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Durante años, el llamado Informe Delors, que en realidad se titulaba Learning: the treasure within (La Educación encierra un tesoro), ha sido referencia obligada de leyes marco, currículos y programas educativos de medio mundo. Este informe se redacta durante la primera mitad de los noventa, a partir de un comité de expertos presidido por Jacques Delors, que acababa de dejar la presidencia de la Comisión Europea. Un cuarto de siglo después, la Unesco consideró que era necesario lanzar un nuevo informe, que sea la guía de los próximos dos decenios, y en esta ocasión le encargó a una comisión presidida por Sahlework Zewde, presidenta de Etiopía desde el 2018. Es la primera vez que un informe así se encarga a una líder de un país en vías de desarrollo, que además es mujer.
A diferencia del informe Delors, lo que quizás algún día se conozca como informe Sahlework se ha elaborado a lo largo de dos años con una gran participación de personas y entidades. Hasta un millón, aseguran en la Unesco, ya que uno de sus mensajes quiere ser que la educación es una tarea colectiva y, por tanto, no se quería repetir el mismo patrón de informe elaborado por un reducido grupo de expertos. El lunes se presentó en Barcelona la traducción al catalán del resumen ejecutivo del informe, en un acto organizado por Catesco en el que participó Sobhi Tawil, director de innovación y futuro del aprendizaje de la Unesco y, como tal, la persona que ha coordinado el informe. La traducción del informe completo en castellano estará terminada aproximadamente en un mes.
“En el informe Delors se ponía el énfasis en el hecho de aprender a vivir juntos y en el aprendizaje a lo largo de la vida, ahora hemos querido preguntarnos no sólo cómo nos relacionamos entre nosotros, sino cómo nos relacionamos con el planeta y con la tecnología”, explica Tawil a este diario. “Nos encontramos ante una coyuntura diferente a la que teníamos en los noventa: la degradación medioambiental, el incremento de las inequidades, la regresión de los derechos humanos y el auge de los populismos, la aceleración de la digitalización y la inteligencia. licencia artificial, la incertidumbre del futuro del trabajo… todo este contexto es el que envuelve en el informe”, dice Tawil. “Ya no hablamos ni de qué aprendemos, ni de cómo aprendemos, sino del por qué –añade–, y tampoco nos preguntamos qué debe hacer la educación para adaptarse a los nuevos tiempos, sino qué debe hacer la educación para dar forma al futuro”.
Cumbre educativa de Naciones Unidas en septiembre
Esta última pregunta fue el encargo que el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, dio a la Unesco hace unos años. Y ahora, con el informe en la mano, Guterres ha convocado una gran cumbre sobre educación que tendrá lugar en septiembre de este año en Nueva York, y en la que se espera la participación de los jefes de Estado y Gobierno de los países miembros. Será la primera vez que Naciones Unidas convoque una cumbre de ese estilo. Antes, a finales de junio, está previsto que se celebre en la sede de la Unesco en París una previa de esta cumbre, en la que participarán ministros y otras autoridades, además de representantes de la comunidad educativa internacional.
Por este alto cargo de la Unesco, la participación de los docentes en la transformación de la educación es clave, y por eso se felicita de que el informe “ha sido bien recibido por las asociaciones de maestros, en concreto tuvimos un buen feedback de la Education International [la federación internacional de sindicatos de docentes]”. Tawil opina que “habitualmente la innovación se presenta como un cambio demasiado radical, lo que es un error. El mensaje que recibe un profesional no puede ser que lo que ha estado haciendo en los últimos veinte años no valía para nada. Y es que la transformación nunca parte de cero, sino de lo que se está haciendo bien. Debemos analizar qué es positivo de lo que hacemos y qué necesita ser cambiado, y debemos conseguir que haya un propósito compartido”, apunta Tawil.
En concreto el informe hace cinco propuestas para renovar la educación: adoptar pedagogías basadas en la solidaridad y la cooperación (el mundo debe transformarse desde el trabajo colectivo y la empatía); actualizar los currículos y conocimientos comunes (de ahí que algún medio haya interpretado que la Unesco avale los nuevos currículos de la Lomloe, lo que explícitamente no ha hecho); hacer de la docencia una profesión colaborativa y referente en la transformación; hacer de las escuelas espacios a proteger para que garanticen la inclusión, equidad y bienestar individual y colectivo; y crear oportunidades educativas a lo largo de toda la vida y en distintos espacios sociales y culturales.
«Este informe es una provocación, una invitación al diálogo, y una oportunidad para conectar este diálogo con lo que tiene lugar en otras partes del mundo», insiste Tawil. Y “el profesorado debe estar involucrado, porque en la medida en que puedas incluir más profesorado en el diálogo conseguirás un mayor sentimiento de pertenencia, y una menor resistencia a los cambios que deben realizarse. Necesitamos pedagogías de la solidaridad y la cooperación, porque ya no hablamos de aprender a aprender, sino aprender a aprender juntos, y necesitamos currículos con una mirada más intercultural y ecológica, que ayude a combatir la discriminación, el racismo, el sexismo , el pensamiento neocolonial, etc.”.