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Hace unas semanas escribía en este mismo medio unas líneas sobre la ética en la divulgación y en la formación. Resultó curioso que a los pocos días de esa publicación, me hiciesen llegar un curso, de un centro de formación de profesorado, en el que se ofrecía una formación para profesorado de etapas obligatorias, a cargo de una persona que: 1) no era investigador; 2) nunca había dado clase; 3) no podía hablar en primera persona del tema. Pero, eso sí, tenía cierta relevancia en redes sociales. Y ahí estaba, como formador destacado para decirte cómo aplicar un tema X en tus clases. Lo siento, yo no lo veo.
No deseo personalizar en nadie en concreto, pero me resultó curioso, como digo, encontrarme esa formación a los pocos días de escribir ese artículo. Estaba frente a un “para muestra un botón” de manual. Y ese es solo un ejemplo.
Además, desgraciadamente, esto suele provocar un “efecto llamada”: si lo llevan a una formación, será que es bueno, ¡Vamos a llevarlo a más!
Reflexionemos sobre responsabilidades
Y volvemos a lo indicado en el artículo anterior: ¿Quién es responsable de que esto suceda? ¿la persona encargada de decidir su contratación? ¿la persona en cuestión por aceptar desarrollar una formación para la que claramente no está preparado? ¿las personas que se apuntan al curso? El problema de esta última opción es que las personas asistentes, como también comentábamos en el artículo anterior, pueden (y deberían poder) fiarse de su centro de formación de referencia. Por otro lado, la persona que decide aceptar puede:
- a) necesitar el dinero (cada uno tiene sus circunstancias y tampoco se puede juzgar).
- b) tener un ego muy grande y sentirse capaz de desarrollar esa formación (la ignorancia es muy valiente y todos podemos haber pasado por ahí, no seré yo la que tire la primera piedra).
- c) las dos anteriores son válidas.
- d) otras opciones (ya me diréis vuestra opinión).
Pensando que esas circunstancias se pueden dar, creo que, al final, mojándome un poco más que en mi anterior publicación, diría que la responsabilidad es del centro de formación que contrata a esa persona. Cuando un centro de formación decide llevar a alguien como formador, tiene la responsabilidad de realizar una pequeña “investigación” para comprobar si la persona es la adecuada para ese puesto.
No, no es bueno por estar en redes (tampoco malo)
En este sentido, podríamos entrar a debatir qué criterios se deberían seguir para llevar a cabo esa valoración. Desde mi punto de vista, ser conocido en redes sociales o tener seguidores no debería ser la razón principal, aunque pueda tenerse en consideración. Aquí volvemos a esa idea de que no todos los perfiles que tienen muchos seguidores en redes sociales producen o comparten contenido de calidad. Y aún en caso de que lo hagas, eso no te convierte en experto en nada.
Repito lo que ya he dicho en anteriores ocasiones. Que yo entreviste a profesores que gamifican, que desarrollan proyectos en su aula, que nos explican cómo evaluar o cómo atender a la diversidad, no me convierte a mí, Ingrid Mosquera, en experta en esas materias.
Pediría, desde estas líneas un poco más de rigurosidad en esto. No es oro todo lo que reluce, ni algo necesita relucir para ser bueno.
Dejemos de buscar a través de la pantalla
Guiémonos menos por lo que aparece en redes sociales y miremos más a nuestro alrededor, a nuestro entorno analógico, al compañero de centro que está haciendo “algo” en su aula que le está funcionando, aunque su “innovación” no tenga un nombre concreto terminado en “ing”; a esa coordinadora de bienestar que ha conseguido mejorar la convivencia en el centro del barrio vecino o a esa familia que ha colaborado en el diseño de un nuevo patio más inclusivo.
Muchos profesores no quieren usar las redes sociales, o no graban en vídeo a su alumnado (y menos mal), pero te podrán dar consejos prácticos y útiles que te ayudarán en tu día a día. Ojo, esto no quita que haya grandes profesionales en redes sociales. Hay maravillosos docentes en activo (o que lo han estado) que hacen una labor extraordinaria compartiendo altruistamente su trabajo, muchos son amigos y saben que no me refiero a ellos. Lo que aprendemos en redes sociales de nuestros compañeros y compañeras no tiene precio. Nunca se lo podremos agradecer suficientemente. Pero no son todos los que están ni están todos los que son.
La prueba del algodón (título con guiño para boomers)
Ojalá algunos centros de formación de profesorado (no todos y no siempre) dejen de mirar para las redes como primer criterio de selección. Y nosotros también. Cuando haya una formación, fíjate en primer lugar, en el tema, en el contenido, y no te dejes llevar únicamente por modas. Después, revisa el nombre del ponente, de la formadora. A veces, como es el caso del curso que llegó a mis manos, la descripción ya debería hacerte dudar, si lo más destacado que se pone de la persona es su presencia en redes sociales. Y luego, revisa sus redes, si las tiene, o búscalo en internet. Puede que te toque hacer el trabajo que el centro de formación no haya hecho previamente, pero mira, al final, mejor será no perder el tiempo, no escoger el camino equivocado y no contribuir al encumbramiento de “falsos gurúes educativos”.
Y de nuevo, como en ocasiones anteriores, no deseo generalizar. Esta publicación parte de mi experiencia personal en redes, de lo que puedo leer y de lo que me llega. Hay centros de formación que son referentes y que hacen un trabajo espectacular, tanto si este se divulga en redes como si no llegamos a enterarnos de ello. Solo me refiero a esa formación. A esa en la que estás pensando. De esas de las que todos conocemos alguna.
No lo sé, quizás me equivoque y a ti te parezca bien. Yo creo que tenemos muchas y muchos docentes en nuestras aulas de los que podríamos aprender de tú a tú, de manera horizontal, conociendo los pros y los contras de explicaciones e ideaciones que en teoría suenan muy bien porque “el papel lo aguanta todo”.
Retrocedamos un paso o dos. Sigamos aprendiendo de las redes, que son una imprescindible fuente de aprendizaje que siempre defenderé, pero no lo hagamos depender todo de ellas. No nos dejemos llevar por el número de likes ni por publicaciones “molonas” carentes de contenido o de experiencia práctica alguna.