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Nacía la democracia en España. Después de 36 años de dictadura, llegaba el momento de levantar, de nuevo, la democracia en todo el territorio. En su modesto papel, la ciudad de Granada comprendió la importancia de la educación pública y de calidad. Aquel 1980 se celebró en la ciudad un encuentro estatal de educación preescolar y el Ayuntamiento asumió como propias las conclusiones que se plantearon. Absorbió dos cooperativas de educación infantil, con proyectos que encajaban con lo expuesto en el encuentro.
Han pasado 41 años desde su fundación. Desde el primer momento se trató de un proyecto que entendía la educación infantil como un continuo que no podía partirse en dos. Así que admiten a criaturas desde los 4 meses hasta los 6 años. La mejor manera de hacer seguimiento a las etapas evolutivas de cada cual prácticamente desde el nacimiento hasta su llegada a la primaria. El objetivo primordial, respetar los tiempos de niñas y niños. No todo el mundo llega al mismo sitio en el mismo momento y, entonces, el proceso se hace fundamental.
Le cuestan a las arcas municipales alrededor de 2,4 millones de euros. Principalmente por su modelo de trabajo. En el 0-3 abunda la pareja pedagógica, dos maestras que comparten el espacio con las criaturas, se compaginan en la atención de niñas y niños. En el 3-6 no hacen parejas, pero cuentan con el apoyo (también en el primer ciclo) del equipo psicopedagógico: psicóloga, psicopedagoga y logopeda. Para rizar el rizo, cada centro tiene cocina propia, lo que supone que dos personas más han de elaborar y cocinar el menú diario. En total son 50 personas.
«Las cooperativas tenían las características del proyecto: etapa completa, públicas, abiertas a cualquiera independientemente de su capacidad económica. Y con la calidad como seña de identidad. Ahora son cuatro de 0-6»: Arlequín, Duende, Luna y Belén. Quien habla es Mercedes Blasi, pedagoga y cofundadora, en su momento, del Patronato de Escuelas Municipales que, más tarde, fue el germen de la Fundación Granada Educa, entidad dependiente del Ayuntamiento que gestiona las escuelas.
Vox, como también le ocurre al PP y a C’s, son de la opinión de que este gasto debe asumirlo la Junta de Andalucía. La educativa es eso que llaman competencia impropia, es decir, una competencia que en realidad pertenece a otra administración pública. Un estudio de hace algún tiempo de la FEMP aclaraba que los municipios pueden hacerse cargo de servicios educativos como escuelas infantiles, siempre y cuando no mermaran la capacidad de la hacienda local. Los partidos que componen el Ayuntamiento (PP y C’s) apoyados por Vox, entienden que es un problema para Granada seguir manteniendo económicamente estas cuatro escuelas. Quienes defienden la red de escuelas municipales aseguran que la inversión supone el 0,67% del presupuesto de la ciudad. Según las cuentas presentadas en agosto por el Ayuntamiento, el presupuesto para 2020 era superior a los 282,6 millones de euros.
Crónica anunciada
La moción presentada por Vox el diciembre pasado para que haya una reunión entre la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento para que la primera asuma la gestión y el gasto de las escuelas infantiles municipales de Granada no es una novedad. Es el último capítulo de una historia con un lustro, al menos, de antigüedad.
Allá por 2016, el PP decidió que la asunción de una competencia impropia era lesiva para los presupuestos municipales. Intentó que la Junta de Andalucía asumiese la gestión de los cuatro centros en relación al segundo ciclo, el 3-6. Gracias al ruido que en aquel momento se organizó, se paralizó el intento de supresión de la mitad de la red y, poco tiempo después de aquello, en el mes de mayo del mismo año, se consiguió que el Pleno del Ayuntamiento redactase una declaración en la que se comprometía a mantener la financiación de las escuelas, al menos, hasta que hubiera un compromiso del gobierno autonómico para asumir el proyecto tal cual es, es decir, la etapa completa, sin partir.
Esta es una de las grandes reivindicaciones de algunos de los modelos más potentes de educación infantil, desde el famoso Reggio Emilia hasta las escuelas municipales de Pamplona. El respeto a la cultura de la infancia, a los tiempos de crecimiento y maduración, para en buena medida porque niñas y niños no entren en colegios de primaria a los tres años.
