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La narrativa dominante que se nos vende, de forma acrítica, sobre la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) como la innovación educativa radical que “re-evolucionará la educación del Siglo XXI” es un subproducto del despliegue del capitalismo digital en el ámbito educativo, bajo el mantra de la innovación tecnológica y la modernización del sistema educativo.
Este capitalismo digital funciona a partir de la concentración monopólica y el control de la tecnología en unas pocas BigTech y del extractivismo sistemático de datos masivos (el nuevo oro blanco del siglo XXI) que se usan para predecir comportamientos y moldear deseos.
Narrativa de re-evolución digital
Con demasiada ligereza se ha llegado a “naturalizar” paulatinamente la IA como una herramienta inevitable cuyo horizonte parece constituir la base del supuesto cambio educativo o innovación revolucionaria del siglo XXI. En ello han colaborado voces del sector privado, las BigTech, organismos multilaterales y académicos, afines a perspectivas tecno-optimistas y tecno-deterministas, para quienes la incorporación de IA representa el parteaguas de una transformación radical de la educación.
En distintos países, es posible ver cómo un número cada vez mayor de Instituciones de Educación adoptan, publican o producen manuales para el correcto uso de la IA en educación, en los cuales se muestran las mejores prácticas que permiten incrementar la productividad del trabajo docente, así como la eficiencia de los resultados de los estudiantes. Dichos manuales, por lo general, no distan del discurso corporativo que ha constituido el mantra de innovación educativa que, forjado en Silicon Valley, ha terminado por expandirse a nivel global.
Este discurso, que parte del principio de la inevitabilidad de la tecnología corporativa (producida, gestionada y controlada por el gran capital privado) para el avance de la humanidad, es impulsado prioritariamente por las BigTech y sus socios, entre quienes destacan Google y Open AI, cuyo fin es, esencialmente, expandir un modelo de negocio en el lucrativo campo de la educación, consolidar posiciones monopólicas en el mercado de la tecnología a nivel global y ocupar cada vez más espacios estratégicos de gobernanza en los sistemas educativos.
En suma, la narrativa dominante de expansión, adopción y uso de IA en educación es un subproducto del despliegue del capitalismo digital en el ámbito educativo. Sin ser conscientes muchas veces de las consecuencias y los riesgos educativos de la incorporación de forma acrítica de la IA generativa en la Educación en un contexto de capitalismo digital y del uso de tecnología orientada a la ganancia.
Modelo de negocio
El modelo de negocio de las plataformas digitales busca la generación de ganancias. Conjuga la explotación, el rentismo y la especulación. Todo ello centrado en la extracción de información de las actividades humanas y la consolidación de infraestructuras digitales para modular, rastrear, intervenir y obtener ganancias del comportamiento de los usuarios. Elementos esenciales que conforman el despliegue de la IA generativa.
El modelo de plataforma funciona a través de una lógica monopólica que busca incrementar permanentemente el número total de usuarios dados de alta en ella, ya que eso hace que dichas infraestructuras atraigan a su vez más usuarios y por ende pueden obtener más relevancia (Amazon, AirBnB, Facebook, etc.). Esas mismas empresas resultan cruciales en la expansión y crecimiento de los servicios de IA, ya que controlan la infraestructura digital sobre la cual se montan los procesos de data mining fundamentales para el desarrollo de contenido por parte de los proveedores de IA.
Sin capitalismo digital, la IA no existiría, y sin IA, el capitalismo digital perdería un importante enclave de extracción de conocimiento socialmente producido.
Además de la economía extractiva de datos, en el capitalismo digital se han desarrollado otros esquemas de negocio que han impactado ya directamente a la educación y que representan nuevas formas de transferencia de recursos del sector público al sector privado.
Propiedad y control de los medios de producción digital
La reciente caída de la nube de Microsoft en una actualización del antivirus CrowdStrike Falcon y con ello las consecuencias diversas que esto provocó en distintos sectores de la vida social, nos muestra con claridad el nivel de concentración de la propiedad relativa a los recursos de infraestructura digital con los cuales la sociedad lleva a cabo sus actividades cotidianamente. Esto nos permite también comprender la relevancia del debate sobre la propiedad de las infraestructuras digitales.
La concentración monopólica de las empresas BigTech sobre la infraestructura digital constituye una barrera de entrada muy complicada de superar, además de que han logrado que distintos sectores anexos dependan de sus decisiones ejecutivas. Las políticas de expansión, por otro lado, mediante compras de empresas menores o financiamiento a startups con el objetivo de mantenerlos en su esfera de influencia, nos permite ver que a la par de un control tecnológico, se consolida también un poder político, como se ha visto recientemente con el apoyo explícito y sostenido del dueño de la red social X a Trump en Estados Unidos.
