El docente e investigador argentino Mariano Narodowski (Buenos Aires, 1961) vaticina una transformación de los sistemas de aprendizaje de la mano de la tecnolgía para la próxima década. Exministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (2007-2009) y actualmente profesor de la Universidad de Torcuato Di Tella, en la capital, se autodefine como «un educador del siglo XVII que habla mientras sus alumnos toman nota y preguntan». En Futuros sin Escuelas. Tecnocapitalismo, impotencia reflexiva y Pansophia secuestrada (Puertabierta Ediciones, 2022), un provocador primer volumen de una serie de publicaciones de varios autores sobre el futuro de la educación, escribe: «Esta tarde se cerró la última escuela», una advertencia de los escenarios que anticipa.
En su texto plantea una especie de dicotomía entre la tecnología educativa y la tecnología digital, la vieja tecnología versus la nueva. ¿Está llegando el final de la escuela tal y como la conocemos hasta hoy para caminar hacia un nuevo sistema en el futuro?
La modernidad europea occidental planteó desde el principio la escuela como un instrumento para la igualdad, lo que yo llamo la pansofía, o sea el saber humano para todos. Se planteó la tecnología escolar como un medio para, no como un fin en sí mismo. Por lo tanto, es totalmente razonable pensar que puede haber otros medios que puedan superar, sustituir o complementar a la tecnología escolar, sobre todo teniendo en cuenta que, si bien tuvo grandes éxitos en la historia humana (nunca como ahora tantas personas dominan la lengua escrita, por ejemplo), también es cierto que en 300 años de historia, la escuela nunca alcanzó la pansofía. Muchos países del mundo, entre los cuales están los latinoamericanos, están muy lejos de lograrla. La igualdad frente al conocimiento es sólo patrimonio de un puñado de países ricos.
¿Cuál es el mayor impacto social de la expansión de la tecnología digital en las escuelas?
En la segunda mitad del siglo XX, aparecieron tecnologías de enseñanza de transmisión del conocimiento que tienen que ver con pantallas, con redes, con inteligencia artificial (IA) que, en gran medida, presentan desafíos a la tecnología escolar. El más importante es que la tecnología escolar perdió el monopolio de la enseñanza: hasta la Segunda Guerra Mundial, el único lugar legítimo para aprender cosas eran las escuelas, mientras que hoy son un lugar más entre muchos otros. Es razonable que estas nuevas tecnologías de enseñanza se mezclen con lo escolar o puedan superarlo. Todavía estamos lejos de eso, aunque en la pandemia ya se demostró que esas tecnologías lograron -aunque no del todo bien- sustituir una parte de la escolarización.
A medida que las grandes corporaciones inviertan más, mayor y más rápido se va a imponer la innovación
¿La pandemia aceleró este proceso de digitalización escolar?
La pandemia evidenció los problemas de las instituciones escolares y profundizó muchos de ellos. También aceleró la incorporación de algunas tecnologías digitales y no lo hizo más porque las tecnologías digitales de la educación, en general, son del siglo XX, como el Google Classroom. Recién ahora, con el chat GPT-4, hay algunos experimentos un poco más interesantes, como Khan Academy, que sí está tratando de cambiar la lógica de lo digital aplicado a la educación. A medida que las grandes corporaciones inviertan más, mayor y más rápido se va a imponer la innovación. No creo que los cambios vengan por el lado de la política. Al contrario, la política intentará mantener al máximo el sistema escolar como lo conocemos. Los cambios vendrán del lado de la innovación tecnológica y del mercado. Va a llegar un momento en que los docentes, las familias y los propios estudiantes van a ver un cambio en sus vidas, tal y como nosotros vimos un cambio en las nuestras al incorporar los teléfonos inteligentes.
¿Esa aceleración provocada por la pandemia ha profundizado la brecha escolar digital?
Posiblemente, sí. Pero cada vez más gente tiene dispositivos porque son cada vez más baratos. Lo mismo ocurre con la conectividad, aunque eso no quiere decir que sea universal. Es probable que en una década tanto los dispositivos como la conectividad ya no sean un problema.
Hasta ahora lo ha sido. Naciones Unidas advirtió del aumento de la brecha digital por la pandemia entre niños, niñas y adolescentes, sobre todo en América Latina.
Hay una brecha y eso es innegable, pero si miramos el corto-mediano plazo hacia atrás veremos que esa brecha, sobre todo con los teléfonos inteligentes, se está acortando muchísimo de una forma aceleradísima por la reducción de precios de estos dispositivos, directamente relacionada con la lógica de mercado. Incluso la penetración de los teléfonos inteligentes en los países más pobres de África es cada vez más importante, aunque hay muchos problemas de conectividad.
