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Durante la pandemia de la covid-19, una de las teorías de la conspiración que cobró más fuerza fue la que vinculaba la tecnología 5G con el coronavirus. Se dijo que las antenas 5G eran las causantes de la covid-19, que las vacunas en realidad contenían microchips que podían controlarse mediante esta tecnología, y también se le atribuyeron efectos cancerígenos o perjudiciales sobre el sistema inmunológico, entre muchas otras acusaciones sin fundamento.
Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo recientemente por la Universidad Constructor de Bremen (Alemania) no ha encontrado pruebas de daños celulares en el tejido humano causados por las frecuencias 5G. “En condiciones experimentales que superaron los niveles de exposición reales hasta diez veces, no se encontraron signos de daño celular”, explican los investigadores. Una evidencia que se suma al cuerpo científico actual, que no ha encontrado asociaciones perjudiciales entre ambas cosas, como ya explicó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en febrero de 2020 en relación con la llegada de la red 5G. La OMS dijo entonces que “los niveles de exposición a la radiofrecuencia de las tecnologías actuales provocan un aumento de temperatura insignificante en el cuerpo humano”.
Pero, aunque no haya pruebas que apunten en esa dirección, decenas de mensajes desinformativos se han propagado en la última década alertando sobre la peligrosidad de esta tecnología. ¿De dónde surgen? ¿Qué ingredientes tiene una teoría de la conspiración?
Los ingredientes de una teoría de la conspiración
Las teorías de la conspiración sobre la tecnología 5G han generado una alarma que provocó ataques contra torres de telefonía móvil en países como Reino Unido, Irlanda, Países Bajos, Chipre, entre muchos otros. Las teorías de la conspiración son un tipo de desinformación que hacen creer a la población que grupos poderosos con malas intenciones manejan los hilos de forma secreta para manipular ciertas situaciones y mantener su poder. En el caso del 5G, se apuntaba al filántropo Bill Gates, a quien acusaban de estar al frente de un plan mundial de las élites para implantar microchips en humanos y controlarlos.
Una investigación del medio especializado en desinformación NewsGuard encontró que el origen de la teoría era anterior a la pandemia de la covid-19, y se mencionaba inicialmente en la web francesa “Les moutons enragés”, dedicada a la difusión de conspiraciones. Pero sobre todo ganó fuerza después de que se viralizara una conferencia de Thomas Cowan, un promotor de teorías conspirativas que hablaba de correlación entre los campos electromagnéticos y la tecnología 5G.
Por su parte, una investigación de la London School of Economics (LSE) analizó los tuits que mencionaban las palabras “coronavirus” y “5G” entre el 27 de marzo y el 4 de abril de 2020, y encontró la cuenta que había iniciado la tendencia en esta red social. Era la cuenta @5gcoronavirus19, que envió 303 tuits en siete días. El estudio indica que los instigadores de la teoría sabían cómo utilizar el algoritmo a su favor para difundir su mensaje, por ejemplo, etiquetando a figuras famosas como el presidente Trump, que les daban visibilidad.
Entre las razones por las que alguien puede llegar a creer una narrativa conspirativa hay tres motivos psicológicos “fundamentales”: querer comprender el mundo, afrontar la incertidumbre y conectarse con los demás, según una nueva metaanálisis (una revisión científica de todo lo publicado sobre un tema concreto) de 279 estudios sobre creencias en teorías conspirativas.
Cuando las personas sienten incertidumbre, confusión o se sienten desbordadas, pueden recurrir a teorías de la conspiración para experimentar que han descubierto una verdad oculta, por ejemplo. Estas creencias pueden ofrecer una especie de defensa psicológica, al dar a las personas alguien a quien culpar o una razón para explicar por qué ocurren cosas malas. A veces, las personas creen en teorías de la conspiración para sentirse especiales, superiores o parte de un grupo muy unido, explica la revisión.
Ningún impacto demostrado en la salud
En Verificat, desmentimos mensajes que, por ejemplo, afirmaban que las vacunas contra la covid-19 tenían como misión implantar nanosensores en el cerebro, que permitirían dar órdenes al organismo a través de las redes 4G y 5G. Ninguna vacuna contra la covid-19 está diseñada para introducir sensores en el cuerpo o el cerebro, y la nanotecnología que se utiliza en medicina sirve para tratamientos concretos (como diagnosticar enfermedades), pero no tiene relación alguna con la conexión a redes móviles. Además, el Gobierno del Reino Unido explica en su sitio web que los virus no pueden viajar a través de ondas electromagnéticas, por lo tanto, el 5G tampoco podría causar infecciones virales ni tiene relación con ninguna de las variantes de la covid-19, como también se había afirmado.
También se dijo que los teléfonos móviles podían causar alzhéimer, según un supuesto estudio científico, pero se trataba de una publicación sin suficiente rigurosidad. Además, la relación entre las ondas electromagnéticas y el aumento de calcio en las neuronas se ha estudiado, pero la evidencia científica señala que no hay indicios suficientes para vincular ambos factores. Estos son solo algunos ejemplos de las desinformaciones que han circulado en torno a la teoría de la conspiración sobre el 5G.
La radiación 5G es un tipo de radiación no ionizante —es decir, de baja energía— que no afecta al ADN ni a la salud de las personas, más allá de poder producir calentamiento de forma localizada si se superan ciertos umbrales regulados.
Un documento de 2020 de la Comisión Internacional de Protección Radiológica No Ionizante (ICNIRP, por sus siglas en inglés) recopiló numerosos estudios independientes sobre los efectos de las radiofrecuencias, y concluyó que “no hay evidencia de efectos adversos sobre la salud con exposiciones por debajo” de los límites establecidos. Es la misma conclusión recogida en una revisión publicada en el boletín de la OMS.
Para abordar estas creencias con jóvenes, es necesario ir más allá de la simple verificación de hechos y tener en cuenta la dimensión emocional que las hace tan atractivas. En desfake.cat, hemos diseñado una propuesta pedagógica específica para trabajar las teorías de la conspiración con alumnado de secundaria, que combina el análisis crítico de contenidos con una mirada atenta a los mecanismos psicológicos y sociales que las sostienen. Esta propuesta ayuda a entender por qué estas narrativas pueden llegar a convencernos y enseña a identificar las señales habituales de las conspiraciones, reforzando al mismo tiempo una actitud de curiosidad crítica y empatía hacia quienes puedan llegar a creer en ellas.