Podría poner muchos ejemplos de esto, pero por cuestiones de espacio me voy a centrar en las que últimamente han aparecido en los medios de comunicación, o que no aparecen, pero deberían tratarse en ellos. Sé que no hay tiempo con tantas noticias. Apenas se suele dedicar unos minutos a la educación, porque es un “tema menor” que no puede ocupar demasiado tiempo en los diarios, salvo cuando se trata de sacar titulares demagógicos sobre el supuesto fallo que tiene nuestro sistema educativo con relación a otros.
Tengo que reconocer que me parecen increíbles los argumentos en favor de darle muchas horas diarias, tanto en los espacios de noticias como en programas específicos, al deporte -disculpas, al fútbol-; es “mucho más importante” que la educación, donde va a parar. Nuevas disculpas, al fútbol masculino; en realidad al de primera división; siendo justos, a dos equipos de fútbol masculino y a las miserias de su día a día. Se trata de ocupar el tiempo de los espectadores con lo inútil y no hablar de lo útil. Eso sí, soy consciente de que hay padres que lloran antes porque su jugador favorito esté triste, que porque su hijo pueda tener dificultades en su proceso educativo. Y que irán a alguna plaza a expresar su alegría por cualquier victoria puntual de su equipo, antes que a manifestarse contra los recortes en educación que afecten a ese hijo. Así nos va.
El fracaso de lo supuestamente útil
Los resultados de la última prueba de PISA han revolucionado algo nuestro país. Han aparecido titulares de un supuesto fracaso educativo y rápidamente se han lanzado propuestas para frenar “semejante desaguisado”. Hasta el máximo responsable de estas pruebas, Andreas Schleicher, ha repetido en tantos sitios como ha intervenido que estas pruebas no miden sistemas educativos, sino determinadas competencias en menores que tengan 15 años, con independencia del curso escolar en el que se encuentren. Sin embargo, cada vez que salen los datos se corre a ver si nuestro sistema educativo ha mejorado o empeorado consigo mismo y con relación a los demás. Y claro, como se intentan extraer conclusiones que no se pueden encontrar en los datos obtenidos, las interpretaciones son sesgadas y con frecuencia erradas. Además, se hace básicamente con carácter estatal, cuando las competencias en educación están transferidas y unas comunidades avanzan mientras otras retroceden. Café para todos, cuando se debería ver siempre lo que sucede zona a zona.
Fíjense, por ejemplo, en que, aunque las últimas pruebas se aplazaron un año para evitarlo, se ha dicho que los descensos en los resultados son por efecto de la pandemia por el COVID. Es decir, que no se han adquirido las competencias en el nivel esperado porque un tiempo breve de confinamiento -puede parecer mucho, pero no lo fue- lo impidió. Pero, recordemos que la enseñanza continuó, aunque fuera a distancia y con dificultades. Entonces, si fuera cierto el argumento, deberíamos deducir que el fracaso fue de la enseñanza a distancia, aunque haya quien esté intentando que la presencialidad se cuestione y haya medidas que van en el camino de reducir el tiempo en la escuela. Debe recordarse que las competencias que se miden se adquieren tanto dentro de la escuela como fuera de ella, y cada vez más fuera que dentro. Y que estas competencias se van adquiriendo de forma progresiva durante toda la vida.
Para mí, lo único que están demostrando las pruebas PISA es que tienen inconsistencias y que se están usando de forma equivocada cuando hablamos de comparativas de sistemas educativos. Deberíamos preguntarnos qué efecto tienen en la adquisición de las competencias otras medidas en el ámbito educativo que, en mi opinión, tienen más y peores efectos que una pandemia.
Por ejemplo, teniendo en cuenta el descalabro en los resultados de una comunidad autónoma como Madrid en las penúltimas pruebas PISA (2018), sin que haya logrado recuperar los niveles previos en los resultados de las últimas (2022), sería mejor poner el foco en políticas autonómicas que hayan fracasado. En este sentido, se está produciendo un cambio en esta comunidad al que no se le está dando mucho vuelo mediático, porque ya sabemos que los medios de comunicación no son muy propensos a airear los fracasos educativos de las ideas conservadoras en educación. Se trata de las modificaciones en el denominado proyecto bilingüe.
