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Las teorías freireanas que sustentan la Pedagogía del oprimido han sido las impulsoras del movimiento de pedagogía crítica, corriente que desvela la parcialidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje de la educación formal, y evidencia su carácter político en tanto en cuanto los conocimientos adquiridos por el estudiantado no son sino mera correa de trasmisión del sistema dominante, con lo que afectan al desarrollo de la socialización de los sujetos que solo perciben una realidad como verdadera. Una realidad que no es otra que aquella que defiende los intereses del poder, convirtiéndoles en sus meros reproductores.
Así, las propuestas de la pedagogía crítica, grosso modo, parten del pensamiento pedagógico de Freire para quien la acción docente debe promover una “memoria liberadora” que:
… centra nuestra atención en el sujeto que sufre y en la realidad de quienes son tratados como «los otros» (…) un concepto de evocación histórica que alienta el recuerdo de movimientos sociales que no solo resisten, sino que además transforman en su propio interés lo que dicho concepto significa, con el fin de desarrollar solidaridades en torno a un horizonte alternativo de posibilidades humanas. (Giroux, trad. 1990)
De esta manera, a través de “la memoria liberadora”, entenderemos las distintas realidades de la existencia humana y la necesidad de que todos los miembros de una sociedad democrática contribuyan a transformar las condiciones sociales de forma que se eliminen tales sufrimientos.
La memoria liberadora da lugar a una “educación problematizadora”, según la cual la relación docente-discente tiene que establecerse a través del diálogo, rompiendo con la relación unidireccional y asimétrica de la educación bancaria en la que el profesorado tiene “el saber” y el alumnado es simple receptor, y por ende reproductor, de dicho saber. Únicamente a través de la relación dialógica la acción educativa puede ser reflexiva y conducir al descubrimiento de la realidad, que afecta tanto al profesorado como al alumnado posicionándoles como sujetos del proceso educativo.
Ambos conceptos se resuelven en lo que Freire denomina “concientización”, ya que a través de la reflexión dialogada se inicia un proceso en el que el alumnado toma conciencia de que las acciones están directamente relacionadas con la interpretación de la realidad que cada quien hace, de modo que las personas seremos más competentes tanto en cuanto nuestras representaciones internas posibiliten una mejor actuación sobre nuestras vidas. Así pues, la función de la docencia consistirá en impulsar la conciencia crítica del estudiantado, de manera que puedan percibirse como sujetos de cambio y emprendan acciones conducentes a la transformación tanto de sus vidas como de aquellos entornos y realidades en los que las personas sufran.
Partiendo del axioma: “Si quieres conocer una realidad, trata de cambiarla”, Maria Mies incorpora estos tres conceptos freireanos: memoria liberadora, educación problematizadora y concientización, para articular un modelo de investigación feminista (IF), entendiendo que las mujeres, la mitad de la humanidad, son una mayoría que sufre violencia, cualquiera que sea su ámbito de procedencia: clase, etnia, condición social, economía, cultura, nivel de educación, etc.:
Se dice que las mujeres necesitan «pan» antes de poder ponerse a pensar en la liberación. Por otro lado, las mujeres que, debido a su posición de clase, tienen acceso a la educación moderna y al empleo, son consideradas como mujeres ya emancipadas, especialmente si viven en una atmósfera familiar liberal. Es obvio que este concepto de emancipación de la mujer excluye precisamente las dimensiones sensibles de la relación patriarcal entre hombres y mujeres contra las que se posiciona el nuevo movimiento feminista, en particular el aspecto relativo a la violencia contra las mujeres. (Mies, trad. 2019)
En líneas generales, la propuesta de Mies incorpora algunos aspectos metodológicos, en los que coinciden buena parte de las investigadoras sociales comprometidas con el Feminismo, como son: a) que la IF se debe caracterizar por responder críticamente a la idea de “los universales” que no tienen en cuenta que la Historia, y todos los ámbitos por los que discurre la vida de las personas, está pergeñada por mujeres y por hombres y desafiar, así, a la hegemonía de los “universales masculinos”; b) la IF debe aplicar en la planificación de las estrategias y en la implementación de sus procedimientos su posicionamiento crítico frente a la perspectiva dominante; c) la IF debe exigir que los planteamientos epistemológicos y metodológicos sean descritos y examinados en un contexto de IF, y en cualquier ámbito de investigación social, a la par que responder al hecho de que las mujeres participen en las investigaciones como sujeto y como objeto