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Todos sabemos cuáles son las funciones que se le puede pedir y asignar a un docente. No parece razonable esperar que un profesor de educación básica tenga las competencias para resolver qué porcentaje del PIB tiene que destinarse a educación. Sin embargo, no debemos pasar por alto que podemos recurrir a ellos y consultarles qué está pasando en el aula para que desde su perspectiva y con la suma de sus respuestas se pueda formular e implementar una política pública efectiva.
Ser profesor no es sencillo. Yo lo he sido. Hace mucho y por muy poco tiempo. Pero el suficiente como para saber que es una profesión tan gratificante como difícil y desafiante. Al profesor le exigimos que sepa de su especialidad, que continuamente se actualice a través de nuevas herramientas y metodologías, que sea innovador y que en ocasiones haga hasta de psicólogo, de orientador, de enfermero o, incluso, de padre o madre. Pero hay una tarea clave que estamos dejando de lado y que tiene que ver con los aportes que pueden dar en el acompañamiento de las de políticas públicas. Porque reconozcámoslo, no siempre se toma en cuenta su labor para hacer política de abajo hacia arriba.
En la última “Reunión Mundial sobre la Educación”, que se celebró el pasado 31 de octubre y 1 de noviembre en Fortaleza, Brasil, y que pude seguir desde mi trabajo en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), la declaración final apuntó mucho más allá en ese sentido, puesto que involucra a toda la comunidad educativa y no solo a los docentes como agentes con la facultad de incidir y contribuir a la planificación de la esfera pública.
Reconozcámoslo, no siempre se toma en cuenta su labor para hacer política de abajo hacia arriba
Así, uno de los apartados de esa declaración señala: “Reforzar la gobernanza participativa y democrática en la educación a todos los niveles mediante el fortalecimiento de la capacidad del sistema para la formulación de políticas, la planificación y la gestión con base empírica, así como mediante la colaboración efectiva de los jóvenes y los alumnos, los docentes, los gobiernos locales y las comunidades escolares en el establecimiento del programa, el diálogo sobre políticas y la adopción de decisiones (…)”.”.
Los que toman las decisiones deben estar siempre bien acompañados y los profesores saben mucho, conocen su entorno y están al día. Si hablamos de innovación, como en otros ámbitos educativos, son relevantes los diagnósticos y las propuestas. No podemos permitirnos llegar tarde y darnos cuenta después de que existe una enorme distancia entre la realidad y la política. Es por esto por lo que nuestras acciones desde los organismos internacionales o desde las administraciones públicas siempre van a ser más eficaces si facilitamos a los docentes intervenir en nuestros procesos. Las administraciones son las que planifican y su éxito será mayor si lo hacen con ellos. No hay que olvidar que los profesores son un eslabón crucial de la cadena.
El tema de innovación educativa tiene una complejidad añadida debido al amplio abanico de posibilidades que opera: búsqueda de soluciones, transformación digital, comprensión de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial, etc. Proyectar, medir o evaluar cuestiones de este tipo no es tan simple para las instituciones. Es un campo enorme para abordar y a veces no se sabe con exactitud si se desarrollan las políticas correctas, si las que hay son suficientes o si faltan nuevas. Con la innovación educativa muchas veces nos surge la duda de si el problema está bien identificado, si podemos apostar por la fiabilidad del dato, si los indicadores son los correctos o si se están tomando en cuenta los obstáculos que existen en un contexto concreto.Pero podemos contar con los profesores para eso.
La OEI desde hace ya tres años está liderando junto al Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes de España una Red Iberoamericana de Innovación Educativa con el objetivo de mejorar la calidad de los ecosistemas de innovación en los países de Iberoamérica. Lo hacemos de la mano de los centros educativos de la región en tres ámbitos: el fortalecimiento de alianzas institucionales, la mejora de las capacidades de la comunidad educativa y la generación del conocimiento.
Esta red nos ha permitido trabajar en la innovación fomentando la participación, el diálogo y la transformación educativa desde la base. La red desarrolla acciones a demanda para crear espacios de reflexión sobre determinadas políticas. También fomenta redes de trabajo que promueven la interlocución de las discusiones e impulsa el liderazgo de los centros para representar intereses colectivos. Es una red que, con más de una veintena de instituciones de toda la región, ya está en marcha y que continuamente reconsidera el para qué existe y el hacia dónde va.
Los retos siguen siendo muchos, pero tiene la clara intención de continuar posicionando la innovación educativa como un tema central. Tiene por delante la apuesta de que desde los centros se establezcan alianzas con otros actores, que se invite a líderes políticos a nuestros espacios de debate y que se promuevan peticiones colectivas con autoridades basándonos en problemáticas detectadas desde los propios centros con la única y clara intención de incentivar la innovación junto a toda la comunidad educativa.
No esperemos a que los profesores levanten la voz. Ya tienen suficiente responsabilidad con educar a las generaciones futuras. Somos nosotros, los que trabajamos en el diseño de las políticas, quienes debemos tomar la iniciativa y acercarnos a ellos para que sean escuchados y nos compartan todo lo que saben de la realidad que está ocurriendo dentro de sus aulas. Esa es la realidad que buscamos impactar para construir entre todos una educación de calidad, inclusiva y equitativa. Toda inversión en educación tiene un retorno positivo y de eso saben mucho nuestros docentes.