“Educadora en muchos ámbitos, feminista, otra vocación importante y fuente de reflexión y aprendizaje y madre de dos niñas, también aprendo mucho en mi convivencia con ellas”. Así se autodescribe Alicia de Blas, licenciada en Ciencias Políticas y más tarde en Magisterio, autora del libro 71 propuestas para educar con perspectiva de género, editado por la Fundación Fuhem. Nació a partir de “una necesidad detectada” con la idea de ser un manual de referencia para ayudar a los profesores de sus propios colegios a reflexionar y encaminar sus clases hacia “una escuela más justa y libre de violencias sexistas”, pero De Blas cuenta que ha trascendido el ámbito para el que fue concebido.
¿Hacía falta un manual sobre esto?
Hacía mucha falta. Surge de una necesidad detectada en un grupo dentro de Fuhem. Hay un grupo en el que participan personas de todos los ámbitos de la fundación, incluso familias y alumnado, para reflexionar sobre cuestiones de género. Casi desde el inicio se detecta la necesidad de que haya una intervención que atraviese todo el proyecto educativo, que el profesorado sea capaz de modificar sus prácticas cotidianas y que en los centros haya intervenciones que sean coherentes con la equidad de género, hacia la igualdad, que tengan una perspectiva de género y ecofeminista, y vemos que hay dificultades para que eso suceda. Hay mucha sensibilidad, pero poca capacidad. La vocación que tiene es ayudar al profesorado, en principio de Fuhem, pero es para cualquiera, para cambiar su práctica cotidiana para educar hacia la igualdad de género, la justicia y la equidad. Está todo relacionado.
Es maestra. ¿Le falta esta perspectiva a la formación inicial en las universidades?
Sí creo que falta. Va por modas y ahora se está sintiendo la necesidad, pero en muchos años no ha habido formación específica, como mucho una asignatura de libre configuración. Pero tampoco hay una perspectiva que atraviese los programas de formación de manera generalizada. Hay cuestiones como si se atiende al lenguaje, si cuando hablamos de educación inclusiva se incluyen otras diferencias, pero la diferencia sexual no está demasiado presente. En e currículum no veo un cuestionamiento sobre qué temas se priorizan, qué figuras aparecen… Creo que es una carencia que tenemos como colectivo, aunque también percibo mucha sensibilidad y la gente se forma por su cuenta.
El libro arranca diciendo que en España no hay una escuela coeducativa sino mixta. ¿En qué se traduce esta diferencia?
Cuando se generaliza la escuela mixta y niñas y niños se escolarizan juntos, se generaliza la escuela masculina, en general. Muchos saberes que se impartían en la escuela femenina desaparecen. Por ejemplo, nosotras pensamos que es importante educar para la autonomía. Eso significa aprender a cocinar, coserse un botón, sanarse, cuestiones de expresión emocional. No sé si estaban dando en la escuela femenina desde una perspectiva de ética revolucionaria del cuidado o de interdependencia; igual sí estaban desde un punto de vista de una feminidad muy tradicional, pero estaban, y en la escuela mixta ya no. Recuperar y apreciar esos valores relacionados con la experiencia femenina de la historia tiene que ver con aprender a ser autónomo en la vida. Es lo que hacen en los países más punteros en educación, que tienen su aula de economía doméstica donde aprenden a cocinar, coser o cambiar una rueda. En las escuelas Montessori el alumnado limpia su aula. En nuestras clases el niño se va a su casa y aparece un ser invisible, precario y feminizado en general, y limpia su mesa. La separación tan clara que hay entre la emoción y la razón. Para gran parte del profesorado, lo que vamos a hacer a la escuela es un trabajo y las emociones personales no tienen tanta cabida, se dejan en casa. Para mí es un error: vamos a relacionarnos y eso hay que trabajarlo. La escuela mixta no es coeducativa. Educa para la igualdad, pero no reconoce bien la diferencia, no es demasiado equitativa. La perspectiva coeducativa es una oportunidad para defender la escuela mixta.
Es una escuela mixta y está en camino de la coeducación. Hay interés, pero está lejos en muchas cuestiones. Por ejemplo, cómo se trabaja la disrupción en el aula. No somos conscientes de que lo hacemos sobre estereotipos de género. La escuela coeducativa sería consciente de cómo el profesorado reproduce estos estereotipos sociales, porque se ha criado y educado en la misma sociedad y compartimos estereotipos. Llegamos al aula y, si no ponemos consciencia, los reproducimos.
