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“Podredumbre mental” es el término del año 2024 para Oxford University Press, en una traducción de la expresión escogida, Brain Rot. Se refiere al adictivo consumo de materiales triviales o no estimulantes y de bajo valor, mediante pantallas, en un scroll sin fin. Un término que puede remover nuestra relación con las tecnologías.
Algoritmos escogen por nosotros a base de regalarles pistas continuas de aquello que nos agrada o no. Después nos devuelven las bases para un comportamiento condicionado, cada vez con más uso de la IA.
Esta realidad nos envuelve, quizá no somos conscientes (o sí) pero nos arrastra con una dependencia continua, bien estudiada por tecnológicas que estimulan adrenalinas, dopaminas y lo que haga falta. ¿Cómo nos informamos primero para educar después sobre las herramientas tecnológicas ya casi imprescindibles para nosotros?
Desde una parte del mundo educativo se están consolidando propuestas cómodas para unas herramientas tan acaparadoras, con algunas decisiones quizá retrógradas: negacionistas tecnológicos cuando las pantallas te envuelven las 24 horas al día, prohibiciones que se consolidan por el impulso de las emociones colectivas viralizadas, regulaciones, decretos, reales decretos, restricciones, limitaciones, supervisiones, controles, normativas, censura, reglamentaciones, etc. Regular es imprescindible, pero vigilando mucho cómo. La maquinaria tecnológica y económica se moueve por muchos intereses y es capaz de buscar subterfugios ante decisiones políticas que dificulten su cuenta de resultados. Tendremos que aprender a contextualizar y enseñar el marco en el que vivimos, donde el potente microordenador de bolsillo y sus aplicaciones pueden condicionar nuestro cerebro y no tanto al revés. Pero también ayudarnos mucho.
Medidas
Parece que la paz tecnológica en las aulas, motivada por la prohibición de los móviles en los centros educatios, es un valor que ha venido para quedarse, reafirmada por normativas de aquí, estatales y europeas. Así se persigue el orden, la tranquilidad, la escucha activa, la no dispersión y la focalización en aquello que se dice que toca aprender y hacer. Se piensa que son estrategias válidas para la vida diaria, lejos de maquinitas, alertas, notificaciones y llamadas de atención a otros mundos que también están en este, pero restringidos hasta que se salga del centro educativo. Solo hay que observar qué hace la adolescencia cada día cuando llega a la puerta de salida. Mimetismos en actuaciones colectivas. ¿Las prohibiciones, bien?
Mensajeros
Las tecnologías como medios para muchas personas son mensajeras por sí mismas, a la vez que nos permiten lucir nuestra presencia personal, navegando por ellas, guías condicionantes de los contenidos que dicen que nos agradan, revitalizantes del ego pero también revolucionarias en cómo nos han provocado cambios muy positivos. Mientras, una parte de la sociedad se remueve por resultados de algunos estudios en constante actualización (parece que solo se consultan los favorables a sus propuestas), rumores en red, iniciativas que alertan sobre involuciones de jóvenes personalidades en construcción – se olvidan de las adultas, en teoría supuestamente ya construidas-, sonidos mediáticos y movimientos populistas que se generan por razones diversas, a menudo usando las mismas herramientas y recursos tecnológicos que pretenden combatir, con los peligros de los bulos y la desinformación cerca.
Alertas
- Ante posibles decisiones tecnológicas de cualquier tipo se deberían priorizar cinco acciones: probar, comprobar, aprobar, revisar y valorar. Son pautas que están en muchos procesos, válidas para aplicar en una obligada reflexión sobre la tecnología como medio.
- Cuando la sobreinformación excede nuestro grado de comprensión, la desinformación va al lado y en aumento. A menos cultura, a menos capacidad crítica, más fake news, sonido encadenado, con la IA ganando protagonismo. Hoy enseñar cultura y la información que está contrastada no ha de ser incompatible con mostrar la mentira, decir cómo se construye, en qué se basa y para qué. Generar o crear contenidos debería ir unido más a responsabilidades que no a los posteriores likes o comentarios de todo tipo. La adolescencia necesita que alguien les explique claramente esto, con su participación activa como posibles productores y consumidores.
