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Para empezar he de decir que para mí el curso está acabado. Que no pasa nada. Que es un curso más corto, como alguna otra vez en la historia que también ha sucedido, por huelgas, por ejemplo.
Parece que no nos demos cuenta de que estamos “confinadas” por una pandemia, que hasta las personas con más edad del mundo dicen no haber vivido nunca nada igual, y tienen 112 años. Y que “sólo” con eso ya tenemos bastante.
Es peor querer hacer un “imposible/chapuza” que cerrar tras 7 meses de curso hechos.
Lees diferentes declaraciones del Gobierno, del Ministerio de Educación, y te preguntas si hay algún docente en la sala en esas reuniones. Hablan de llegar a todo el alumnado pero no es posible hacerlo con las barreras existentes como, por ejemplo, atender a las diversas capacidades, en especial, al alumnado con diversidad funcional.
Con sus declaraciones están creando una utopía, es del todo inviable, no será real por más que se haga, por mucho que nos obliguen. Además, hablan de hacer una tercera evaluación pero que no penalice (vamos que aprobemos a todo el mundo), entonces, ¿para qué evaluar?
No nos dirán aprobado general, pero ya os digo yo que es así. Frente a las florituras de seguir dando nuevos contenidos, evaluando y atendiendo a la diversidad, las órdenes internas: «No penalicéis (suspendáis) a nadie». Muy coherente, ¿no?
Puede que no se entienda que estamos en una “guerra”, sí una “guerra viral”, y que después viene la “postguerra”; y yo me pregunto: ¿En la guerra se iba a la escuela? Entiendo que no había nuevas tecnologías, pero entre bomba y bomba, disparos, familiares desaparecidos, muertos, el nivel económico, el tener algo que llevarte a la boca,… ¿había tareas escolares? En fin, era un inciso de pura lógica. Por eso entiendo a Italia: han optado por un aprobado general diciéndolo. Aquí igual, pero sin decirlo.
Una cosa son las nuevas tecnologías como recurso y, otra, como única herramienta, sin haber utilizado nunca esta metodología basada únicamente en la enseñanza – aprendizaje virtual. En una escuela pensada, por muchas profesionales, con una visión muy diferente.
Una escuela no trabaja sin acercarse al alumnado, con la interacción física como parte esencial. Diferentes modelos lo constatan: escuelas por competencias (como dicta el currículo), por proyectos, escuelas que cumplen el principal objetivo del currículo: impulsar el trabajo cooperativo; algo que pierde todo su sentido en esta escuela virtual.
La escuela que construye el aprendizaje partiendo de debates, diálogos, del compartir entre el alumnado; porque la escuela se construye entre todas y todos y no puede sustituirse todo por propuestas virtuales. Ahora parece que estén todas en una competición a ver quién encuentra cosas más brillantes: recursos, programas, plataformas… para, al final, colgarse medallas no sé de qué. ¿Nadie ve las barreras que esto supone?
Voy a enumerar algunas:
- Alumnado con diversidad funcional.
- Alumnado sin medios para poder hacerlo: ni de acceso a internet, ni de ordenadores, tabletas o móviles.
- Alumnado con mochilas familiares importantes que nadie tiene ni idea.
- ¡Alumnado confinado por una pandemia ahogado por nuevos contenidos para un mes y medio que queda en las escuelas de España para acabar el curso, como quien dice!
- Familias sanitarias que después de un turno de 24 horas se encuentran, al llegar a casa, con un correo de un/una docente (que no tiene culpa) diciéndole que su hija/hijo no ha hecho una tarea. ¿En serio?
- Familias que no son profesionales de la educación y, encima, teletrabajan o van a trabajar. Que, además del peso que tienen, se les suma la situación de la pandemia, más niñas y niños 24/7 en casa sin salir (que salen más los perros, cosa incomprensible por mucho que digan que contagian más que los adultos); sólo les falta esto. Y puede que con un ordenador para compartir con personas en el hogar.
- Familias que han perdido a un ser querido o lo tienen en el hospital sin poder verlo.
- Docentes que no tienen ni idea de ordenador y no pasa nada porque no nos hemos de mirar el ombligo; que tienen una edad, una experiencia y sabiduría pero no pueden hacer este aprendizaje ahora. Y que, además, tienen su historia personal y familiar con el virus que nos acecha y mata a seres queridos.
