El futuro del planeta y la defensa del medio ambiente se encuentran entre los temas de emergencia del mundo real y entre los más necesarios para la salud física y psicológica de las personas. Como el crecimiento de las desigualdades sociales y la aparición de grandes bolsas de pobreza en nuestra sociedad son cada vez más acelerados, habrá que centrar la atención en repensar muchas cosas. En este sentido, necesitamos devolver la conexión con la naturaleza y recuperar unas relaciones de respeto y estima con el planeta que nos acoge. Puentes que unen sensibilidades y necesidades: concienciación colectiva, compromiso, corresponsabilidad.
Vivimos tiempos frágiles de incertidumbre, momentos que nos han puesto a prueba para continuar lo que estábamos haciendo en la búsqueda de los cambios necesarios en la escuela, defendiendo los derechos y las necesidades de los niños, nuestros espacios y nuestra salud. Un presente para continuar en la búsqueda de nuevas propuestas en la manera de educar y hacer la escuela, creando las condiciones para asegurar una educación de calidad para todos los niños.
Pensar los patios de las escuelas es una necesidad
Los espacios exteriores de la escuela que mayoritariamente son cementados, monótonos y conflictivos, con muy pocas opciones de vida y alejados de un paisaje natural, pueden convertirse en espacios de vida, de experiencias, donde poder realizar actividades diversificadas; interaccionar con otras personas; favorecer la creatividad y el juego; la resolución de problemas; recuperando el contacto y la interacción con la naturaleza.
Recuperamos algunos referentes en la historia y la investigación en pedagogía. Nos lo decía la maestra Rosa Sensat, con palabras de J.J. Rousseau: la mejor escuela es la sombra de un árbol. Posteriormente su discípulo Pestalozzi y también Fröebel, el Krausismo y la Institución Libre de Enseñanza, entre otros, ya se plantearon a nivel pedagógico la importancia del contacto de los niños con la naturaleza, que queda recogida en el tercer principio de la escuela Nueva. Recientes estudios médicos confirman que el contacto con la naturaleza estimula el sistema inmunológico de los niños y los protege de las enfermedades autoinmunes y, desde otra disciplina científica, la neurociencia, se está observando la relación que existe entre la actividad en entornos naturales y los beneficios en el desarrollo de las conexiones cerebrales de los niños. La investigación en psicología ambiental, que estudia la interrelación entre las personas y su entorno, hace tiempo que también lo está demostrando.
Muchos argumentos que en tiempos de incertidumbre nos hacen reencontrar coherencia con la teoría y la práctica educativa. Formularnos aspectos esenciales del proyecto educativo. Momentos donde el espacio exterior y su entorno tienen viejos y nuevos significantes. La pandemia ha acelerado una investigación en la que en muchas comunidades educativas ya se estaba trabajando. Pensar los patios de las escuelas puede parecer una novedad, una moda, pero la pandemia nos ha recordado que es una necesidad. Estamos viendo cómo una nueva visión de la organización de los espacios interiores y exteriores de la escuela empieza a hacer posible una organización que deja atrás programas y currículos para todos iguales. Viendo y utilizando el espacio exterior como un espacio que suma e invita a experiencias en diferentes disciplinas, arte, ciencia, deporte, etc. Retos para una educación integral, transversal, flexible para aprender todos, grandes y pequeños. Pensando los espacios para ser explorados y vividos con todos los sentidos para promover experiencias colectivas, sociales, culturales.
Por una escuela renovada
La escuela pública, su calidad de experiencias para todos, nos iguala y nos hace avanzar. Compartimos investigaciones que defienden la conexión con la naturaleza y su cuidado para crear contextos de vida y salud. Necesitamos abrir puertas y asociarnos para construir, dentro y fuera, espacios de calidad, inclusivos y accesibles en la escuela y en el espacio público de los núcleos urbanos con propuestas que faciliten el juego y la actividad al aire libre. Necesitamos trabajar juntamente con los distritos escolares para crear patios escolares llenos de naturaleza para aprender, jugar y relacionarnos en una construcción vital y social.
Tenemos un deber, un compromiso que no podemos eludir en la defensa de crear contextos que faciliten el equilibrio entre las desigualdades que emergen día a día. Niños que viven y crecen en entornos que les cierran las puertas de su futuro más inmediato. Promover la conexión equitativa con la naturaleza y la justicia social y ambiental.
Las personas crean los espacios, y los espacios conforman las personas¹
Conviene reaprender cómo pensamos y cómo percibimos los espacios. Hemos hecho un proceso que nos ha alejado de lo que hay fuera para encerrarnos en el interior de los hogares, e incluso dentro de los aparatos. Hay que revertir el sentido de este trayecto para ir de dentro hacia fuera. Históricamente las escuelas han sido construidas sobre el criterio del control: pasillos desde donde controlar todo lo que pasa en el interior de las aulas… Ha habido momentos mágicos, como la arquitectura escolar de la República, en que se han tenido en cuenta las escaleras, las proporciones saludables en los edificios escolares, proyectando la luz, el volumen y las circulaciones de las personas y del aire. Ahora es importante tener en cuenta el trayecto de las casas a las escuelas, en las ciudades y en los pueblos más pequeños, para construir un ecosistema y un entorno que cuide y que proteja.
En este momento la tradición higienista de principios del siglo XX representa una fuente de inspiraciones y de ideas que hoy son de plena vigencia para readaptar los edificios escolares: la importancia de los espacios intermedios, que no son sólo espacios de tránsito sino espacios con una versatilidad imprescindible para ayudar a diluir las concentraciones de los grupos de niños, los volúmenes y las superficies…
Es dentro de las escuelas donde se forja la idea de ciudad, pero es en los entornos exteriores donde es más fácil tomar conciencia de los demás, porque vemos todos los elementos de cada ecosistema en relación entre ellos. De alguna manera, la naturaleza y el entorno nos piden que recuperamos el vínculo.
