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En tantos escritos y artículos se han recordado palabras de figuras históricas que se han quejado del nivel de la juventud, cuando ya no estaban en ella, que me niego a repetirlas de nuevo. Yo también lo hice en alguna ocasión, pero pienso que no servirá de nada repetírselas a quienes insisten en ello una y otra vez.
Fíjense en lo incoherente de sus razonamientos. Nos dicen que la escuela mejoró con el paso del tiempo, pero que hubo un momento en el que la cosa empezó a empeorar, que siempre coincide con la salida suya de las aulas. Si les hiciéramos caso, les tendríamos que etiquetar como Atilas, porque se parecerían a ese personaje histórico del que dicen que por donde pisaba su caballo no volvía a crecer la hierba.
Si fuera solo una persona quien dijera esto, o fueran varias que pertenecieran a un mismo momento temporal, deberíamos detenernos en analizar lo sucedido para ver lo que hubiera pasado, pero que lo afirmen personas que no han compartido lugares y fechas, debe considerarse como lo que es: una afirmación carente de sentido y que solo pretende faltarle el respeto a una escuela que cumple un papel imprescindible en la formación de las nuevas generaciones.
Siempre he dicho que en la vida hay que distinguir entre argumentos y excusas, y estas afirmaciones sobre lo mal que le llega a alguien el alumnado pertenecen siempre al segundo grupo
Si escuchamos al profesorado de universidad, una parte afirma que el alumnado cada vez llega peor preparado, es decir, que la responsabilidad de semejante desaguisado es de sus compañeras y compañeros de las etapas educativas precedentes. Claro que, si escuchamos a quienes dan clase en Bachillerato o en la Formación Profesional, también llegan mal, así que los docentes anteriores vuelven a ser los causantes. Pero no queda ahí, porque se repite con el paso desde Primaria, e incluso desde Infantil, porque he escuchado las mismas afirmaciones con relación a ellas. A veces he bromeado con esto, diciendo que no se tardará mucho en decir que llegan mal preparados los bebés cuando nacen y que es un despropósito que sus madres no les vayan preparando para la escuela mientras que están dentro de sus cuerpos.
Siempre he dicho que en la vida hay que distinguir entre argumentos y excusas, y estas afirmaciones sobre lo mal que le llega a alguien el alumnado pertenecen siempre al segundo grupo. Solo demuestran la incapacidad de quien las utiliza, porque, como se suele decir, se pone la venda antes de tener la herida. Es decir, solo pretende justificar por adelantado su propio fracaso, su posible fallo como docente con el alumnado que le llega. Su intención es esgrimir: hice lo que pude, pero ya no podía hacer mucho. La falta de respeto a los docentes que le precedieron es evidente. Y la falta de respeto a toda la escuela es la consecuencia de la suma de estas personas que, formando parte de una de las profesiones más importantes de la sociedad, por ser la base de todas las demás, deberían dejarla porque no la respetan.
La falta de respeto va dirigida básicamente hacia la escuela pública y sus docentes
Me gustó hace muchos años escuchar, en una mesa redonda en la que participé, una comparación muy original entre la escuela pública y la privada (con concierto o sin este), utilizando un ejemplo con cajas. Aquella persona afirmó que la escuela pública es como una caja de cristal en la que todo su interior se ve perfectamente, mientras que la privada es como una caja de madera, donde todo lo que está y ocurre dentro queda oculto al exterior. Es así. Cuando escuchamos estas afirmaciones de supuestas pérdidas de nivel, que no son ciertas, siempre se intentan asociar a la escuela pública. Es la forma de intentar desprestigiar a la mejor escuela que existe, que ha conseguido cambiar nuestra sociedad de forma tan sustancial que cualquier comparación de ésta con el pasado debería hacer que guardaran silencio tantos agoreros.
En el momento actual tenemos evidencias científicas suficientes para comprobar, no solo que la educación ha mejorado y mucho, sino que sigue mejorando diariamente, pero también para demostrar que es la escuela pública la que sigue obteniendo los mejores resultados educativos. Sí, el valor añadido que aporta la escuela pública es muy superior, en su conjunto, que el aportado por la privada. Y digo en su conjunto de forma deliberada, porque cualquier persona que no sea sectaria coincidirá conmigo en que hay centros buenos y no tan buenos tanto en la pública como en la privada, y profesionales espectaculares en todas partes.
Pero, nadie puede negar que la escuela pública se enfrenta diariamente a las necesidades de un alumnado mucho más diverso, del que buena parte suele tener menos oportunidades educativas y culturales en su entorno vital, y que ya acumula un menor tiempo escolar equivalente a un curso entero cuando llega a secundaria, porque la sexta hora en Primaria no existe en ella. Es decir, que la escuela pública hace más y mejor en menos tiempo, lo que se ve claramente cuando el alumnado de una y otra red educativa se junta en la educación superior o en el ámbito laboral.
Nadie puede negar que la escuela pública se enfrenta diariamente a las necesidades de un alumnado mucho más diverso
El ataque deliberado contra la escuela pública, en el que se le achaca un falso menor nivel y un empeoramiento que no existe, además de formar parte de la autojustificación de los mediocres que transitan por ella, no es otra cosa que el reconocimiento de su superioridad educativa y social. Se ataca lo que se teme, se ataca lo que pone en riesgo privilegios, y la escuela pública demuestra cada día que sigue creando una sociedad democrática que cuestiona el papel de súbditos frente al de ciudadanos libres, y elimina el rol de sometimiento que se intenta mantener por quienes viven a costa del esfuerzo de los demás, porque sin este sometimiento seguramente tendrían que empezar a esforzarse para sobrevivir. Pierden si compiten en igualdad, y lo saben, por lo que necesitan desmontar la escuela pública, y en ello están ocupados.