- Familias de docentes con hijos y hijas en casa, con un ordenador y haciendo clases virtuales y ¿qué hacen? ¿Cómo lo hacen? Y familias monoparentales. ¿Se desdoblan? ¿O numerosas?
- Datos personales del profesorado que, se supone, ha de facilitar a las familias, vulnerando el derecho a la intimidad, porque nos hemos de conectar como sea, y 24 horas, claro, porque a ver cómo explicamos las dudas que puedan ir surgiendo a cada cual. Por correo, llamadas de teléfono, WhatsApp, videollamadas…
- Una escuela infantil que, para mí, es exploración, descubrimiento, relaciones sociales,… Y ahora ¿qué harán online y quién será quien estará con cada criatura?
- ¿Y la parte emocional? ¿Esas niñas y niños sin salir de casa desde hace tiempo? ¡Sin que les dé el sol! Y con lo que conlleva porque las damnificadas suelen ser familias humildes que viven en espacios reducidos, sin un balcón, terraza o jardín,… Al final quien sufre más todas las medidas, sean educativas, sociales o sanitarias, siempre son las mismas, las de abajo. Ahí veo, como siempre, una mala gestión. Espero que, al menos, todo esto sirva para que dejen de existir tantas desigualdades sociales y miremos más por lo público y por el pueblo que, al final, mira tú por dónde, es quien ahora está en las «trincheras» (sanitarias, personal de alimentación, limpiadoras, servicio limpieza de los pueblos, transportistas,…).
- Y la evaluación, como será sin estar delante, sin observar,… ¿la hará sola, solo, lo harán las familias? Realmente a mí me da igual porque, vista la situación, es el menor de los problemas. Si eso les descarga de problemas, adelante, todo es válido cuando te dejan hacer tareas con apuntes al lado ¿no? Pues escojamos el comodín familiar entre tanto despropósito, ¿verdad?
Todo esto, en España. Pero si pensamos en que esta pandemia, esta guerra, es global, imaginad cómo puede sufrir esta escuela virtual el pueblo latinoamericano.
Por ejemplo, en Cuba me cuenta Leonel (un familiar), que hay internet pero súper cara: alrededor de 1€ la hora, con una velocidad que no llega ni a un Mb. Es decir, para que nos entendamos, antes de pensar en una escuela virtual, se tendría que cambiar el servicio de internet en toda la isla. Y en cuanto a ordenadores, si alguien no tiene, el Gobierno no los proporcionará tampoco. Sólo existe una empresa de telecomunicaciones en el país y pertenece a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), por tanto está militarizada, es controlada. El libre acceso a todo está restringido. Imagínense una educación virtual.
O en Argentina, por poner otro ejemplo y del que tengo también noticias de primera mano. Me cuenta una maestra, Natalia, que, como en todos los países latinoamericanos, la situación es complicada, por el aislamiento social obligatorio debido al confinamiento, lo que ha hecho exacerbar aún más las diferencias que ya existían. Porque quienes viven en los pueblos no tienen acceso a internet y, por tanto, quedan alejadas. Los docentes están, por tanto, menos formados para ello, con lo cual más barreras en todo Latinoamérica.
O en Chile; Marcelo, director de escuela y su mujer, maestra también, con tres hijos de distintas edades, me cuenta su apreciación de la situación. El año escolar de Latinoamérica se empieza el 4 de marzo tanto para privados como subvencionados. En Chile comenzaron el confinamiento a las dos semanas. El domingo 22, el Ministerio de Educación junto con las autoridades sanitarias y la Superintendencia deciden suspender las clases e iniciar un proceso a distancia con las tecnologías. A su vez se le añade la crisis social por la que pasa el país: la gran mayoría de la población se está manifestando en contra de las políticas públicas, ya que hay un grupo de políticos que se han dedicado a gobernar por muchos años favoreciendo al sector más acomodado. Pero allí sólo un 6% de la población les apoya.
En Chile, con el coronavirus, tenían la referencia de China e Italia, y las autoridades se fueron preparando. En Latinoamérica, en todos los Estados, las autoridades,… no han sido capaces de asumir el compromiso y lo que supone para la educación y la sanidad públicas y ahora vemos las consecuencias.