- En el entorno del alumnado adolescente el mundo digital lo envuelve todo. Se pueden prohibir los móviles en los centros, se pueden restringir accesos pero una parte muy importante de su mundo y tiempo son en digital. Si desde las aulas no se educa en todo lo que implican estos entornos de hoy pensando ya en mañana, las prohibiciones no conseguirán nada. Será un terreno aún más al alcance del deseo compulsivo, de la ansiedad adictiva, de la cosificación sexual humana, del narcisismo y de la atracción de la atención. El autoengaño como solución para conseguir el objetivo que se quiere es una filosofía fácil que la adolescencia recibe y difunde por las redes.
- Se pueden alcanzar enseñanzas regladas, programadas y muy competenciales. Pero, en paralelo, el universo digital puede brindar otras versiones sobre estas materias, contenidos que no forman parte de la programación (o sí), a menudo bien explicados y divulgados en las redes o, también, recubiertos por supuestos atractivos, titulares llamativos con puesta es escena subyugantes. Si no conjugamos los dos entornos y aportamos herramientas para descifrarlos, la adolescencia y el mundo adulto pueden decantarse por culturas desafiantes, refiarse solo de las más sensacionalistas que les brindan, dejándose guiar por sesgos significativos.
- El odio existente en la redes hace mucho daño, es explosivo, puede atraer su consulta y, a veces, se viraliza rápidamente. Extremismos, populismos reaccionarios y crispadores, pensamientos y soluciones simplistas a problemas muy complejos conviven con la xenofobia, machismos, culturas agresivas y homofóbicas. Proyectos como Hatemedia, de la UNIR, analizan cómo se difunden y se visualizan las expresiones de odio en los entornos digitales, realidades extraídas del día a día fruto de investigaciones, con proyecciones y miradas educativas.
- La tecnología con cierto poder de liderazgo, como ayuda a la toma de decisiones en la organización docente. En este tiempo en que desde diferentes entornos se pretende convencer repetidamente de la importancia del salvador liderazgo educativo, que no se duda que la tiene (en parte copiado del mundo empresarial y del management), la gobernanza con sólidas estructuras democráticas y participativas que acojan a todos es un valor inclusivo y de cambio social desde la educación. La tecnología debería intervenir en su favor.
Notificaciones
- Los horarios escolares adolescentes fuera del centro suelen ser muy autónomos, a veces desconocidos por las familias, trabajen más o menos horas al día. Conciliar vida laboral y familiar ante la anunciada y posible reducción de la jornada laboral será una oportunidad más para atender los entornos digitales dentro de casa. Pero no siempre convergen la formación de las unidades de convivencia en este tema y la predisposición adolescente. Faltan cultura y formación digital entre algunas familias, con centros educativos que tienen responsabilidades para educar en digital en la infancia y en la adolescencia. Podríamos añadir aquí el humanismo tecnológico, un interesante concepto para desarrollar e incluir también en las aulas.
- La educación tecnológica ha de ayudar a un mejor entendimiento de nosostros mismos, en sociedaddes digitales con distracción continua y sin demasiados límtes sobre la privacidad ni sobre el exhibicionismo de las intimidades. Las tecnologías para favorecer el viaje al otro, descubrir las personas y sus entornos ayudarían a enteder ideas y seres humanos diferentes, más allá de los filtros y perfiles vendidos en las redes.
- Las actuales tecnologías a menudo pretenden simplificarlo todo, es uno de sus atractivos; no aumentar la complejidad de la realidad, en un bucle continuo. Esto puede provocar la costumbre de reducir todo a simplicidades que no generan pensamientos complejos. La educación ha de tener en cuenta la complicidad de un mundo en constante evolución, con el fomento de la curiosidad crítica.
Tenemos tecnologías que remueven los aprendizajes, disponemos de la educación para aportar criterios y formar sobre sus efectos en nuestras vidas. Uno de los retos de 2025 es mirar el futuro desde el presente. Con la tecnología incluida, evitando involuciones y negativismos oportunos, combatiendo también el brain rot de 2024.