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Mantener y dinamizar con alumnado un blog del colegio o instituto que aglutine los trabajos e investigaciones del alumnado en forma de medio de comunicación supone la movilización de las competencias críticas, informacionales y mediáticas necesarias para unos jóvenes constantemente expuestos a provocativos bombardeos de hechos poco fiables a través de todo tipo de canales.
Un periódico escolar tiene más sentido hoy incluso que en el pasado, cuando afanosos docentes organizaban tiradas en papel que se distribuían con bastante éxito entre alumnado, familias y profesorado del centro, a cambio a veces de unas pesetas o euros que procuraban cubrir en parte los gastos de la impresión. En la actualidad, ese entrañable periódico escolar que aún se conserva en algunas bibliotecas educativas da paso a nuevos formatos en plena era digital, En ellos, la difusión instantánea de novedades a partir de la observación minuciosa del entorno educativo y el tratamiento de los datos que se obtienen pasa a ser el objetivo principal en el que se pueden involucrar multitud de áreas y materias.
El legado del pedagogo Célestin Freinet se basaba, en gran parte, en la creación de talleres de imprentas escolares que ayudaron a materializar las experiencias de los jóvenes estudiantes con su entorno y fomentar así su dotes observadoras, su curiosidad y su capacidad creativa. Sus enseñanzas deben mantenerse e incluso avivarse en una era compleja como la actual, en la que los radicalismos enmascarados tras la desinformación pueblan la aldea común.
Cualquier centro escolar podría organizarse a partir de la actividad que genere un periódico o revista escolar que una a la comunidad educativa en torno a un mismo fin cultural y pedagógico. Y ello porque nuestra escuela se desenvuelve, aunque no lo queramos, en medio de escenarios públicos cada vez más polarizados que ponen en riesgo los valores que se transmiten en las aulas día tras día.
El periódico de un centro, con las singulares figuras del redactor, el fotógrafo, el diseñador, el maquetador, el entrevistador o el jefe de sección —roles que encajan bien con las técnicas del aprendizaje cooperativo—, puede dar una lección a un mundo adulto fragilizado y rendido ante la manipulación social. Una lección a unos mayores sumidos en la vorágine individualista del mundo contemporáneo y sin tiempos para pararse a profundizar, que cada vez saben menos distinguir entre la información y la opinión, en un territorio donde la verdad se compra con poder e influencia.
Crear contenidos digitales contrastados y fiables es un reto interesante que se debe enseñar en una escuela que sobrevive como institución sólida defensora del conocimiento, en medio del naufragio mediático en el que vivimos. Convertir una clase, por ejemplo, de lengua, en un taller de información donde se filtren datos y experiencias socioeducativas, culturales o científicas para convertirlas en hechos de interés periodístico para la comunidad, puede ser una buena excusa para rediseñar nuestros planteamientos didácticos a partir del tipo de aprendizajes que precisa el alumnado de hoy.
Es cierto que en la actualidad afanosos docentes ya están formando a sus niños y niñas en cuestiones muy básicas relacionadas con la investigación en fuentes físicas y digitales, así como en la redacción de textos expositivos breves con cierta secuencia lógica. La diferencia está en que, si lo organizamos todo a partir de la creación de un periódico escolar o un equipo de redacción de aula lo más realista posible, observarán la materialización real de su trabajo en un resultado que impacta en el resto de la comunidad educativa, que genera corrientes de opinión fiables y que repercute en el autoestima de todos sus participantes, por tanto en cuanto se ven capaces de realizar algo valioso para sus iguales.
Ahora mismo estamos en un momento en que muchas formaciones en competencias docentes necesitan centrarse en mejorar aspectos didácticos concretos de habilidades profesionales básicas como la de crear y mantener un sencillo blog con tecnología WordPress, Blogger, etc., cómo establecer dinámicas de roles cooperativos eficaces en el aula o de qué manera sacarle más provecho a las herramientas de IA para hacer diseños atractivos de portadas, cartelería o animaciones.
También podría ser interesante, sobre todo si no nos sentimos capaces de impulsar la coordinación de un medio escolar digital, destinar un espacio fijo y visible del centro a organizar un tablón informativo hecho por el propio alumnado que canalice la actividad diaria educativa, con sus distintas secciones. Tal vez de entrada tenga menos visibilidad y posibilidad de difusión, pero si con el tiempo el consejo editorial impulsor (nuestro grupo de estudiantes) aprende a “venderlo” al resto de la comunidad educativa llevando a cabo recorridos explicativos guiados o presentaciones del trabajo que hacen a otros grupos, poco a poco es posible que se convierta en el germen activo de la vida escolar: la red social física donde todo el mundo sepa lo que se cuece entre las paredes de nuestro colegio o instituto.
Ya por último, no olvidemos que un periódico escolar puede originar también el interés por indagar en el pasado del centro, tantas veces olvidado. Se trataría de crear un periódico testimonial, con todo el significado que encierra la palabra y como parte de la edificación de una memoria colectiva: desde entrevistas a exalumnos (muchos de ellos ahora madres y padres de estudiantes actuales) a artículos de opinión del paso por el centro de docentes jubilados, antiguos directivos o familias, entre otras muchas posibilidades.
Un periódico escolar bien enfocado (a diferencia de muchas empresas informativas de hoy en día que se alimentan de la discordia y la manipulación) aglutina vivencias, experiencias y emociones que pueden hacer brotar un sentimiento constructivo de pertenencia y respeto a una comunidad amplia y diversa. Un aliciente para, un día —quién sabe—, poder forjar una verdadera “Historia de nuestro centro”, hecha en común como pieza de unión, que tanta falta nos hace en los tiempos que corren.