Al final de su texto escribe un post scriptum en el que imagina que en 2030 “el desplazamiento de lo escolar hacia otros formatos” será “imparable”, habla del avance de las neurociencias con nano robots y chips, de los screening fetal para “exportar” a los mejores individuos a los países ricos y del cerebro como commodity. Un escenario un poco inquietante. ¿Es una exageración o caminamos hacia allá?
Hay muchos escenarios futuros: proyectar una única ucronía es un ejercicio de deshonestidad intelectual. Yo presento distintos escenarios basándome en la idea de que la defensa irrestricta de la escuela actual es un efecto de nostalgia y pensando que lo que viene van a ser distintos acoplamientos entre distintas tecnologías con el cuerpo. Entiendo que puede ser un poco inquietante, pero en toda la historia de la humanidad hubo cambios de ese tipo. El Homo Sapiens inició la lechería, el ordeñe de vacas y cabras, y eso implicó una modificación genética para que los cuerpos puedan admitir bien la lactosa; lo mismo pasó con la revolución agrícola para aceptar las harinas. No hay motivos para pensar que esos cambios evolutivos se hayan terminado. No creo que sea exagerado, depende del grado de aceleración. La sociedad capitalista es una sociedad de aceleración: necesita destruir lo viejo para generar lo nuevo, es parte de su propia dinámica. En el caso de la enseñanza, no hay motivo para pensar que eso no va a ocurrir, sería un efecto de la nostalgia y de la defensa de la escuela en bloque, que a mí me parece incorrecta, porque la escuela siempre fue un medio, no un fin en sí mismo.
La sociedad capitalista necesita destruir lo viejo para generar lo nuevo, es parte de su propia dinámica. En el caso de la enseñanza, no hay motivo para pensar que eso no va a ocurrir
En su tesis también apunta que los docentes podrían desaparecer.
Los procesos de mecanización y automatización se dan en todas las profesiones. Algunos procesos docentes ya están automatizados, por ejemplo, plataformas adaptativas para matemáticas, los nuevos procesos de Khan Academy vinculados a la inteligencia artificial usando GPT-4. No hay motivos para pensar que esto no pueda suceder en la docencia. Los modelos actuales de inteligencia artificial no son inteligencias artificiales reflexivas, son puramente memorísticas e intuitivas y todavía no tienen capacidad de enseñar, pero todo esto avanza rápidamente y puede haber un escenario diferente.
Dice que esa extinción de los docentes podría ser debido al cambio en las relaciones, que hoy son asimétricas. ¿Lo puede explicar?
Uno de los grandes logros de la tecnología escolar es la asimetría entre el que enseña y el que aprende, que es una relación típica de la enseñanza. Pero los procesos de mecanización en el capitalismo tienden a desjerarquizar las funciones, haciéndolas más simples y entre equivalentes. La pregunta es ¿se va a perder esta organización asimétrica?
También habla del futuro de la certificación escolar.
Hay muchas instituciones de educación superior, de formación profesional o escuelas corporativas que dejaron de interesarse por los títulos o los certificados oficiales porque los adecúan al mercado y a las necesidades de la demanda. Cada vez será más propio de cada institución poder certificar por fuera de la certificación estatal. Eso es un problema para los sistemas educativos porque la certificación educativa todavía es un monopolio estatal en todo el mundo. Tenemos mecanismos como el blockchain, que son contratos digitales entre dos personas y que una vez que se suscriben ya son inviolables. Así, la tecnología escolar pierde el monopolio estatal y genera un campo para que otras tecnologías puedan interactuar. Eso tiene enormes consecuencias: es profundamente disruptivo y de alguna manera nos anticipa escenarios mucho más disgregados, menos cohesionados. Pero este es un tema muy controversial.
La cohesión social ya se está perdiendo ahora porque los estados no tienen capacidad de disciplinar
Si se pierde la cohesión social, una de las funciones de la educación, aumenta la desigualdad y las diferencias sociales.
No necesariamente, pero sí es probable. Hay que ver cómo se organiza esa sociedad o esa comunidad. La cohesión social ya se está perdiendo ahora porque los estados no tienen capacidad de disciplinar. Las escuelas tratan de satisfacer a la demanda y cuanto más satisfacen a la demanda, menos cohesión social hay porque se disgrega todo mucho más. Eso está pasando en todo el mundo y no me parece que la política pueda torcer este rumbo. Chile es un caso emblemático.
Cierra su propuesta con la idea de “entregarnos a lo desconocido”. ¿Hay que resignarse a lo que se viene?
Es una idea antiesencialista y anti nostálgica para entender que el futuro no necesariamente es negativo.