Respetarse a sí misma exige preservar y potenciar su Democracia interna
Supongo que habrán escuchado y leído en alguna ocasión aquello de que la escuela no puede ser democrática; forma parte de los postulados de una buena parte de la derecha de este país, y, si rascamos un poco, también de alguna parte de lo que se autodenomina izquierda. Quienes defendemos la escuela pública sabemos bien que no siempre tenemos que enfrentarnos dialécticamente únicamente ante quienes sean opuestos ideológicamente en materia educativa.
He afirmado en muchas ocasiones que, para mí, el efecto más perverso de la última reforma educativa que ha venido desde la derecha, la Lomce, ha sido el traspaso de competencias desde los consejos escolares -realmente desde los claustros- hacia los equipos directivos. No porque fuera a convertir masivamente a estos en grupos de personas antidemocráticas, sino porque quienes se comportaban de forma autoritaria en su vida, o que por efecto de esa nefasta ley descubrieron que era más fácil imponer que colaborar y consensuar, harían de su capa un sayo y llevarían sus centros a escenarios nada democráticos. Así ha sido en demasiados casos, por desgracia.
Entiendo perfectamente que los centros privados impongan sus normas y que quienes allí educan y se educan puedan verse en escenarios donde la toma de decisiones no cumpla estándares democráticos. No digo que lo vea bien, ni tan siquiera que deba aceptarse, sino que comprendo que se produzcan, y que, en esos casos, unos sean trabajadores sometidos y otros clientes que se autoimponen aceptar este tipo de hechos.
La privada concertada se comporta como una competencia desleal de la privada sin concierto
Eso sí, no mantengo la misma reflexión cuando estos centros privados gozan de concierto, porque quienes quieren disfrutar derechos tienen que asumir las obligaciones que vienen unidas con ellos. Y, en la situación actual, la privada concertada se comporta como una competencia desleal de la privada sin concierto y se deja usar como una herramienta de desmantelamiento de la pública porque eso beneficia su negocio. En todo caso, y como dije antes, sin sectarismo se debe afirmar que en la privada concertada también hay de todo, y que una parte de los titulares de estos centros no están en conflicto con nadie y solo quieren sacar adelante sus negocios haciendo las cosas lo mejor que saben y pueden.
Pero en la escuela pública no se pueden aceptar, bajo pretexto alguno, comportamientos antidemocráticos; con sinceridad, debo decir que en los últimos tiempos me encuentro con personas que forman parte de la comunidad educativa de la pública que actúan de forma decepcionante. Siempre se han dado conversaciones y reuniones en consejos escolares, en claustros y con equipos directivos en los que se escuchaban argumentos carentes de legalidad o de una mínima ética personal, pero el nivel de engaño hacia los demás ha aumentado. Personas que deben ser garantes de la legalidad y ejemplo de respeto a la Democracia, tanto en los centros como en organizaciones educativas, parece que se han contagiado en exceso de este escenario vomitivo que vemos en muchos medios de comunicación -si queremos seguir llamando así a todos- y se han sumado con facilidad al bulo y la manipulación. Me duele verlo, sobre todo si ocurre en la escuela pública. Y hay que ponerle remedio.
Respetarse a sí misma exige defenderse con rotundidad e inteligencia
La escuela pública merece ser defendida, porque es básica para conservar las bases de la Democracia. Esta defensa debe ser de toda la sociedad, pero tiene que nacer desde dentro, porque solo así tendrá éxito. Solo así lo ha tenido siempre. Sé bien que el tiempo pasa y que no hay dos momentos iguales. Que los éxitos de nuestras generaciones pasadas, mediante los cuales se consiguieron derechos como el de la Educación, no se repetirán haciendo las mismas cosas, porque los contextos son distintos. También que las movilizaciones de lustros atrás, que sirvieron para frenar graves ataques a la Educación, no se repetirán con facilidad, por las mismas razones. Pero lo único que no puede darse es la renuncia a su defensa.
Con la misma sinceridad de siempre, diré que no veo en este momento una defensa rotunda e inteligente de la escuela pública. Entiéndase bien lo que quiero decir. No es que yo piense que existimos unos iluminados que sabemos lo que debe hacerse y que el resto andan perdidos. No, para lo bueno y para lo contrario, la comunidad educativa y, por extensión, la sociedad, la conformamos todas y todos, así que yo me incluyo, bien sea por inadecuada acción o por inacción en el escenario actual.
Demasiadas personas emplean su tiempo -lo pierden según mi opinión- en defender las cosas superfluas sin entrar en las que, al menos en teoría, son más importantes y urgentes. Por supuesto, para cada persona será diferente lo que se debe considerar importante, pero las organizaciones representativas deberían relegar las superfluas porque sus objetivos deberían ser siempre globales y no solo corporativos. No voy a poner ejemplos, porque dicen que los carga el diablo, Y que nadie piense que me refiero solo a las organizaciones sindicales, porque en todos los sectores se cuecen habas. Pero, como no recuperemos pronto la unidad de acción, el liderazgo en ésta de las organizaciones realmente representativas, y las reivindicaciones conjuntas, solo terminaremos viendo pasar el cadáver de la escuela pública por delante de nuestras caras. Respeto, rotundidad e inteligencia, o fracaso. A mí no me gusta esto último, así que tendremos que seguir empujando para que no ocurra.