Desde el principio del programa, que arrancó hace dos décadas en Madrid de la mano de los Gobiernos del Partido Popular con Esperanza Aguirre a la cabeza, organizaciones como la FAPA Francisco Giner de los Ríos dijeron que estaba mal enfocado. No se hizo caso y se continuó en una huida hacia delante que ahora parece reconocerse de forma implícita como no acertada. Los cambios legislativos que verán la luz en poco tiempo impedirán que también las materias de Ciencias Sociales, Geografía e Historia se puedan dar en inglés. Han tardado veinte años en reconocer que la rebaja del nivel competencial y de contenidos que se produjo por la obligación de impartirlas en inglés ha tenido consecuencias nefastas. Sí, los conservadores rebajaron el nivel, aunque luego se lo achaquen a otros. No se sorprenderán si les digo que la normativa dejó desde el principio a los centros privados para que escapasen de semejante despropósito vivido hasta la fecha. Menos mal que, al menos, se aceptó la propuesta que esta federación hizo en el seno del Consejo Escolar de la Comunidad de Madrid para que quedaran desde el principio exceptuadas de ser impartidas en inglés las materias de Matemáticas y de Lengua Castellana y Literatura, porque igual no se lo creen, pero pueden comprobarlo, en las normas iniciales que se dictaminaron figuraba que también se podían dar estas en inglés. ¿Se imaginan cómo estaríamos ahora?
Pero claro, ya sabemos que de esto se hablará poco en los medios, porque se aprestan a buscar fracasos educativos relacionados con el modelo LOE-LOMLOE, pero ocultan o minimizan los que obtienen los defensores del modelo LOCE-LOMCE, causante este último de la inmensa mayoría de los problemas educativos que padecemos. Para muestra, el fracaso de las políticas educativas de los gobiernos de la derecha madrileña, que año a año hunden más a esta comunidad en los indicadores educativos. Su visión conservadora, anclada en un pasado que ya no va a regresar y en un modelo de sociedad que ya ha sido superado -salvo por unos cuantos nostálgicos trasnochados-, frenan constantemente los avances educativos. Que se lo digan, por ejemplo, a las decenas de miles de estudiantes que se quedan sin poder obtener una plaza de formación profesional porque estos gobiernos ultraconservadores desprecian esas enseñanzas, excepto para que sean fuente de negocio para las empresas privadas de educación.
En este sentido, en el de frenar los avances y querer rescatar una sociedad que no existe, se enmarca la prohibición de los teléfonos móviles en la educación. No me extenderé en este tema porque ya me pronuncié al respecto en un artículo anterior (Y aunque había cuestiones importantes pendientes, llegó la prohibición de los móviles), pero ahora incluso llega una nueva vuelta de tuerca, ya que hay centros educativos que están eliminado el uso de los ordenadores en sus aulas. La gran pregunta es cómo se puede enseñar y educar en pleno siglo XXI, en una sociedad completamente digitalizada, sacando los dispositivos digitales de las aulas. Cuidado, que se están sacando de las aulas públicas, solo de las aulas públicas, porque la escuela privada, concertada o no, está en una carrera por su integración completa en la actividad lectiva diaria, lo que supone que, en realidad, lo que se está intentando provocar es un aumento de la brecha digital entre quienes cursen estudios en la escuela pública y el resto, en detrimento de la pública.
Es decir, que se toman medidas supuestamente útiles que, en realidad, son fracasos asegurados, y que, en mi opinión, se toman de forma deliberada para que la escuela pública se vea perjudicada. Sin embargo, a pesar de todo ello, los datos demuestran que es la escuela pública la que sigue obteniendo los mejores resultados educativos, sobre todo si se analiza el valor educativo añadido que genera con relación a otros modelos. Todavía recuerdo las risas nerviosas del responsable educativo de la puesta en marcha del programa bilingüe en la Comunidad de Madrid cuando le decíamos que era otro error su sistema de evaluación, del que también era responsable, basado en las famosas y nefastas pruebas CDI, porque lo importante son las evaluaciones que detectan el valor añadido de las medidas educativas que se pongan en marcha y de los centros en su quehacer diario. Quería dar a entender con ese comportamiento que era ridículo este enfoque, pero en el fondo lo único que demostraba es que carecía de argumentos para defender sus tesis.
La necesidad de la escuela de lo supuestamente inútil
En esta sociedad denominada ya posdigital e, incluso, con denominaciones que pueden superar este concepto, el aprendizaje memorístico para vomitar en exámenes clásicos se ha demostrado como un fracaso absoluto. Cuando se dice esto, no falta quien salga rápido a decir eso de la cultura del esfuerzo -al que siempre aluden quienes menos la han practicado en su vida- y a que se quiere rebajar el nivel de los contenidos educativos, que también afirman los primeros que pusieron en marcha currículos bilingües que los rebajaron porque el objetivo no era aprender más y mejor, sino hablar mejor el inglés.
