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El lunes 30 de mayo de 2016, un titular aparecía replicado en varias cabeceras de prensa con el uso de un condicional hiriente: «Alrededor de 900 personas podrían haber muerto ahogadas en el Mediterráneo». En realidad, tan contundente titular recogía un agónico mensaje en las redes sociales escrito horas antes por Médicos sin Fronteras, alertando de una semana trágica en el mar, con la certeza de diversos naufragios pero sin disponer de los datos exactos de cuantas personas habían fallecido. Solo se contaba con la información facilitada por unos pocos supervivientes que, en la mayoría de los casos, desconocían el número exacto de los desaparecidos, ni su identidad.
Esta incapacidad de poder dar un número de fallecidos y el consecuente uso del condicional impactó en el periodista y poeta Javier Gallego, creador y director del programa Carne Cruda, cuyas sensaciones se plasmaron en uno de los textos del poemario publicado pocos meses después por la editorial Arrebato Libros: El grito en el cielo (2016). En esta obra, el autor recuperaba la poesía para hablar de política, con un compromiso social que se expresaba de modo tajante en la forma para alertar de las injusticias que contemplamos a diario precisamente en los medios. Unos medios que, por reiteración, pueden inducir a que nos acostumbremos a las tragedias más crueles sin valorar la importancia de estas, ahora que sabemos que solo en el siglo XXI han muerto más de tres decenas de miles de personas en el Mediterráneo, muchas de ellas desaparecidas, una gran parte incluso desconocidas hoy en día.
Ese clamor expresado en el título del poemario tuvo una peculiar representación gráfica de uno de los poemas que contenía, justamente el dedicado a esos naufragios que quedan resumidos en una frase corta y concisa, y se hizo en el cómic homónimo titulado Como si nunca hubieron sido (2018), ya en su cuarta edición, publicado por el sello Reservoir Books. Y el autor de poner en imágenes esos descarnados versos fue su propio hermano, el pintor Juan Gallego, doctor en Bellas Artes y profesor titular de pintura e ilustración en la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad Rey Juan Carlos.
El cómic adapta el conciso texto del poema original para narrar de forma gráfica el periplo realizado desde la salida de la costa hasta su naufragio, con varios finales posibles, incluido la desaparición definitiva o acabar en las redes de un barco de pesca. Y lo hace sin acompañar a un protagonista concreto, representando la realidad de un drama colectivo que no atiende de género, edad o nacionalidad, utilizando un blanco y negro desgarrador que intensifica la dramatización, y más pensando en que una gran parte de esos hechos acontecen en la oscuridad de la noche. El autor escoge un único estilo que da coherencia a toda la obra, dotándola de un realismo orgánico aterrador al escoger unos primeros planos que hace empatizar al lector con el pánico vivido por todos esos asustados navegantes.
El dibujante tardó ocho meses en realizar todo el cómic, entre enero y agosto de 2018, realizado en paralelo a su labor académica, empleando horas de descanso, fines de semana y vacaciones. Ocho meses en los que el proyecto Missing Migrants de la Organización Internacional de la Migración (IOM) sobre los migrantes muertos y desaparecidos tratando de llegar a Europa realizando la travesía del Mediterráneo cifraba en 1.549 personas los muertos y/o desaparecidos en ese tiempo, y que el propio cómic recoge en una tabla al inicio de este, en un esfuerzo de no invisibilizar a los verdaderos protagonistas de la historia, muchos de ellos anónimos involuntarios.
El año en que se estuvo gestando la posibilidad de adaptar en cómic un poema sirvió para producir una primera obra conjunta de los dos hermanos, lo que llevó a Javier a proponer a la vez un segundo cómic sobre una idea que le rondaba desde hacía años y de la que estaba convencido que la mejor manera de llevarse a término era en forma de cómic, teniendo en cuenta la exigencia visual que suponía, al incluir pensamientos alucinógenos del protagonista. El guion definitivo de ese segundo cómic, tras cinco versiones de reescritura, se realizó en paralelo mientras se dibujaba el primer cómic, y los ocho meses de trabajo de ese primer cómic se han convertido en siete años de dibujo en esta segunda obra conjunta, una métrica fundamental para valorar la complejidad de la propuesta y de la calidad del producto final.
En mayo de 2025, de nuevo el sello Reservoir Books del Grupo Editorial Penguin Random House publica el cómic La plaga, con guion de Javier Gallego y dibujo de Juan Gallego. El concepto surge a partir de una experiencia real de Javier cuando vivía en un piso compartido hace varios lustros y en una de las estancias se produjo una plaga de gusanos, una plaga que fue muy difícil de eliminar, provocando una gran desesperación entre los inquilinos por la impotencia que generaba la virulencia de los brotes, apareciendo una y otra vez a pesar de las medidas higiénicas y más o menos agresivas que intentaron realizar.