En este sentido, necesitamos un compromiso global para crear verdaderas redes de educación compartida, si es necesario, sin esperar la llegada de leyes que lo hagan posible. Hay que conocer las normativas para poder hacer, en su caso, disidencia y para aprender a esquivarlas. Podemos hacer circular este compromiso de abajo hacia arriba, flexibilizando y facilitando las colaboraciones de toda la ciudadanía.
Toda escuela, todo pueblo y todo barrio tiene un ecosistema y un entorno. Sin idealizar la naturaleza, lo que tenemos que pretender es hacerla permeable a los entornos escolares, haciendo los espacios viables para la educación, dentro y fuera de las escuelas. Los encuentros con los espacios exteriores deben ser mucho más cotidianos e incluso conviene educar a utilizar los espacios.
Desde la humildad, construimos el conocimiento con la curiosidad de quienes aprendemos, seamos niños o adultos. En esta reconquista de los espacios exteriores, que se hace en pequeños pasos, las personas redescubrimos la importancia de cuidar de nosotros porque la salud es un sistema. Debemos perder el miedo, que muy a menudo nace del desconocimiento, y tenemos que dar más la voz a los niños y los jóvenes sobre qué relación quieren tener con sus entornos.
En el esfuerzo de recuperación de nuestros vínculos con los espacios exteriores encontramos un gran potencial regenerador de las relaciones, un motor extraordinario para consolidar equipos y una oportunidad para construir ecosistemas e identidades más saludables.
Experiencias que conforman el contexto de vida
Antiguamente, los niños tenían la oportunidad de jugar en la naturaleza o en la calle y desarrollar muchas habilidades psicomotrices y sociales. Pero en algunas décadas, la aglomeración en grandes áreas metropolitanas, el miedo a los peligros de la vida en la calle, el sedentarismo y la aparición de las pantallas, están provocando síndromes y patologías preocupantes que nos piden investigar y dar respuestas para poder compaginar el mundo tecnológico, como herramienta que nos libera tiempo para nuestro bienestar, con una mayor interacción con la tierra que nos acoge.
Para crear un contexto, ¿qué entendemos por experiencia?
«La experiencia es vivir en un contexto, conformado por personas, rituales, reglas de vida en común, que representan recursos concretos para el diálogo y referencia a una complejidad de la vida social, en el que cada niño puede colocarse como protagonista con su historia y su identidad.
La experiencia es disponer de espacios, materiales y objetos que adquieren una significación educativa, porque están dispuestos dentro de un proyecto pedagógico orgánico, que escucha las necesidades e intereses de los niños acogidos en la escuela.
La experiencia es conmover, explorar, investigar en ambientes externos, que el exterior y su entorno puede ofrecer activando miradas curiosas, a veces encantadas, pero siempre interrogantes.
La experiencia es construir relaciones estables con adultos competentes, profesionalmente disponibles para la innovación, en constante diálogo con las teorías y reflexiones de la investigación científica y en continuo perfeccionamiento de sus habilidades y energías educativas».
La experiencia educativa es un proceso dinámico. La dimensión del aprendizaje, con intencionalidad educativa consciente, construida día a día por los equipos de maestros. En un proceso de formación permanente, pensando y actuando desde la reflexión compartida con observaciones internas y externas. Pensando y actuando para hacer posible una organización adecuada para provocar experiencias colectivas. Uniendo sensibilidades y conocimientos, como puentes de saberes individuales y colectivos.
Crear y hacer realidad este imaginario de vida, convivencia, de utilización de unos espacios para ser habitados, con belleza, salud, bienestar, convivencia, juego, aprendizaje. Abrir la escuela al fuera abriendo muros físicos y mentales. Reconstruir la historia y nuestra relación con la naturaleza y las personas.
Los estudios y la investigación en diferentes ámbitos y disciplinas confirman los beneficios del contacto con la naturaleza para la infancia. Debemos compartir estos planteamientos con la comunidad educativa, acogiendo la implicación de los niños como protagonistas del proyecto. Encontrando los núcleos de necesidades y motivaciones que nos unen: herramientas, recursos, asistencia técnica, capacitación para el aprendizaje entre iguales en contextos ricos de vida y relaciones sociales. Un intercambio intenso, entre la arquitectura, nuestro paisaje y el proyecto pedagógico que defendemos.
El cambio de visión de los patios de las escuelas debe ir mucho más allá: contribuir a una transformación cultural en el sistema educativo, que permita pensar en las necesidades de los niños y transitar a una educación centrada en cultivar una conciencia ecológica en el quehacer cotidiano. Experiencias que nos vinculan y nos recuerdan que somos naturaleza.
Estas consideraciones nos pueden ayudar a dar respuestas al porqué. La reflexión pedagógica. Ahora necesitamos pensar el qué y el cómo. Construir la propia identidad en un proyecto educativo enmarcado en el territorio, en su gente, su entorno natural, vivencial y comunitario.
¹ El texto de este apartado forma parte de las Conclusiones de Tema General de la 55 Escola d’Estiu de l’AM Rosa Sensat
Referencias
Conclusions del Tema General de la 55 Escola d’Estiu de l’AM Rosa Sensat
https://www.rosasensat.org/una-escola-compromesa-per-una-educacio-en-temps-dincertesa-conclusions-del-tema-general-de-la-55a-escola-destiu-de-rosa-sensat/
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«Los seis sentidos se activan cuando conectamos con la naturaleza»
Collado, S. i Corraliza, J.A. (2016) Conciencia ecológica y bienestar en la infancia. Madrid, Editorial CCS. p. 43