Aquel ruido lo montaron familias y trabajadores, antiguas y nuevas. Fue el momento en el que se creó la Plataforma Sí 0-6, integrada por ambos colectivos ante la posibilidad de que desapareciese un proyecto que ha educado a miles de ciudadanos y ciudadanas de Granada en los últimos 40 años. Es también el momento en el que ambos consiguen representación en el patronato de la Fundación Granada Educa. Desde entonces tienen información sobre la situación económica y capacidad de participar y decidir.
Aquel podríamos decir que fue el primer asalto sobre la red de escuelas, sustentada en la Fundación.
Por esto, además de por haber generado después de 40 años un sustrato social de apoyo,pudo frenarse que en el verano de 2020, de nuevo, el propio Ayuntamiento de la ciudad decidiera aumentar las cuotas que pagan las familias. Según Mercedes Blasi, así como Isabel Romero, madre de dos exalumnos y dos alumnos de las escuelas, en la actualidad el 40% de las familias no pagan nada por tener a sus hijos matriculados. Sus plazas están subvencionadas. El 60% restante paga lo que les corresponde. El Ayuntamiento decidió, sin previo aviso, aumentar las cuotas un 20% y eliminar las bonificaciones.
«El concejal, asegura Romero, ha dicho que quiere escuelas más abiertas a la población más vulnerables». Además de esto, subieron las cuotas de las escuelas de verano, durante el mes de julio y que facilitan la conciliación laboral de las familias. «Dicen que las escuelas de verano incurren en déficit y de ahí la subida. 3.000 euros de déficit. Aunque es básico para la conciliación de las familias».
De nuevo llegaron las protestas de familias y equipo profesional por lo que entendían como un ataque a las familias que, precisamente, más se benefician de la existencia de las escuelas. Finalmente, se mantuvieron los precios como estaban.
Pero la tranquilidad no dura siempre. Y, a finales de diciembre de 2020 llegó Vox con la petición de que se cree una comisión participada por los grupos políticos del Ayuntamiento y la Junta. El objetivo, que la gestión pase a esta y el Ayuntamiento se deshaga de las escuelas. Esta posibilidad deja un futuro complicado a las cuatro escuelas y a sus trabajadoras y trabajadores. En principio, el 3-6 lo gestiona directamente la Junta en centros de infantil y primaria, y el primer ciclo, el 0-3, en la mayor parte de los casos, deriva la gestión a empresas privadas.
Un proyecto educativo de prestigio
Todo esto sería un mal sueño en cualquier circunstancia. Pero en el caso de las escuelas municipales de Granada se ha rizado el rizo. Se trata de un modelo que recibe la visita todos los años de alrededor de 1.200 personas que se interesan por su funcionamiento y sus bases pedagógicas. Tiene no pocas similitudes con el modelo de Pamplona, una ciudad que apostó en su momento por sus escuelas municipales, que invierte, siendo más pequeña que Granada, 8 millones anuales en su infancia.
El modelo nació, y mantiene, la perspectiva de que ha de escolarizar criaturas hasta los 6 años. «Es un contexto amable de crecimiento paulatino, protegido» explica Blasi. En el primer ciclo funcionan con pareja educativa, no en el segundo. Ambos cuentan con el apoyo del equipo psicopedagógico. «Una de nuestras fuerzas, comenta, es que las escuelas comparten proyecto, como cada una en su contexto». Además de proyecto común, cada dos semanas se reúnen las cuatro directoras con el equipo psicopedagógico para hablar del funcionamiento y generar abordajes conjuntos. «Hay un sentido de cooperación, una cultura institucional de ayuda. Construimos juntos», asegura Blasi.
El día comienza entre las 7.30 y las 9.30, según las necesidades de las familias. Se produce el primer encuentro con los niños y se plantean las propuestas para comenzar a hacer. Hay un momento a media mañana para higiene y comer fruta. Después, el grupo pone en común y se proponen actividades: exploración, algún proyecto de trabajo, etc. Comenta Blasi que no se establece un momento y espacio para el recreo. La idea es que haya un continuo entre el dentro y el fuera. «Son tan importantes uno como otro». Además, a lo largo del día «no todas las criaturas hacen lo mismo, hay diferentes estrategias».