El manual comenta que los varones ocupan más tiempo de intervención en clase, tanto ‘positivamente’ a la hora de intervenir como ‘negativamente’ a la hora de ser disruptivos. ¿Qué puede hacer el profesor para revertirlo?
Hay medidas muy concretas: dar la voz a personas en el aula de manera más consciente. Por ejemplo, que de cada tres personas que intervengan, una sea del sexo contrario a las otras dos. Que al empezar el día dando la palabra, entre las dos primeras intervenciones, por lo menos, una sea a una chica. Está comprobado que cuando llegas a un grupo, si las primeras intervenciones que permites son varones, las chicas tienden a inhibirse. Hay una investigadora llamada Beatriz Sevilla que explica que las chicas a partir de cierta edad tendemos a adoptar un rol de acciones secundarias, quedarnos en la retaguardia. Se arregla dándonos la palabra, porque, inconscientemente —y esto es muy inconsciente— no lo hacemos. O, con los chicos, cuando hacen intervenciones muy largas o interrumpen a sus compañeras, hacerles conscientes, muchas veces no lo son. A veces alentamos la disrupción con la cantidad de espacio que les otorgamos. A veces reprendemos la falta de responsabilidad de las chicas con mayor exigencia. Las niñas son muy autoexigentes en edades muy tempranas, a partir de 5º o 6º no se permiten un fallo, y yo creo que eso tiene que ver con que les permitimos menos margen de error.
¿Qué es el currículo oculto del que habla en el manual?
El currículo describe los aprendizajes que hay que conseguir, los medios por los que se va a conseguir, entendiendo que los medios enseñan mucho. El currículo oculto es lo que se enseña sin poner consciencia de lo que se está enseñando. Por ejemplo, a través del lenguaje o las imágenes que aparecen en el libro de texto. La idea es ser conscientes, hacer que no esté oculto e intentar visibilizarlo y deconstruirlo para que todo lo que enseñemos sea coherente. A veces queremos enseñar una cosa explícitamente, pero luego de manera oculta hacemos lo contrario.
Eso, respecto a lo menos evidente. ¿El currículum oficial también necesita una revisión con perspectiva feminista?
También. Por ejemplo: cuatro de primaria, Ciencias Sociales. La romanización de la Península Ibérica. Ámbitos de estudio: las infraestructuras, la legislación, la religión y otro aspecto que no recuerdo ahora mismo. Se estudian muy poco las relaciones familiares, la alimentación, las formas de relacionarse en pareja, las maneras de curarse, la medicina. Todas estas cosas que tienen que ver con el ámbito de la experiencia de la vida femenina. También se nombran muy pocas a mujeres. En el libro de Naturales de 5º de primaria de mi hija hay seis personas destacadas para ilustrar distintos temas y ninguna es una mujer, cuando en varios aspectos serían muy interesantes. Podríamos hacer un esfuerzo educativo consciente por meter más mujeres. Por ejemplo, María Sibylla descubrió la metamorfosis de algunos insectos. Como ella hay un montón. Otra manera de incorporar la perspectiva de género al currículo: ver en qué momentos de la historia las mujeres no han podido ejercer determinados derechos. Eso podría ser objeto de estudio desde una perspectiva crítica. La propia historia del feminismo debería tener más presencia. Los cuerpos de las mujeres, en el área de Ciencias, suelen estar subrepresentados respecto a los de los hombres, aunque esto depende mucho de los colegios. Un currículum coeducativo evita el androcentrismo.
Esta cuestión de la que hablamos en global, ¿está sobre la mesa o ni siquiera se habla de ella?
Depende de qué mesa hablemos. Yo la encuentro cada vez en más mesas. Este libro se está reeditando. No sé hasta dónde ha llegado, quizá debería estar en otras mesas donde se toman decisiones de impacto, pero creo que estamos en un momento muy bueno en ese sentido. Estamos siendo empujadas por la cuarta ola del feminismo y por muchos movimientos que se están dando. Hay grandes movimientos reaccionarios también, en parte po el impulso que estamos tomando, pero que también nos dan cierta legitimación. Respecto al currículum igual no está tanto, pero la sensibilidad está ahí.
Entre las cosas que se comentan en el manual, habláis de los espacios, que me da la sensación de que más allá del patio y el campo fútbol no se habla mucho de ello.