Y volviendo a Educación, las tecnologías son muy buenas, nos acercan a las personas que tenemos, podemos comprar en unos minutos un libro, nos pueden llegar trabajos en unas horas pero, lamentablemente, le preguntas al alumnado de 5º curso, por ejemplo, y no tienen ni idea de programas de tratamiento de texto y demás. Ellos se manejan muy bien en Instagram, en redes sociales, pero no con el paquete Office.
Y los contenidos mínimos son interminables. Y ahí es donde te das cuenta de que el Ministerio de Educación quiere que formes alumnado de manera integral pero nosotros, los docentes, no tenemos tiempo de preparar para tantas competencias. La escuela es la responsable de tantas cosas… que no llega, los tiempos no dan. Y encima, en un sistema en el que las familias trabajan y los y las hijas, en muchos momentos, están solos, y más quienes no tienen recursos.
La Administración dictó, sin reunión ni nada, que se siguiera a través de plataformas en internet y que cada cual se apañase, como está pasando en España. Y, algunas, les quitaron las vacaciones de invierno diciéndoles que trabajasen y luego ya habría vacaciones.
Actúan de manera improvisada, no entregan directrices claras, ¿cómo vamos a trabajar los docentes? ¿Cómo vamos a estimular la colaboración, el trabajo en equipo, sin poder llegar a todo el alumnado? Puede que no tengan conexión buena, o no puedan imprimir porque la tinta es cara. Marcelo piensa, al igual que yo, que se está perdiendo el norte; hoy día tenemos que preocuparnos de la salud, lo primero, y luego se podría fomentar la lectura con lo que tengan en casa, los valores, la familia…
El Estado también debería apoyar a personas que ahora mismo están sufriendo violencia intrafamiliar, en casas en las que viven 6, 7 o más personas y hay abusos, maltratos, alcoholismo,… Antes de preocuparnos de una educación online, preocupémonos mejor por otras cosas. Hay una brecha gigantesca entre la escuela pública y la privada y, en esta situación, aún se amplía más.
Estos son algunos de los ejemplos de Latinoamérica que, aunque parezcan muy distantes, tienen muchas cosas en común. En este artículo queda patente la situación de España y un pedazo de Latinoamérica muy significativo. ¡Y me dejo cosas seguro!
Y mientras, el Gobierno un día dice una cosa y, otro, otras, y se escuchan estimaciones de fechas de regreso a la escuela o de no regreso, o de confinamiento o de desconfinamiento. ¿Cómo pueden decir fechas sin preguntar al coronavirus? ¡Porque también me impacta! ¿Alguien cree que se acaba el día 11 de abril? Ah no, que ya ha pasado, ahora son 15 días más, o mediados de mayo… Pues no. ¿Y creen que luego saldremos como si nada e iremos de vacaciones alrededor del mundo sin vacunas y aglomerándonos? Los Juegos Olímpicos de agosto se han pospuesto, ¡imaginad el resto!
Quien crea en esta forma de educar excluyendo y nada competencial, de buenas a primeras, es que no ve ni conoce la importancia de la escuela física, de todo lo que representa. Hasta el alumnado no para de decir las ganas que tiene de ver a sus amistades de la escuela. Un lugar como la escuela no está en el ordenador.
Se pueden seguir dando propuestas, consejos, pero no evaluables ni excesivas y siempre que cada quien pueda hacerlas de manera autónoma; sobre todo, enfocadas en el acompañamiento emocional. Que con el confinamiento también se aprende, y mucho.
A partir de aquí… A ver qué dice el Gobierno después de “vacaciones”. ¿En serio le hemos de dar nosotros la solución? ¿No hay nadie en Educación con lógica? ¡Porque, madre mía, cómo se ve todo desde el balcón! ¡Para unas cosas tan estrictos y, ahora, de golpe y sin formación, somos escuelas virtuales! ¡Qué pasada!
¡Y mientras tanto sólo sé que no sé nada! Esperando a esa reunión de Celaá con las comunidades para no solucionar nada y tirarnos la pelota a nuestro tejado, al de los centros y los docentes, ¡como siempre! Porque a nosotras no nos escuchan y no nos tienen en cuenta, ¿para qué, verdad? También estamos en las «trincheras», en este caso, educativas.
Mercedes López. Maestra de educación infantil y primaria. Escritora y madre de un adolescente (familia monomarental)