Manuel Núñez de Arenas es hoy seguramente un personaje desconocido. Hace 100 años fue uno de los padres de la Escuela Nueva, también, un socialista convencido y miembro del Partido Comunista. Además, fue docente de francés en España y de español en Francia. Exiliado al país vecino durante la dictadura de Primo de Rivera y tras la caída de la República.
Hoy es el nombre que llevan dos colegios. Nos hemos acercado al que está en Madrid, en el barrio de El Pozo, y que el año pasado cumplió 50 años.
En la puerta nos reciben unas docentes, nos indican la puerta de conserjería, en donde esperamos a que nos atienda Marta González de Eiris, la directora. Vamos con un grupo de madres que quieren visitar el colegio para tomar la decisión sobre si matricular a sus criaturas de 3 años para el próximo curso.
Hay decoración y plantas por todas partes. En el exterior, columnas de colores, también algunos ladrillos pintados de dos de los edificios principales del colegio.
El Núñez de Arenas lleva seis años inmerso en una espiral de renovación que les ha llevado de tener problemas con los resultados académicos de su alumnado a convertirse en uno de esos centros de referencia en el sur de Madrid.
Desde hace unos tres años, nuevas familias empiezan a interesarse por un colegio que no usa libros de texto, que trabaja por proyectos, con grupos interactivos y con la ayuda de asociaciones, familias voluntarias, erasmus checos, estudiantes en prácticas y todo aquel que quiera echar un cable. Hace ya algún tiempo que sus iniciativas han llamado la atención de los medios de comunicación y estos han hecho que más y más familias piensen en este colegio como una interesante posibilidad.
Marta acompaña a las madres por el centro contándoles, por ejemplo, que la biblioteca del centro está adscrita a la red de la Comunidad de Madrid, de manera que no solo la usa el alumnado, sino que está abierta al barrio. O que trabajan todos los años en grandes proyectos de investigación propuestos o nacidos de los intereses de niñas y niños. También que hacen un importante trabajo en relación a la justicia social mediante un concepto. Durante los primeros 15 días de cada curso. Este año ha sido el respeto.
Después, en octubre, llega el momento en el que los alumnos lanzan ideas sobre las que quieren aprender: el espacio, los animales, las joyas, las plantas… estos son algunos de los que surgieron. Después de tener la lista, se vota cuáles se trabajarán. A principio de curso se decidieron a investigar sobre el espacio. Ahora están con los animales y las plantas.
En infantil las cosas funcionaron de forma diferente. Un alumno llevó un día un muñeco con forma de pulpo que despertó el interés de sus compañeros y compañeras. Desde ahí, la maestra propuso investigar sobre los pulpos (y sobre el fondo del mar). En otra clase fue gracias a un niño que le encantan los superhéros e iba un día sí y otro también con una capa a clase.
Entre los resultados de este trabajo, los pasillos, los techos, las aulas, se llenan de pulpos, peces, estrellas de mar, capaz, jirafas o cocodrilos. Plantas colgantes o lianas.
El año anterior, por ejemplo, el gran proyecto del centro fue el 50 cumpleaños del colegio. Cada grupo, cada etapa decidió sobre qué quería saber en torno al aniversario: las vivienda de El Pozo en los años 60, la asociación de vecinos, los animales, las calles…
Pero, todo esto, ¿de dónde sale?
El Núñez de Arenas es un colegio no muy grande. Desde hacía algunos años, parte del claustro venía planteándose la necesidad de cambiar las prácticas el centro. Los resultados no eran buenos, si querían cambiarlo debían cambiar la metodología.
Y hubo suerte. En estos momentos, llegaba Isabel Vizcaíno, una maestra con bastante formación sobre aprendizaje por proyectos, que ayudó a Marta y a otros docentes como Ignacio Fernández, jefe de estudios en ese momento, a terminar de quitar los libros de texto, tanto de infantil como de primaria.
Y junto al trabajo por proyectos, llegaron otras metodologías o herramientas y, con esto, la necesidad de más formación. Marta asegura que el cambio en el Gobierno de Madrid se ha notado en el sentido de que ahora se ofrecen cursos sobre nuevas metodologías para docentes, también dentro de la formación para nuevos directores.
Así que fueron desarrollando, y siguen, formación en función de lo que quieren aprender los docentes, de manera que este año ha habido recordatorios sobre metodología Montessori o Freinet. por ejemplo.
Y claro, la pregunta sobre los resultados en el centro es obligada. Marta asegura que ha habido, fundamentalmente, mejoras en el proceso de lecto-escritura de los niños y niñas. Pero habla, sobre todo de un efecto más sutil, relacionado con el tipo de familias y alumnos que se acercan al centro.
Si hace unos años la matrícula de niñas y niños gitanos era del 80%, ahora está más o menos sobre el 60%, pero, asegura, no porque haya menos, sino porque el porcentaje de payas y payos ha aumentado.
Un efecto que toda la comunidad agradece, payos y gitanos. Es verdad que los primeros acaparan algunas de las actividades que se realizan, como las lecturas en infantil, o los perfiles de voluntariado para los grupos interactivos. Pero hacen, al mismo tiempo, todo lo posible para que las madres y padres gitanos participen, quitándose vergüenzas. “Yo seré licenciada en no sé qué y tú te dedicarás a la venta ambulante, pero aquí somos madres de niños de la misma clase”, resume Marta, que asegura que nunca estuvo en el ánimo del claustro cambiar la población del centro al adoptar nuevas metodologías, sino “dar lo mejor posible al alumnado que teníamos”.
En estos años se han renovado metodologías utilizando el aprendizaje por proyectos u organizando al alumnado en grupos cooperativos, o haciendo que las aulas de primaria no sean para un grupo, si no para un área de conocimiento y que niñas y niños vayan de una a otra para utilizar materiales comunes (aprendiendo entre otras cosas a respetarlos y cuidarlos).
Además de esto, cuentan con el apoyo de personas voluntarias para atender y ayudar a los grupos interactivos. De hecho, este año llegó un estudiante de República Checa para trabajar en el Núñez de Arenas. También trabajan con la Fundación Secretariado Gitano, cuya sede es bastante cercana, o en red con centros de la capital bajo el proyecto “Hermanadas por la justicia social” y han desarrollado proyectos colaborativos y de crowdfounding como el Bosque de Z-Oma, para “pintar” los árboles de uno de sus dos grandes patios. Árboles por los que han tenido que pelear con el Ayuntamiento de Madrid que quería talar decenas de ellos porque estaban enfermos o secos. Han conseguido salvar algunos. O proyectos como el de la orquesta de instrumentos reciclados, que también les ha valido la mención en los medios de comunicación.
Es difícil saber qué pensaría Manuel Núñez de Arenas de un centro como este, con su nombre, pero seguramente lo apoyaría por el enorme esfuerzo que su claustro hace para superar las dificultades de un alumnado con un entorno socioeconómico y cultural desfavorable.