiona qué puede hacer, desde sus habilidades”.
Un muro creado en 1992
Uno de los aspectos que más impacta a los y las estudiantes es el hecho de conocer, ante la propia valla, que este muro existe desde 1992, con la aprobación del Tratado de Maastricht, que reafirmaba la libre circulación de los ciudadanos de la Unión Europea en el territorio de los Estados miembro. “Cuando el comandante les explica esto, el alumnado ve que hay unas personas que cumplen unas órdenes de no dejar pasar, y que a un lado y otro de la valla hay realidades muy diferentes”, resume Menéndez.
Otro momento clave es cuando entran en contacto con la organización de apoyo a personas refugiadas Migra Studium, que acoge a jóvenes para evitar que vayan a un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), les enseñan la lengua y les acompañan en el proceso de adaptación. “La asociación nos permite tener un día de contacto con los jóvenes migrantes y el alumnado se queda parado porque ven que son jóvenes como ellos, que tienen sueños”.
Gran parte de los sueños de los migrantes tienen que ver con buscar trabajo, y el alumnado de aquí queda perplejo por el desconocimiento que tienen de la situación laboral en España, del paro y de las posibilidades reales de trabajar. “Piensan que han hecho un gran viaje, que son jóvenes totalmente esperanzados, pero que les queda mucho por recorrer. Ya ven a migrantes en sus ciudades, y saben que su situación es difícil”, afirma la educadora sobre la visión del alumnado.
Jóvenes que tienen sueños
Uno de los aprendizajes que se llevan los estudiantes es el cambio de mirada con las personas extranjeras que viven en sus barrios: “Ven que detrás de cada persona hay una historia, unos sueños, un sufrimiento. Una cosa que les dijeron era que, entre las personas que saltaban la valla, había jóvenes fuertes y con estudios, con familias que invertían para que saltaran la valla; igual que las familias del alumnado de aquí ahorran para pagar los estudios en el extranjero, por ejemplo”.
En Ceuta, el alumnado catalán tiene dos horas libres para hablar con los vecinos y vecinas de la ciudad sobre cómo se sienten en la ciudad fronteriza: “Ven que hay todo tipo de análisis de la realidad migratoria, hay quien lo integra en su día a día y dice que está bien, y otros a quienes les genera inseguridad por momentos como los del salto masivo”.
Antes del viaje
Frontera Sur forma parte de una materia optativa, Problemáticas Sociales, que la comunidad jesuita prefiere denominar Retos Sociales. De todo el alumnado que hace esta asignatura, un máximo de 50 estudiantes hacen el viaje de forma voluntaria a Ceuta. Antes, no obstante, toda la clase participa en diferentes actividades que se hacen durante el curso para conocer la realidad de las personas migradas.
En Barcelona, por ejemplo, durante una mañana realizan un velatorio por el cierre de los CIE que incluye la visita a diferentes puntos significativos, como por ejemplo el comedor social de la Parroquia de Santa Anna, los servicios de migración de la calle Tarragona, cerca de plaza España, y la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) que hay en el Paral·lel. Una vez atendidos por diferentes personas que trabajan a estos lugares, se dirigen al CIE de la Zona franca.
“Ven que la realidad migratoria es muy compleja, desde gente que pide limosna hasta trabajadores de empresas extranjeras, y ven que llegan muchos menores”, insiste Menéndez.
“La palabra migración ya no es solo un concepto”
Aproximarse a esta realidad no responde todas las preguntas del alumnado, pero ayuda a formarlos como ciudadanos y ciudadanas. Tal como explica Júlia, de los Jesuitas el Clot, “en este viaje no hemos encontrado soluciones, no hemos encontrado respuestas, pero recordando aquella tarde a pie de frontera, con la valla de tres metros delante nuestro, nos damos cuenta de que la palabra migración ya no es solo un concepto para nosotras, sino que son caras, sonrisas, nombres y sueños”.
En este sentido, Anna, de Lleida, asegura: “Cuando miraba la valla, me venía una imagen. No veía solo la valla, sino que me venía la imagen de personas intentando atravesarla. Hijos, menores, madres embarazadas… Y después también relacionarlo con los jóvenes con quienes habíamos estado, pasando la tarde, cantando y bailando, que tenían las cicatrices de haber saltado la valla. Vinculas la valla con las cicatrices. La valla, de hecho, es la prueba final del viaje.”