Esto es algo que a Isabel Romero le gustó del modelo. Las criaturas no hacen fichas, como en otras escuelas, no hacen todas lo mismo al mismo tiempo. «Me gustó la autonomía que dan a los niños desde chiquititos», asegura.
Un autonomía que, por ejemplo, se ve cuando llega la hora de comer. Se hace en el aula y son niñas y niños, ya desde que tienen un año, quienes se ocupan de preparar el menaje, montar el comedor en el aula y, una vez que han terminado, recogerlo todo.»El aula, comenta Blasi, es un espacio de vida donde sucede todo».
La red
La red, más allá de estar formada por las cuatro escuelas, la constituyen las familias y también el territorio en el que se enmarcan. Desde el primer momento se trata de centros en los que las familias se ven acompañadas en el periodo de crianza, no solo con la ayuda de las profesionales que conforman el equipo, sino por las otras familias en las que encuentran, en no pocas ocasiones, amistades que perduran en el tiempo.
La participación de las familias es uno de los pilares del proyecto. Más allá de que todos los días (también en este curso de pandemia) pueden entrar en el aula (con accesos diferentes para evitar aglomeraciones) para dejar a sus niños y, a partir de las 16.00, para recogerlas.
Se establecen, comenta Blasi, «relaciones concretas, fluidas, cotidianas, más espontáneas». A las que que se suman cuestiones más estructurales como reuniones trimestrales con el equipo docente para hacer valoración o explicar los proyectos que se ponen en marcha o la gestión de las escuelas. Se les ofrece, además, información escrita individual y participan en el consejo escolar. Además, explica Blasi, se elaboran «talleres de familias cada año; cada escuela elige un tema de estudio, que puede ser la música o los espacios exteriores» y se comparten con las familias. Esta elección de tema «permite una reflexión al personal docente, una práctica con el niño y que la familia pueda participar en las diferentes estrategias que se organicen».
«Las familias están en la escuela, la viven, con los niños. Si las familias cooperan te permite hablar sobre las criaturas a través de la acción. Permite relación interfamilias, tenes socialización en la crianza», asegura la pedagoga. Algo que, para Romero, ha supuesto estar muy contenta.
Romero comenta cómo muchas familias organizan planes conjuntos más allá de las escuelas, para que sus hijas e hijos tengan una infancia respetada. A esto se viene a sumar el impacto de la existencia de las escuelas en el territorio. «Esto ayuda a crecer a las criaturas. Que se inserten donde habitan supone un crecimiento para críos, familias y para el territorio», asegura Blasi. Y lo ejemplifica en el uso de un parque cercano a una de las escuelas durante el periodo de pandemia. «Los críos han dejado sus huellas, encontradas por los vecinos: tizas, poesías en los árboles». Una buena manera de acercarse a la importancia de incardinar las escuelas en el territorio es el libro Viviendo el barrio, de la Editorial Octaedro, en el que se habla de la experiencia de la escuela Arlequín.
La red generada por las familias, además, se extiende más allá de la etapa de infantil. En buena medida, todas las familias acaban en los mismos colegios de primaria del barrio. Como explica Romero, esto ha supuesto cambios importantes en algunos de ellos, donde la participación de las familias ha aumentado hasta el punto, por ejemplo, e cambiar la tendencia de que los comedores se gestiones por una empresa de cátering que les traía la comida desde Zamora hasta Granada. Ahora tienen un comedor ecológico. O la adhesión a los caminos escolares o la construcción de un rocódromo. «Son familias muy implicadas».
«Una escuela pública de calidad necesita unos mínimos», asevera Blasi. «La educación es una inversión, no un gasto, ni una pérdida. Es dinero que se invierte en ciudadanía». Algo que en las escuelas municipales infantiles de Granada tienen claro, tanto sus profesionales como las familias que las llenan cada día. «Sabemos que el PP no es afín al proyecto», dice Romero, pero «es un proyecto prestigioso que deberían aumentar». Y aunque el futuro no parece muy prometedor, esta madre de cuatro criaturas que han pasado o están matriculadas en estas escuelas infantiles, asegura que «habrá resistencia».