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Desde hace cinco años conduzco un programa de charlas educativas en directo que ha cosechado diferentes reconocimientos y premios. Presento el programa y entrevisto a familias, expertos, expertas y docentes. Yo no soy experta en las diferentes temáticas de las que hablan mis invitados e invitadas. Por tanto, aunque pueda tener una visión general de muchos temas, y opiniones personales al respecto de la mayoría, nunca me atrevería a ir hablar a ningún espacio sobre ellos.
Pues bien, desde que mi presencia en redes es notable, me han escrito en numerosas ocasiones para participar en mesas redondas, para invitarme como conferenciante a algún congreso o para impartir formaciones. No nos vamos a engañar, es muy agradable y muy halagador que nos llamen y supone abrirnos puertas a nuevas oportunidades. No es que yo sea especial, ni mucho menos, es una etapa por la que pasan casi todos los perfiles que tienen cierta relevancia en redes sociales. Sin duda, como decía, es un honor.
Aprender a decir que no
Y así lo fue en un primer momento, pero luego hay que ir aprendiendo a decir que no. Y ya no me refiero a decir que no porque tengamos demasiados eventos y debamos hacerlo por salud mental, que también, me refiero a decir que no a propuestas en las que no deberíamos participar porque se escapan de nuestra área de conocimiento.
Me han escrito para participar en debates sobre deberes o para dar formaciones sobre metodologías activas o sobre aprendizaje basado en proyectos, por poner algunos ejemplos. Soy capaz de ver que solo se me escribe porque soy “conocida”. Soy consciente de que yo no debo dar un curso sobre esos temas o que no debo participar en un coloquio sobre aspectos de la educación que no controlo. Y, como decía al comienzo, es posible que pudiese hablar algo de ellos, por todas las charlas que hemos tenido en estos cinco años. Sin duda, he adquirido una valiosísima cultura general del ámbito educativo, por decirlo así, que me sirve, y mucho, para mis clases a futuros docentes en la universidad. Pero, como es obvio, al menos para mí lo es, presentar charlas o conducir entrevistas no me hace experta para hablar de cualquier tema. Así lo digo siempre que me contactan. En esos casos, lo que hago es dar el nombre de otros compañeros y compañeras que sí pueden dar esas formaciones o que sí podrían estar en una mesa redonda o en un debate determinado.
Un ejemplo práctico
Pongamos el ejemplo inventado de los deberes, realmente la temática real era otra, pero no quiero desvelar la propuesta concreta. Se trataba de un medio importante, reconocido y respetado a nivel nacional, que contactó conmigo para formar parte de una mesa redonda. Mi primera reacción fue de sorpresa, ¿por qué a una docente universitaria especializada en educación online, herramientas digitales, redes sociales y aprendizaje informal se le estaba llamando para un debate sobre deberes?
Mi segunda reacción fue dar las gracias y responder diciendo que no estaba capacitada para hablar de ese tema porque (1) ni era experta en ello, (2) ni me encontraba especialmente vinculada a la temática por la etapa educativa en la que yo ejerzo y (3) que ni siquiera tengo niños o niñas a mi alrededor como para poder hablar desde un punto de vista personal.
Es decir, teniendo en cuenta un artículo publicado anteriormente sobre divulgación, lo que estaba transmitiendo es que no cumplía con ninguno de los perfiles básicos que entiendo que puede llevar a una persona a divulgar sobre un tema: ni investigo el tema (divulgación investigativa), ni tengo experiencia en el tema (divulgación profesional), ni puedo hablar en primera persona del tema (divulgación en primera persona).
Entonces, después de dar las gracias, una explicación y quedar disponible para otras ocasiones que se pudiesen adecuar más a mi perfil, me pregunté por qué habrían pensando en mí. Entiendo que será por mi presencia en redes sociales. Entiendo que pensarán que contar conmigo les dará visibilidad a sus eventos, algo que no creo que suceda realmente en mi caso concreto, pero puedo entender que lleguen a pensarlo. Y pienso que se está poniendo esa “supuesta popularidad en redes” por encima de la profesionalidad y la pertinencia de un invitado. En este sentido, me gustaría hablar de la necesaria responsabilidad y ética de las partes implicadas.