Esa plaga física y real se transforma en el cómic en una plaga metafórica donde la presencia de los gusanos permite visualizar el avance del delirio del protagonista, Pedro, un arquitecto que está a punto de cumplir los cuarenta años y que vive solo en un piso, después de que se rompiera su anterior relación, tras una trágica noticia en la pareja. La historia comienza el martes 24 de febrero de 2015, un día antes de cumplir con esas cuatro décadas y con el temido cambio de dígito en la edad, una fecha clave para entender todo lo que acontecerá a continuación, o quizás sobre lo que podría haber sucedido.

El año en el que supuestamente acontece la historia es importante, aunque los lectores no lo descubrirán hasta la última página. Por ejemplo, entre otros motivos, es importante para identificar un perfil raro del protagonista cuando descubrimos que Pedro no tiene móvil en esa época cuando era algo ya habitual, y deberá esperar en el teléfono fijo a que le llamen para felicitarlo, puesto que en el trabajo nadie es consciente de que es su aniversario. Aunque pronto sabremos que solo le llamará su madre puntualmente por la mañana, y, tarde, su hermano desde Suecia con el que habla dos veces al año, por su cumpleaños y por el de su hermano que, por cierto, no se había acordado, le ha avisado su mujer, y ha reaccionado de forma automática al anual ritual llamando inmediatamente, aunque ya por la noche. Y ha quedado pendiente recibir la llamada de su anterior pareja, quizás porque también se ha olvidado, o quizás como señal de romper definitivamente los pocos lazos que restan. Una soledad manifiesta en un piso de un edificio compartido de numerosos vecinos en una gran ciudad, en la que si te sucede alguna cosa en tu hogar (como no tener fuerzas ni de levantarte de la cama por la mañana, simplemente), solo se darán cuenta en el trabajo ante tu ausencia.
El relato nos muestra de forma visceral esa sociedad urbana atomizada, con individuos desconectados entre sí que viven de forma acelerada, una de las claves de la modernidad tal y como nos advertía el sociólogo contemporáneo alemán Hartmut Rosa, del que pudimos leer en castellano en 2016 su libro Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía (Alienation and Acceleration. Towards a Critical Theory of Late-Modern Temporality, 2010). En el ensayo, Rosa demostraba que el mundo ha estado atrapado desde la revolución industrial en una espiral de aceleración sin precedentes, nacida de la combinación de aceleraciones demográficas, económicas, tecnológicas y sociales, que pueden identificarse en tres planes diferenciados: la aceleración tecnológica, asociada a la evolución de los procesos relacionados con el transporte, la comunicación y la producción que transforman a la sociedad desde dentro; la aceleración del cambio social, que impulsa un cambio fundamentado en el progresivo declive de la familia y el trabajo, desde un punto de vista de pérdida de estabilidad y perdurabilidad; y la aceleración del ritmo de vida, que se constata un incremento de la necesidad de vivir episodios de acción o experiencias por unidad de tiempo y una confusión desbocada entre comprar y consumir.

Pedro, el protagonista de La plaga, vive obsesionado consultando continuamente el reloj, siguiendo una rutina diaria repetitiva, en el hogar, en el desplazamiento al trabajo, y en su mesa de dibujo en que pasa toda la jornada laboral, puesto que también reconoce que no le gusta trabajar con el ordenador. «Hace por ti, te vuelves perezoso», recalca en una de las viñetas, poco antes de mostrar ira al errar en un trazo, parece que toda su vida no debe de salirse de la línea programada de antemano, en un comportamiento que la ficción ha asociado habitualmente a trastornos del espectro autista, con diferente grado de diagnóstico. Así que la plaga de gusanos en su hogar es una irrupción a ese orden establecido, algo que le alterará profundamente y decidirá cambiar la medicación que se toma, incluidas las pastillas para poder dormir, habituales en su pauta cotidiana.
Esos delirios lisérgicos son representados de forma magistral a través del arte del dibujante, con un estilo que va evolucionando en paralelo a las alucinaciones del protagonista, desde un acabado realista al inicio a una representación deformada de la realidad, a la que hay que sumar la representación de seis sueños a lo largo de los tres actos en que se divide el cómic, los seis dibujados con un estilo diferente, aunque con el blanco y negro característico de la representación onírica. En esos sueños comprendemos el ansia del protagonista por diseñar su propio mundo al que le ha dado forma a través de sus dibujos a lo largo de los años, evocando el lugar inventado que había imaginado junto a su padre y hermano en la infancia. Ahora, hastiado por esa plaga interior que le atormenta y le devora, intenta evitar al máximo las relaciones con los demás, lo que le aísla aún más convirtiendo el hogar en una tortura claustrofóbica, favoreciendo la alteración progresiva de la conciencia. Y todo ello mientras queda desubicado de su rutina diaria, perdido, como esas hojas no numeradas del cómic, cada una de ellas verdaderas joyas artísticas. Una lectura imprescindible, a ser posible, para comentar con los que tengas a tu alrededor.
