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La realidad con la que nos encontramos a diario es la falta de tiempos y espacios (y, a veces, hasta la falta de fuerzas), para concretar proyectos que nos acerquen a estos objetivos. Sin embargo, todos deseamos poder movernos en esta dirección. Y, cuando lo logramos, lo que conseguimos nos anima aún más a seguir trabajando para ello.
La convivencia es uno de los aspectos centrales en la consecución de este bienestar. Los centros educativos son espacios en los que diariamente cientos de personas, diversas y con diversos intereses, se relacionan y colaboran. Y, en estos entornos y bajo estas condiciones, es natural que surja el conflicto. El reto, por tanto, es construir escuelas en las que podamos enseñar a nuestro alumnado a resolver de forma positiva los conflictos que puedan surgir, al tiempo que nosotros y nosotras, las educadoras, ponemos las condiciones para ello.
Los modelos de convivencia positiva promueven una visión proactiva de la convivencia, a través de la prevención, trabajando desde el comienzo en la construcción de relaciones basadas en el respeto mutuo y la confianza. El enfoque de la convivencia restaurativa, heredado de la justicia restaurativa y adaptado a los contextos escolares (Albertí i Cortés y Boqué i Torremorell, 2015), aporta el marco y las estrategias para construir una realidad acorde a estos principios. Juan de Vicente (2021) describe algunas de las claves de la lógica restaurativa de la convivencia, de las cuales me gusta destacar tres.
En primer lugar, como ya se ha dicho, desde estos modelos se pone el foco en las relaciones de las personas que conviven en los centros educativos y en la creación de una comunidad qué esté vinculada entre sí. Es decir, buscamos conocer a las personas con las que compartimos durante tanto tiempo los espacios y, además, buscamos cuidarnos los unos a los otros.
En segundo lugar, el protagonismo del proceso reside en las personas que forman parte de este. Es decir, el alumnado. Nuestros y nuestras estudiantes deben de ser partícipes de las decisiones que les involucran, tanto en la construcción de su comunidad educativa, como en la resolución de los conflictos que puedan encontrarse.
Por último, si nos centramos en aquellos momentos en los que nos encontramos ante un conflicto, en la convivencia restaurativa se pone el foco en reparar el daño que se ha causado, en restaurar aquello que se ha roto. Y esto tan solo se puede conseguir a través del reconocimiento de las consecuencias que nuestros actos tienen sobre los otros.
Pero, ¿cómo podemos llevar esto a la práctica? ¿Cómo trasladamos este modelo a nuestros centros? El enfoque de la convivencia restaurativa nos da las herramientas para poder concretar esto en el trabajo diario con nuestros y nuestras alumnas. Por un lado, aquellas relacionadas más con las acciones preventivas que nos ayudarán a construir una comunidad educativa basada en los cuidados y, por otro, aquellas dirigidas a resolver los conflictos cuando estos se produzcan. Sin embargo, es importante recordar que, desde esta óptica, no obtendremos realmente beneficios en la resolución de los conflictos si no cuidamos todo lo relacionado con las acciones preventivas. Son estas las que construyen una base de la que posteriormente partiremos a la hora de intervenir ante la aparición de los problemas. Y, por ello, es en estas primeras en las que me voy a centrar.
Construir una comunidad vinculada parte de generar las oportunidades para crear y fortalecer estos vínculos. Los círculos de diálogo son herramientas muy potentes para facilitar que los y las estudiantes conozcan a sus iguales (y también a cada docente), de un modo que, quizás, de otra manera no podrían hacerlo. Además, nos permiten entrenar una forma de comunicación centrada en las emociones, necesidades y compromisos individuales. Y, ¿en torno a qué temas gira el diálogo en estos círculos? Podemos hablar sobre cualquier cosa, aquello que como educadores consideremos importante, pero siempre siguiendo esta fórmula.
Pero, ¿qué es exactamente un círculo de diálogo? Pese a que tan solo desde la experiencia se alcanza a entender todo lo que esta herramienta nos aporta, trataremos de explicarlo. Los círculos buscan generar un diálogo colectivo. El grupo se coloca en forma de círculo y la conversación se plantea en una serie de rondas, a través de preguntas previamente preparadas. Las intervenciones se hacen de forma ordenada, siguiendo el círculo. Y, siempre, respondemos usando el mensaje en primera persona, desde nuestras emociones y necesidades. Por ejemplo, si quisiéramos conversar con nuestro alumnado sobre su bienestar en el centro, algunas posibles preguntas podrían ser:
- ¿En qué momentos del día en el colegio/instituto te sientes más a gusto?
- ¿Qué espacios crees que facilitan la comunicación?
- ¿Qué ideas se te ocurren para mejorar vuestro bienestar como estudiantes en el centro?
Son múltiples los espacios desde los que podemos poner esta herramienta en práctica: las tutorías, dentro de las asignaturas (la reciente materia de Atención Educativa ofrece un espacio privilegiado para esto, aunque no es la única), como parte de la orientación académica y profesional, en las reuniones con familias, etc. Y, desde cualquiera de ellos, podremos contribuir a generar una comunidad más unida, más vinculada, más participativa y, sobre todo, más empática.
Este es un camino que una vez iniciado no se puede desandar. Seguimos trabajando para mejorar y encontrar estrategias que promuevan comunidades centradas en los cuidados, donde la convivencia sea una prioridad y las relaciones entre las personas que las componen se basen en el respeto, la dignidad y la empatía. Y como siempre cerramos los círculos con una reflexión final, aquí también dejo la mía. Comenzaba este artículo reivindicando la falta de espacios y tiempos que tenemos para expresarnos y escucharnos. Sin embargo, siempre que he podido estar en un círculo, esto es lo que más se valora y agradece por parte de cualquier persona que participa, ya sean docentes, estudiantes o familias. El tener un rato, cincuenta minutos, para reflexionar y compartir sensaciones, muchas veces similares entre sí, pero pocas veces expresadas.
Referencias
Albertí i Cortés, M., y Boqué i Torremorell, M. C. (2015). Hacia una pedagogía restaurativa: superación del modelo punitivo en el ámbito escolar. Revista de Mediación, 8(1), 36-49.
De Vicente, J. (2021). Convivencia restaurativa. Aprender a convivir y a construir entornos de aprendizaje seguros. Biblioteca de Innovación Educativa, SM.