Por responsabilidad hacia nuestras hijas e hijos. Cuando les traemos al mundo nos hacemos una promesa y se la hacemos a ellos y ellas. En ocasiones se lo decimos mientras observamos esas manitas que nos piden ser agarradas mucho antes de abrirse para intentar engancharnos, otras veces simplemente lo pensamos mirándoles, pero siempre prometemos defenderles por todos nuestros medios ante el más mínimo peligro. Pues ahora están en peligro y es uno de esos momentos en los que debemos cumplir la promesa, para algo la hicimos.
Vivimos tiempos convulsos y por ello entretenidos, pero peligrosos, muy peligrosos. Durante los últimos cinco años, el tiempo que lleva el Gobierno actual funcionando, prórroga incluida, el derecho a la educación ha sufrido el mayor ataque que se ha producido en todo nuestro actual periodo democrático. Una imposición ideológica, apoyada por una mayoría absoluta parlamentaria en manos de una minoría social, nos trajo, por este orden, los recortes en educación, la LOMCE y las reválidas. La misma minoría social, que ahora ya no tiene tampoco una mayoría parlamentaria, pretende seguir adelante con su estrategia dinamitadora del derecho a una educación con mayúsculas para todos y todas.
Hemos perdido casi 10.000 millones en educación, según las cuentas oficiales del propio Gobierno, y estamos amenazados con un nuevo recorte de otros 5.000 millones, según se puede leer en su compromiso con las instituciones europeas.
Hemos visto cómo se aprobaba la LOMCE a pesar de la oposición casi unánime de la comunidad educativa, el rechazo claramente mayoritario de nuestra sociedad, de la práctica totalidad de la oposición parlamentaria y de la mayoría de los Gobiernos autonómicos. Todos hemos firmado infinidad de documentos para evitar la imposición de la LOMCE, en lo que ha sido una actuación antidemocrática vestida de supuesta legalidad. Y el Gobierno actual tiene la pretensión de seguir defendiendo dicha nefasta ley y seguir obligando a que tengamos que tragárnosla.
Y hemos contemplado, estupefactos, cómo se ponían en marcha las reválidas, cuando se rechazaban por todo el mundo, incluidos responsables de todas las comunidades autónomas que, sin excepción, han firmado una petición para que no se implantaran, al menos este curso. La norma fue publicada en el BOE en los últimos días de julio con la única pretensión de que pasara desapercibida para la mayoría de la ciudadanía, de vacaciones entonces. El espectáculo es tan burdo que, con actuaciones de este tipo y peores, no es de extrañar que nuestro Gobierno sea el hazmerreír del resto de Europa y la vergüenza de nuestro país. Solo por ello, merecerían dejar de ser Gobierno para no volver jamás a serlo.
Pero no contentos, siguen en la misma senda. Un día dicen que las reválidas se tendrán que hacer sí o sí, al siguiente que están dispuestos a retirarlas si consiguen la investidura para seguir gobernando, luego que no tienen exigencias para los demás pero que tampoco se las hagan a ellos, más tarde que quieren un pacto que pueda borrarlas del mapa, para al final del círculo volver al principio, repetir que van a cumplir la ley y que las reválidas se harán con seguridad. La verdad, no son de fiar. Llevamos cinco años de engaños, mentiras e insultos a la inteligencia.
Ante todo esto ¿qué se supone que debemos hacer los padres y madres de los chicos y chicas que están en las aulas? ¿Quedarnos quietos? ¿Confiar en la buena voluntad de quienes han demostrado justo lo contrario en sus actuaciones realizadas hasta la fecha?
Pues lo que debemos hacer es recordar la promesa y cumplir. Ahora toca cumplir.
¡Qué tiempos estos! Con todo lo que está sucediendo, estos días hemos tenido que volver a escuchar que convocar una huelga es nocivo para nuestros hijos e hijas. Resulta que emplear un día en defender sus derechos y hacerles partícipes de ello, para los de siempre es vulnerar su derecho a la educación. Y lo sostienen mientras, entre otras cosas, les dejan sin profesorado más de dos semanas cuando alguno causa baja, les hacinan en las aulas para ahorrar costes de profesorado de forma salvaje y constante, o les niegan las becas que muchos necesitan para poder continuar sus estudios. ¿Cómo se puede tener tanta desfachatez?
Toca cumplir, que a nadie se le olvide. ¿Y saben por qué? Porque crecen y no pasará mucho tiempo, si no lo evitamos entre todos con huelgas como esta del día 26 de octubre, en el que se nos pongan delante y nos pregunten ¿qué estabais haciendo mientras que otros me arrebataban mis derechos?, ¿por qué os pusisteis “de perfil” cuando estaba sucediendo?
A las personas que no recuerdan la promesa que hicieron, o que piensan que eran tan pequeños que no les oyeron o entendieron y que, por ello, están liberados de cumplir, nosotros les decimos que, si no quieren defender los derechos de sus hijos e hijas por propio convencimiento de la necesidad de hacerlo, lo hagan aunque solo sea para no verse antes las preguntas de sus hijos e hijas y no tener respuesta.
Si realmente pensaban en defenderlos, contra viento y marea, este es un buen momento para demostrarlo. Las oportunidades no vuelven. Este tipo de errores personales no se pueden corregir y, en demasiadas ocasiones, no se pueden olvidar. Procuren tener la respuesta y mejor si pueden decir “luché, yo luché por tus derechos”. Y vamos a ver si, con la lucha de todos y todas, conseguimos que esas preguntas nunca se tengan que hacer.
José Luis Pazos. Presidente de CEAPA