Somos una Fundación que ejercemos el periodismo en abierto, sin muros de pago. Pero no podemos hacerlo solos, como explicamos en este editorial.
¡Clica aquí y ayúdanos!
El CEIP San Miguel de Son Carrió, situado dentro del término municipal de Sant Llorenç, hace dos años que ha puesto en marcha el proyecto M’agrana, una propuesta consistente en la inclusión de un grupo de alumnos del centro de educación especial Joan Mesquida de Manacor en la dinámica de este centro de infantil y primaria.
Esta escuela de Son Carrió hace años que trabaja con la intención de construir un centro «donde cualquier niño, indistintamente de sus características sociales, familiares, físicas, funcionales, etc., tuviera la opción de tomar parte». Y esto es precisamente lo que pretende el proyecto M’agrana: que cualquier niño, incluso aquellos que son alumnos de los centros de educación «especial» sean una compañera o un compañero más dentro de los que conocemos como «ordinarios». Por lo tanto, hacer posible una educación inclusiva de verdad, a todos los efectos.
El centro de educación especial Joan Mesquida, por su parte, trabaja para que «el retorno de sus alumnos al sistema ordinario sea posible». Parece claro que el entendimiento entre los dos no debía ser muy complicado.
Jeroni Santandreu, uno de los maestros del CEIP Son Carrió, comenta de qué manera se le despertó esta inquietud a la hora de poner en marcha la propuesta: «Soy aficionado a ir a natación y, a veces, coincidía en la piscina con los alumnos del Centro Joan Mesquida. Mientras estaban allí con su monitor hacían las mismas actividades que el resto de gente, no había ninguna diferencia. Este hecho me llevó a pensar que, dentro del ámbito escolar, era posible romper todos los muros que separan estos niños de los otros».
El CEIP San Miguel es un centro ordinario organizado con metodología viva y activa, con elementos como la «periodización flexible» de los contenidos curriculares; en el sentido de que todos los niños tienen oportunidad de acercarse a los contenidos curriculares cuando están preparados para hacerlo y lo necesitan, ya que se confía en el ritmo de aprendizaje de cada individuo. También encontramos propuestas como la «programación viva», ya que se parte de la creencia de que una buena manera de atender las verdaderas necesidades de los niños es con una programación que se adapta al día a día de acuerdo con los procesos madurativos de los niños y su evolución. Por lo tanto, era un marco adecuado para sembrar la semilla de esta propuesta de educación inclusiva.
Este curso 2018-2019 es el segundo año del Proyecto M’agrana. Durante el pasado, tuvo lugar la fase experimental, que consistió en la inclusión de un grupo de seis alumnos y dos maestros del Joan Mesquida una vez a la semana. Estos seis chicos contaron con el acompañamiento durante un tiempo por parte de alumnos del CEIP San Miguel, para ayudarles a situarse y a integrarse en el sistema organizativo y pedagógico del centro. Durante toda la fase experimental se hicieron observaciones y reuniones de coordinación con técnicos y profesionales de los dos centros.
«Este primer grupo de alumnos del Joan Mesquida tenían entre 16 y 17 años, y el nuestro es un centro de infantil y primaria. Uno de los primeros cambios que decidimos, una vez pasado el primer año, fue que las edades de los niños que vinieran a Son Carrió debían ser inferiores y más cercanas a las de nuestros alumnos; por eso el segundo año son alumnos entre 8 y 12 años «, nos comenta Inma Coll, otra maestra del CEIP San Miguel.
Este curso tiene lugar la continuación del proyecto, que ahora se incrementa a dos días por semana, con el seguimiento de las reuniones de coordinación entre los profesionales de los dos centros. ¿Y cuál es la valoración que se hace, por ejemplo, desde el centro ordinario?
Ser capaces de atender las necesidades de cualquier niño
«Esta experiencia que estamos realizando, comenta Jerónimo Santandreu, nos demuestra que la inclusión es posible y que el gran reto que nos habíamos planteado puede llevarse adelante. Y es que los centros públicos deben ser capaces de atender y responder a las necesidades de cualquier niño, con independencia de sus necesidades educativas. Además, todos los alumnos y todos nosotros las tenemos; cada uno sabe cuáles son aquellos puntos que tiene que trabajar y mejorar».
Mientras estoy en el CEIP San Miguel, un martes por la mañana del mes de febrero, llega Aina M. Riera, jefa de estudios del centro de educación especial Joan Mesquida de Manacor, con dos alumnos (hoy sólo son dos del total de seis porque el resto de compañeros tiene la gripe y se ha quedado en casa). Debería de haber visto con qué naturalidad son recibidos por parte de los maestros del centro y, sobre todo, por parte de los alumnos que los saludan con afecto y los acompañan a visitar el ambiente pedagógico en que tienen ganas de pasar un rato de su horario escolar.
De camino al polideportivo con la jefe de estudios y los alumnos del Joan Mesquida, Aina M. Riera nos comenta que «son muchos los avances que se han logrado desde que estos chicos vienen en el CEIP San Miguel». Viéndolos jugar al fútbol con sus compañeros, entre abrazos cuando han marcado un gol y algún que otro reproche cuando encajan otro, puede observarse que el objetivo que el Proyecto M’agrana había propuesto es bien real, tiene la cara y los ojos de estos hombres y mujeres, y que es posible romper los muros que separan estos niños y jóvenes etiquetados como «especiales», porque en la escuela de siempre hay lugar para todos.
Tan sólo me queda añadir el motivo por el que esta propuesta recibe el nombre de M’agrana, como nos explica Inma Coll: «Al abrir una granada vemos todas aquellas piezas de un color rojo intenso, como si todo fuera uno, formando parte de un mismo sistema. Del mismo modo nuestro proyecto pretende este mismo objetivo, una educación inclusiva para todos, sin que ningún niño quede al margen».