Para algunos expertos nos encontramos en un orden tecnofeudal en el cual unos grandes “señores digitales” controlan sin límite, además de la infraestructura digital, una renta permanente derivada de un flujo constante y continuado de extracción de datos de toda la humanidad.
Un elemento clave de este control es la dependencia estructural de la IA respecto a estos monopolios digitales de la BigTech. Pero a ello se añade otro más, vinculado a los supuestos que subyacen al diseño y control de la IA, que se están llevando a cabo a partir de criterios que parten de los intereses y necesidades de quienes controlan esas BigTech, generalmente hombres blancos de familias adineradas y entornos privilegiados, donde proyectan su forma de entender el mundo, no la de sus participantes. Incluso la concepción misma de Inteligencia Artificial, moldeada por las perspectivas generales de Silicon Valley, apunta a pensar que el ADN de la IA generativa está marcado por la retórica neoliberal libertariana que se desprende de la denominada Silicon Doctrine.
La Doctrina Silicon
La Silicon Doctrine, moldeada por la industria armamentística y los fondos de inversión especulativos, demanda “libertad para las corporaciones, sometimiento para los consumidores”. Su desafío radical frente a cualquier intento de regulación de su modelo capitalista de concentración política de poder se mezcla con una retórica individualista de reconocimiento de minorías étnicas, culturales y sexuales. Exige limitar la acción de los Estados y fomentar la presencia de actores privados en educación, sanidad, servicios públicos, etc., regidos por las “reglas” del mercado. El progreso o el fracaso es responsabilidad personal de cada uno. El consumidor está en el centro de su fe, una versión monetizada del individuo, entusiasmado con la perspectiva de ascender socialmente en el ecosistema de la meritocracia tecnológica.
Como analizan Aitor Jimenez, profesor de la Universidad de Auckland (Australia) o Jaime Caro Morente, la Silicon Doctrine se basa en tres pilares:
- un modelo productivo basado en la extracción de datos de los usuarios-trabajadores digitales;
- una gobernanza libertariana de la red: la producción, la información y los flujos de comunicación deben estar regulados por agentes privados según las “reglas” del mercado (cuestiona la legislación basada en derechos como un obstáculo para el desarrollo);
- un mercado laboral “liberalizado”: es decir, caracterizado por relaciones laborales sin negociación colectiva, basado en criterios radicales de temporalidad, flexibilidad y finitud, exigiendo desmantelar el Estado de Bienestar Social y el Estado de Derecho.
En resumen, la Doctrina Silicon Valley propone un modelo legal coherente con su proyecto ideológico capitalista, neoliberal, neocolonial y libertariano. Más que una novedad, la Doctrina Silicon Valley reinventa el proyecto neoliberal, adaptándolo a la era digital. Esta doctrina que subyace, define y condiciona el diseño y la concepción de la tecnología, de la IAG y marca el uso que se hace de ella en las aulas, el cual, insistimos, no es neutral.
Por eso, este nuevo escenario que tenemos frente a nosotros requiere un abordaje integral en el ámbito de la educación que vaya más allá del lugar común de pensar la tecnología digital como una herramienta disponible para su utilización, una herramienta sin historia, sin un contexto de producción específico, sin política previa.
La tecnología actual está impulsada por un contexto social en el cual el capitalismo digital se ha expandido en cada vez más esferas de la sociedad, contribuyendo ahora a un modelo de negocio basado en una actividad extractiva de datos que consiste en la sangre del sistema. Esta actividad extractiva termina por apuntalar un esquema de expropiación del conocimiento socialmente producido, útil para entrenar a las tecnologías y mejorar su capacidad y alcance en la producción de respuestas y contenido que están diseñando el futuro. No es que estén vigilando nuestro futuro, sino que están condicionando nuestro presente para que, llegado el momento, nos comportemos tal como imagina quien diseña ese futuro.
Puede leerse más al respecto en el artículo recientemente publicado: Díez-Gutiérrez, E.-J., & Jarquín-Ramírez, M. (2025). Capitalismo digital y universidades: una reflexión sobre los riesgos educativos del uso de tecnología orientada a la ganancia. Sintaxis, (14), 49–68. https://doi.org/10.36105/stx.2025n14.04