Hoy día, la mayoría de las empresas punteras ya no buscan prioritariamente los títulos, que no ignoran obviamente, pero que no son lo verdaderamente importante. Entre otras cosas porque con tantas universidades privadas, muchas de ellas de dudosa calidad, los títulos se consiguen en muchos casos más por capacidad de pago que por nivel de aprendizaje, desarrollo personal, e investigación. Lo que miran sobre todo en los curriculum vitae, y tratan de encontrar en las pruebas y entrevistas personales que realizan, son las denominadas habilidades blandas, que incluyen diversas competencias sociales que son básicas para la interacción con otras personas en el ámbito laboral, tales como la inteligencia emocional, la resiliencia, el pensamiento crítico, la gestión de los cambios, la capacidad de liderazgo, o el trabajo colaborativo. El crecimiento de una empresa, e incluso su supervivencia, no depende del nivel de titulitis de sus empleados, sino de las habilidades de estos para generar valor añadido y progreso.
No afirmaré que todas estas habilidades blandas estén ausentes en el sistema educativo actual, sería falso, pero quedan en esa nebulosa difusa de lo transversal. No existe una dedicación diaria lectiva expresa al fomento de estas habilidades. Desde el modelo conservador se considera poco útil dedicar tiempo a estas cuestiones, en la escuela pública claro. Y el modelo progresista tiende a no poner mucho el acento visible en ello para evitar las críticas desde el lado conservador. Por ejemplo, podemos recordar lo que se ha dicho sobre cuestiones como la inteligencia emocional o la perspectiva de género en el currículo de Matemáticas. Y éstas seguimos enseñándolas, con carácter general, de forma fría y carente de pasión e interés, cuando, bien enseñadas, puede ser también una materia que apasione.
Sería útil apostar por lo teóricamente inútil, y darle espacio, no solo transversal sino específico con carga lectiva obligatoria, a la promoción de estas habilidades blandas. Estoy seguro de que, por ejemplo, ayudarían más a la resolución de conflictos y a evitar los que son dañinos, que eliminar tiempos de socialización porque “así se evitan”. Los conflictos son consustanciales a la vida humana y existen conflictos positivos que deben promoverse, porque sin ellos es imposible un desarrollo integral adecuado. Eliminar los conflictos no puede ser un objetivo educativo, al contrario, supone la renuncia a educar.
Desde luego, lo que tampoco tiene sentido es pensar que los docentes pueden ser personas expertas que dominen todas las facetas educativas. No existen los docentes con superpoderes. Necesitamos especialistas en los diferentes centros educativos para abordar todas las cuestiones que ahora no se están enfrentando de forma adecuada. En este sentido, debemos apostar también por lo supuestamente inútil. Rechazo que el único enfoque del aumento de las plantillas de los centros educativos deba suponer siempre el incremento de docentes para reducir ratios, pero para seguir haciendo lo mismo, aunque con menos alumnado. Reivindico lo que muchas personas rechazan como inútil, aumentar ahora el personal con otros perfiles que tengan la preparación para abordar la promoción de las habilidades blandas en los centros educativos, reduciendo el horario lectivo de los docentes en la impartición del contenido curricular habitual para introducir el horario de estos profesionales en el lectivo del alumnado. Estoy convencido de que mejorar estas habilidades en el alumnado tendrá efectos positivos en su educación integral, la convivencia escolar y en el horario lectivo curricular actual, porque el descenso en el tiempo dedicado a materias concretas se verá recompensado sobradamente por el aumento de la calidad de ese horario.
Aviso para navegantes, incrementar las habilidades sociales del alumnado tendrá efectos sobre su capacidad de análisis crítico y, obviamente, en el reforzamiento de los procesos democráticos, que no son solo votar cada cuatro años. Y, en mi opinión, aquí está el meollo de la cuestión, porque quienes viven de mantener a la sociedad en la apatía hacia la participación democrática; quienes mantienen sus privilegios y cortijos personales a base de negar la información y la formación a quienes pueden cuestionar esos privilegios; quienes dirigen la educación y los centros educativos desde posiciones autoritarias poco o nada democráticas, todas estas personas, rechazarán siempre la idea de que la formación integral de las nuevas generaciones se haga desde el enfoque de proveerlas de capacidad para cuestionar lo establecido. Así que preferirán siempre sistemas educativos tradicionales basados en la memorización sin comprensión, en la escasa socialización, en los contenidos desconectados que den una falsa apariencia de enseñanza de calidad. En definitiva, preferirán una escuela de lo supuestamente útil que, en realidad, promociona lo inútil para que las cosas sigan como están, preservando sus privilegios. La cuestión es si nos vamos a atrever desde el lado progresista a cambiar las cosas de una vez por todas.