Durante estos días de confinamiento en casa me han llegado múltiples mensajes a través de las redes sociales y de los medios de comunicación que comentan que la vida de la familia, en pareja, con los niños y niñas o adolescentes ha supuesto un aumento de cierta “violencia”: divorcios, agresiones, separaciones, etc. Y me ha hecho pensar que, también últimamente, vemos insultos racistas a jugadores de futbol, violencia entre equipos rivales, partidos políticos xenófobos, agresiones físicas a personas de otros lugares, peleas nocturnas, destrozos de mobiliario, aumento de violencia de género, etc. Lo que podemos llamar violencia contemporánea sea física, sexual, emocional o económica. Pero ¿cómo habiendo más educación aumenta?
El tema es muy amplio y complejo, pero somos conscientes de la necesidad de tratarlo educativamente en sentido amplio. Sabemos que el contexto social es importante; hemos podido comprobarlo en este confinamiento en casa (pisos pequeños, paro, angustia, pobreza, brechas tecnológicas, sociales, emocionales, económicas, etc.). Una situación que crea en algunas personas una “paranoia social”,alque que hemos podido comprobar cuando se ha pedido salir en algunos momento. La humanidad se deja influir, a veces, por cuestiones incomprensibles; pero no podemos aceptar que la violencia se venda como un instinto innato sino como algo usual de las sociedades modernas. Debemos considerar la agresividad como un fenómeno adquirido en el contexto social.
Por estos motivos, he meditado sobre el papel que la educación en la escuela y en casa puede tener en la reducción de esa “violencia contemporánea”.
No se trata únicamente de introducir más elementos curriculares, sino de incorporar el compromiso de la educación y de todo el tejido social de luchar contra la pobreza, contra la exclusión social, contra todo tipo de discriminación y desigualdad que hemos visto amplificadas y reforzadas durante este confinamiento. Educar dentro y fuera de la escuela es un acto social que se da mediante la comunicación. Hay que desarrollar mecanismos de comunicación que ayuden al profesorado y a las familias a educar para evitar una violencia. El filósofo Jürgen Habermas nos dice que la violencia puede ser reemplazada por el diálogo, el mutuo entendimiento y el lenguaje
Hemos de estar atentos para que este confinamiento no nos lleve a una gran crisis política y económica, con repercusiones educativas, continuando con políticas antiguas. Que esa normalidad de la que tanto hablan, en lugar de nueva sea vieja, que se desarticule aún más el tejido social y que se empobrezca más la población provocando una brecha, ahora sí, en la convivencia social, caldo de cultivo de la violencia.
La mejora de la sociedad que se pide ahora a gritos por el confinamiento debido al COVID-19 y la eliminación de esa violencia contemporánea tendrán lugar cuando todos los que participan en la educación de la infancia: escuelas, familia, administración y comunidad integren en su comportamiento y en los procesos de gestión una forma diferente de tratar a las personas y, sobre todo, un compromiso de mejora social para eliminar ese otro virus que favorece y refuerza esa violencia.