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El Programa de Investigación Científico Europeo (Horizon 2020) está llevando la principal investigación científica del análisis, prevención e intervención sobre el reclutamiento de organizaciones criminales y terroristas. Las personas que son profesionales de la educación tienen derecho a disponer de los recursos científicos que, en interacción continua con su práctica, proporcionen el éxito que merecen sus esfuerzos y que espera el conjunto de la sociedad; la verdad es que hasta ahora no se les han proporcionado. Una impactante carta de una educadora social que había seguido la trayectoria del conductor de la furgoneta asesina exclamaba: ¿Cómo puede ser Younes? No he visto a nadie tan responsable como tú…; otros testimonios también demuestran que la práctica por sí misma no aporta el conocimiento que necesitamos. Por otro lado, las afirmaciones que han venido realizando quienes pretenden ser especialistas en el tema sin consultar las correspondientes bases científicas internacionales han ido demostrándose erróneas una tras otra.
La mencionada investigación científica se denomina PROTON y puede ser consultada en la web por cualquier persona. El consorcio, coordinado por TRANSCRIME (Italia) está formado por veintiún partners que incluyen desde la Universidad de Cambridge hasta EUROPOL. Según sus propias palabras: «PROTON tiene como finalidad mejorar el conocimiento existente de los procesos de reclutamiento del crimen organizado y las redes terroristas a través de una innovadora integración entre las ciencias sociales y computacionales». Las actividades abarcan ocho factores, cinco de ellos sociales, uno psicológico y dos económicos. En cada uno de ellos, el proyecto proporciona un estado de la cuestión de lo que ya se sabe y aporta avances desconocidos hasta ahora. Los factores sociales incluyen las carreras y reclutamiento de los terroristas estudiando 15.000 casos, el análisis del impacto de las políticas antiterroristas en la radicalización y el reclutamiento, el papel de internet, el uso del saber de la neurociencia para ver las relaciones entre sus dimensiones cognitivas y emocionales, y el análisis de la influencia de la desigualdad económica e inclusión social tanto con datasets como con entrevistas en profundidad a terroristas convictos.
Sabemos que la mayoría de quienes realizan los atentados han salido de nuestras escuelas y que han tenido aparentemente trayectorias estándar e, incluso, ejemplares en ellas; la conciencia de este hecho genera ahora una búsqueda de programas para lograr una mejor prevención. Ese clamor llevará a muchas personas y entidades a elaborarlos con la mejor de las intenciones, aunque en algunos casos solo con eso, con muy buena intención pero sin base en las evidencias científicas. Conviene recordar que esos dos componentes no se suman, sino que se multiplican, de forma que si uno es cero el resultado es cero, por muy grande que sea el otro. La mejor de las intenciones sin ninguna evidencia científica internacional da el mismo mal resultado que las evidencias científicas sin buena intención. Este es un tema muy serio en el que hay que intervenir inmediatamente pero con la máxima rigurosidad, sin improvisaciones que no produzcan resultados y nos generen todavía más frustración.
Profesionales de la educación que han tenido en sus escuelas y entidades a los ahora terroristas, que les han visto crecer, habían hecho todo lo que hasta ahora se supone que hay que hacer para evitar no solo estos hechos tan extremos sino también problemas menos graves. Los centros educativos, la educación social… han hecho mucho y muy bueno por promover la convivencia entre diferentes culturas, la superación de prejuicios, la no atribución del terrorismo a una cultura o religión, por crear escuelas de paz. En el terreno del lenguaje de la ética se ha avanzado muchísimo, aunque por supuesto siempre se puede hacer más. Sin embargo, salvo excepciones, se ha hecho muy poco o nada en el terreno del lenguaje del deseo.
Aunque todavía no se haya leído y comentado ningún artículo científico sobre este tema, basta una mirada rápida por las series o por las redes para ver hasta qué punto se impone hoy a la infancia y adolescencia la atracción a la violencia. Incluso alumnado que consideramos modélico, y del que creemos saber lo principal, está sufriendo continuas presiones que desconocemos por adherirse a ese tipo de relaciones y a ese tipo de atractivo, a veces verdaderas coacciones incluso de sus amistades más cercanas.
Quienes acaban viajando al denominado Daes, incorporándose a la redes terroristas y/o cometiendo atentados son solo la punta de un iceberg que tiene una base muy profunda en cada una de nuestras aulas, patios y calles. Como profesionales de la educación no podemos hacer casi nada respecto de esa punta, otras profesiones tienen esa tarea y las competencias para realizarla. Por el contrario, somos quienes más podemos hacer para que la sociedad actúe adecuadamente en la base, en la raíz del problema. Se trata de superar desde el principio la imposición de esa socialización en la atracción a la violencia y sustituirla por una socialización preventiva en la atracción a la no violencia y en el rechazo no solo ético sino también emocional a toda violencia. Pero esta actuación no puede lograrse con éxito si prescindimos de las evidencias científicas sobre cómo se logra. Tenemos la seguridad de que ahora muchas personas lo harán incluyendo profesionales de la educación y familias.
Lena de Botton, Coordinadora del Grupo de estudios Árabes y Musulmanes y también del Grupo Interreligioso del CREA
Ramón Flecha, Catedrático de sociología de la UB