El pasado 14 de febrero empezó a andar la subcomisión para el Pacto social y político por la Educación, el espacio que el Congreso ha acordado para debatir la que debería ser una futura ley de educación consensuada en España. “Alcanzar un acuerdo con todos los partidos me parece imposible”, considera José Gimeno Sacristán, catedrático de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Valencia y observador crítico de la evolución del sistema educativo en los últimos 40 años. Este pedagogo ve más probable llegar a consensos que de entrada sirvan para dejar atrás algunos de los principales aspectos de la LOMCE, una ley que pese a haber sido rebajada por el propio PP, sigue plenamente vigente.
¿Le ve futuro a la negociación del pacto por la educación?
De entrada me causa extrañeza que los políticos marquen la agenda de la opinión pública, deberíamos conseguir una línea de pensamiento coherente independiente a las iniciativas políticas, aunque estas sean importantes. A mi el concepto de pacto no me gusta porque falsea un poco la realidad, supone llegar a un acuerdo de no agresión, de no tratar los temas que nos retrotraen a los dos bandos. Para mi lo fundamental es llegar a consensos sobre los problemas; un acuerdo entre todas las fuerzas políticas me parece radicalmente imposible. Tampoco es conveniente un universo homogéneo, pero sí crear un marco en el que uno no se cargue lo que ha hecho el anterior. ¿Qué pacto puede haber con la religión, por ejemplo?
¿Cuáles son entonces los consensos que cree que se podrían generar? ¿Debería haber líneas rojas en el debate?
Hay tres o cuatro puntos que para mí son capitales, y que tienen que ver con la selección del alumnado a los 14 o 15 años, la eliminación de la doble vía profesional o académica que prevé la LOMCE para que haya igualdad de oportunidades, y la resolución de cómo queda la concertada. Luego, también la distancia que hay entre territorios de España, que es escandalosa: es una distancia que llega hasta el 20% entre comunidades autónomas en según qué indicadores internacionales.
¿Por qué cree que existe esta desigualdad territorial?
Por la inversión histórica en cultura, por tradición… Cataluña, País Vasco, Navarra, Madrid… Tienen una tradición económica y cultural más desarrollada. La herencia histórica de otras comunidades está muy lastrada por el analfabetismo, y esto es algo que no hay que ocultar, sino ponerlo sobre la mesa para que luego el reparto de recursos sea proporcional.
¿Le da la sensación de que se ha cerrado antes el debate sobre la LOMCE que la propia reforma de la ley?
Hay quien quiere una reforma que revise totalmente la LOMCE y hay quien quiere retoques puntuales. Creo que no se entrará en el debate total de la ley, porque significaría retocarlo todo, y ahí aflorarían las discrepancias. Los cambios ideológicos serán los más conflictivos, como por ejemplo el que afecta a los contenidos; en otros puede haber más acuerdos, como en la escolaridad de 0 a 3 años. Aunque todo depende de cómo avance la comisión… La época de inestabilidad política que vivimos dará poca seguridad a los trabajos de la comisión.
¿Cuál cree que es el sustrato ideológico de ley educativa del PP?
El autoritarismo, el credencialismo, la tecnocracia… Por eso tanta evaluación. En la Comunidad de Madrid llegaron a discutir la posibilidad de aplicar pruebas a los dos y tres años. Esta ideología selectiva es abrumadora.
Usted ha sido sobre todo crítico con el sistema de reválidas, ahora prácticamente descartado por el ministro Méndez de Vigo. ¿Por qué considera que estas evaluaciones son perjudiciales para la educación?
Reválida significa literalmente volver a validar. Es una forma de introducir más control dentro de la práctica docente. El nuestro es un sistema educativo selectivo: si vales pasas de curso; si suspendes, te estancas o acabas abandonando. Las reválidas solo sirven para aportar más selectividad de la que hay. ¿Es necesario? Los profesores ya hacen controles cada día, ponen sus notas, los centros dan aprobados que han de ser más fiables que una prueba externa objetiva hecha por una administración. Y si la reválida es condición para el título, aún es más grave. Históricamente las reválidas han sido negativas, esto es indudable.
¿Y si son pruebas externas sin efecto académico? Sólo como diagnóstico.
Las pruebas externas son, por definición, masivas, poco profundas, de conocimientos trasladables a lápiz y papel, que no son los únicos que deseas para una educación de calidad. Lo más fácil de evaluar es lo más fácil de enseñar. Con estas pruebas objetivas sólo obtienes un conocimiento superficial: no la reflexión, la expresión, la creatividad… Hay que evaluarlo todo, pero no por ello medirlo. Además, estas pruebas tienen efectos retroactivos, porque marcan el conocimiento oficial también en los niveles primeros de educación.
Otro de los temas que parece que saldrán en la comisión es el de la profesión docente. ¿Cómo ve la actual carrera docente? ¿Debería haber cambios en su selección o en su evaluación?
El profesorado es perfeccionable, esto por supuesto, y no debe quedar al margen de cualquier control, porque se trata de funcionarios públicos. ¿Es posible evaluar al profesorado? Es posible y deseable, pero siempre que no se le responsabilice de los resultados del alumno. No se le puede evaluar sobre si su alumnado se sabe los afluentes del río Turia. Y la selección del profesorado, en la formación, es también fundamental. Finlandia, que es una referencia: selecciona a los mejores expedientes para los estudios de magisterio. En España la pedagogía se ha renovado, pero las universidades han hecho lo que han querido con los planes de estudios.
La evaluación del profesorado puede ser un informe del director sobre cómo ha marchado el curso, o apreciar a quienes se dedican a la investigación… No deben ser pruebas burocráticas de méritos. El problema del profesorado es que los malos no son perseguibles y los buenos no son incentivables. Ser bueno depende de la conciencia de uno, pero la vocación y el compromiso hay que plasmarlos.
Muchos profesores aceptarían más evaluación, pero también más confianza y autonomía, ¿no cree?
El docente tiene más autonomía de la que se puede esperar. En clase hace lo que quiere. Sí, hay programas oficiales, pero no lo determinan todo. Puedes estudiar los seres vivos desde el libro de texto o desde el campo. Una encuesta del CIS decía que la profesión docente está entre las más valoradas, pero a la vez cuando preguntas a la sociedad qué diría si su hijo quiere ser profesor, la mayoría te dirá que no.