Los espacios parecían neutros, que no tenían una perspectiva de análisis de ningún tipo. Pero el análisis de género nos dice que los espacios tienen mucha enjundia para la perspectiva feminista. Le tenemos que prestar atención, porque según cómo se configura el espacio en el que convivimos se configuran nuestras relaciones. Y, en concreto, en el ámbito educativo, creo que no solo el patio, se están trabajando muchos los espacios. Pero quizá desde otras perspectivas como la diversidad funcional, trabas de acceso, que sean más estimulantes y permitan otras agrupaciones y metodologías, que sean espacios más abiertos. Fuhem tiene unas aulas donde ha tirado los muros para que todo el alumnado de tres grupos puedan ir rotando por diferentes actividades. Creo que sí están en la agenda los espacios educativos. Desde una perspectiva feminista, ocupar el espacio es algo que tradicionalmente ha sido un privilegio masculino. La representación gráfica es el patio con el campo de fútbol en el medio. Y el campo de fútbol no es solo el espacio con más metros cuadrados para varones frente a las chicas, sino que también es un espacio muy jerárquico porque no todos los varones juegan al fútbol y eso luego marca las relaciones. Son espacios, los patios, en los que no se favorecen otras actividades. Suelen faltar sombras o bancos para otros juegos, conversaciones. Los pasillos a veces son espacios de mucha violencia porque en ellos se corre, se empuja, se hace ruido. Tenemos que aprender a usarlos de manera más inclusiva. En el colegio donde yo trabajaba los baños eran mixtos, a mí me gustan, pero hay que aprender a usarlos. Los espacios tienen que servir por igual a todas las personas. Poner la atención en estas cuestiones también es coeducación.
¿Alguna vez le han reprochado tener un discurso excesivamente, digamos, sensible a estas cuestiones? Por ejemplo: el campo de fútbol está en el medio porque en una esquina no cabe.
Una de las cosas que hemos conseguido es que ahora mismo no sea demasiado políticamente correcto manifestarse en ese sentido. La igualdad, en concreto la que tiene que ver con la igualdad sexual, es una cosa asentada como un valor. Como mínimo te escuchan y la gente intenta entender. En concreto, respecto al fútbol, yo soy radical. Intentaría que no se jugara al fútbol en las escuelas. Creo que el fútbol ocupa un tiempo enorme en las escuelas y en nuestras vidas. Los niños pueden jugar al fútbol en el equipo de su barrio o los fines de semana. En los colegios no hay campo de voleibol, muchas veces ni de baloncesto. La educación es como la alimentación, cuanto más diversa, mejor. Es importante que los niños y niñas realicen actividades diferentes, tengan otros referentes. Todo el rato fútbol no es bueno para nadie, ni para los niños ni para las niñas a las que les guste.
Estuve en un colegio en el que el alumnado de 4º nos pidió que no le dejáramos jugar porque si podían lo hacían, pero les traía problemas de relaciones. Estuvieron un mes sin jugar y lo agradecieron. Es un proceso que va a ser doloroso porque te va a remover, pero tiene que ser gozoso. La coeducación y vivir de una manera más libre, porque esto va de libertad y de singularidad, que cada uno sea quien quiera y quien se sienta, hay que empezar a disfrutarlo pronto, porque también te va a hacer sentir mal por momentos. Cuando propones cambios en este sentido es difícil que alguien te los reproche.
Termino. ¿Toda esta labor no se puede quedar un poco coja si luego las familias no la completan?
De hecho el grupo de Fuhem que lo promueve está formado por familias. La idea es que los centros hagan actividades en las que todas las personas tienen un rol. No son muchas, pero en algunas propuestas se incorpora a las familias, como crear auditorías de género en los colegios en los que todo el mundo aporta, y ahí tienen un rol importante las familias. O las circulares que se envían a las familias, deben reflejar la diversidad. No puede poner: “Firma el padre y la madre”. En muchas familias hay dos padres, dos madres, el padre solo o la madre sola… Pero para que haya coherencia con las familias un colegio puede ser un espacio de educación y divulgación también hacia las familias. Crear espacios de escuelas de familias, de coeducación, de encuentro familiar, de reflexión. Apoyarse en las asociaciones de familias sería lo más coeducativo. Yo soy muy partidaria de que las familias entren al aula porque aprenden a la vez que aprenden sus hijos o hijas, pero tiene que haber coherencia, y si no hay trasvase de las familias a la escuela, pues que lo haya de las escuelas a las familias.