de aquella, sobre todo en aquellos temas que les afectan de manera específica ya que sólo puede encontrar solución a tales problemas quien los puede describir, tal es el caso de las violencias que sufren las mujeres (directa, estructural y cultural); d) en relación con las entrevistas, la similitud étnica, social, económica y, sobre todo, de género, entre el sujeto entrevistador y el sujeto entrevistado va a ser determinante en la forma en que estas se produzcan, en el contenido que se aborde y en la “verosimilitud” de las respuestas; e) la IF exige la activación de métodos de “escucha activa” que tengan en cuenta el sesgo del lenguaje, las omisiones, el relato, etc.; f) la IF se distingue por el cuidado a los aspectos éticos, prestando especial atención a la privacidad y la confidencialidad que requieren algunos temas y que pueden comportar la aceptación/rechazo social y personal de la informante; g) la IF aplicará el binomio sexo/género como categoría de análisis al tener en cuenta la comunidad a la que pertenecen los sujetos -hombres y mujeres-. Por ello, las investigadoras feministas:
Escuchan muy atentamente lo que las mujeres informantes piensan acerca de sus propias vidas y de las de los hombres, y mantienen posiciones críticas frente a las concepciones de los científicos sociales tradicionales sobre la vida de hombres y mujeres. Observan también algunos comportamientos de mujeres y hombres que, desde la perspectiva de los científicos sociales, no son relevantes. (Harding, trad. 1987)
Además de los criterios generales aceptados por las investigadoras feministas, Mies hace hincapié en los conceptos freireanos “memoria liberadora”, “educación problematizadora” y “concientización”, especificando que:
1) El postulado de una investigación libre de valores, de neutralidad e indiferencia hacia los «objetos» de investigación debe ser reemplazado por una parcialidad consciente, que se logra por medio de una identificación parcial con los objetos de la investigación. La parcialidad consciente es diferente del mero subjetivismo o de la simple empatía, ya que la identificación parcial crea una distancia crítica y dialéctica entre el investigador y sus «sujetos» de estudio.
2) La relación vertical entre el investigador y los «objetos de investigación», la «visión desde arriba», ha de ser reemplazada por la «visión desde abajo». Esta es una consecuencia necesaria de la parcialidad consciente y de la reciprocidad. La investigación debe ser realizada para servir a los intereses de los grupos dominados, explotados y oprimidos, particularmente a la mujer. La relación hombre-mujer representa uno de los ejemplos más antiguos de la visión desde arriba; por ello, la solicitud de una «visión desde abajo» sistemática posee tanto una dimensión científica como ético-política.
3) El «conocimiento de espectador», contemplativo y no involucrado, ha de ser reemplazo por una participación activa en las acciones, movimientos y luchas de la emancipación de la mujer. No podemos contentarnos con reducir los estudios sobre la mujer a una pura tarea académica, restringida en la torre de marfil de ciertos institutos de investigación y universidades.
4) La participación en las acciones y luchas sociales, y la integración de la investigación en estos procesos, implica además que el cambio del status quo sea el punto de partida de una interrogante científica.
5) El proceso de investigación debe convertirse en un proceso de «concientización», tanto para los científicos sociales que realizan la investigación como para los sujetos investigados, es decir, los grupos femeninos.
6) Habría que señalar que la concientización colectiva de las mujeres por medio de la metodología problematizadora debería ir acompañada por el estudio de la historia individual y social de la mujer. En efecto, aunque las mujeres han hecho su historia (sus luchas, sufrimientos, sueños e ilusiones) en el pasado, no se la han apropiado y hecho suficientemente suya como sujetos.
7) Las mujeres no pueden apropiarse su propia historia a menos que comiencen a colectivizar sus propias experiencias. Los Estudios de la Mujer, por consiguiente, deben luchar por la superación del individualismo, la competitividad, el «profesionalismo» desmedido, como se ven en los académicos de género masculino. Esto las llevaría posiblemente a superar el aislamiento estructural dentro de sus familias y a comprender que sus sufrimientos individuales tienen causas sociales. (MIES, trad. 1999)
Así, la propuesta metodológica de IF de Mies, en sintonía con los valores freireanos, trasciende el ámbito de la indagación académica propiciando que el proceso de investigación provoque la toma de conciencia de las mujeres como sujetos transformadores, con capacidad para generar actos sustantivos a través de la modificación de las estructuras que condicionan las relaciones personales, sociales y políticas de las mujeres.