Responsabilidad de todas las partes
En primer lugar, considero que un medio no debe invitar a alguien por el número de likes o de seguidores, sino por su perfil profesional o personal, tal y como comento arriba: de qué vamos a hablar, qué punto o puntos de vista queremos ofrecer y quién puede tratar esos temas con conocimiento de causa. En ese sentido, a mí ya no me tendrían que haber escrito.
En segundo lugar, está la responsabilidad y la ética de la persona que recibe esa llamada. Sin duda, es una llamada muy golosa. Para mí, podría haber supuesto tener la ocasión de dar más protagonismo a mi proyecto de divulgación, de que me conozca más gente a nivel nacional e incluso de poder rascar un mérito para una futura acreditación en la universidad, ahora que la divulgación va ganando espacio. Sin embargo, nuestra respuesta debería ser no.
Esto es aplicable a los medios de comunicación, pero también a los centros de formación de profesorado o a los congresos, por ejemplo. En ocasiones no se busca a profesionales, se busca el show, el impacto. Desde mi punto de vista, ese no es un criterio de selección adecuado. Estamos llegando a un punto en el que algo solo es bueno si está en redes, si tiene repercusión mediática. Ya no importa el contenido, solo la forma.
Y esto tiene sus consecuencias. Porque si un medio a nivel nacional, una universidad o un centro de formación de profesorado llevan a un invitado o invitada, las personas asistentes tenderán a fiarse de la organización. Considerarán que es una fuente fiable, en la que pueden confiar y, consecuentemente, también reconocerán al ponente como tal. Espero que se pueda intuir el peligro que esto puede suponer, sobre todo en determinadas áreas de conocimiento, dando espacio a personas sin la debida preparación.
Sobre expertos todólogos y la tiranía del like
¿Y qué pasará con esa charla que yo he rechazado? Pues, sinceramente, creo que irá otra persona en mi lugar, que tanto puede saber más del tema que yo como menos. Pero irá. Supongo que no soy la primera que ha visto, en algunas entrevistas o jornadas, invitados o ponentes que le han chirriado un poco. Hay personas que hablan de todo lo que se les ponga por delante.
Lamentablemente, pienso que esto es muy difícil de cambiar. A día de hoy, parece una utopía. Tendría que empezar por los medios e instituciones que organizan eventos y cursos, tendría que seguir por nosotros mismos diciendo que no a ciertas propuestas y tendría que continuar, en último lugar, por no acudir a espacios en los que las personas invitadas no respondan a ninguno de los perfiles mencionados: si no investigan el tema, si no son profesionales con años de experiencia o no nos hablan desde sus vivencias personales, diferenciando muy bien los tres perfiles, habría que plantearse qué nos va a contar esa persona sobre el tema y con qué autoridad.
Que quede constancia que no deseo ser radical, ni mucho menos, cada uno conoce sus circunstancias y hay contextos muy variados. Además, yo soy la primera que he tropezado, y seguiré tropezando, con la misma piedra. Sin embargo, creo que puede ser sano y necesario reflexionar y debatir sobre ello.
Mientras tanto, se seguirá llevando a la televisión a futbolistas terraplanistas para participar en debates. En la sociedad en la que estamos inmersos, la verdad pierde valor día tras día, sepultada bajo opiniones del que tiene más likes o más gracia hablando. Antes todos opinábamos sobre fútbol o sobre una película, en la actualidad parece que también podemos aconsejar sobre medicina o nutrición, o realizar aportaciones sobre ciencia o física cuántica. El caso es decir algo en prime time. Lo que sea de lo que sea. Lo importante es figurar.