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“Comenzamos el curso tras un verano histórico. Las temperaturas durante estos meses han presentado una anomalía media de +2.2 ºC; esto supone haber superado en 0.4 ºC al anterior verano más cálido, que era, hasta ahora, el de 2003.” Así da comienzo una clase de 1º de Bachillerato de este curso en el que nos encontramos ya inmersos. El alumnado, nervioso por el inicio de las clases, no reacciona a la palabra “histórico” con la energía esperada por la profesora. La escuchan con cierto desapego; han vivido en su corta edad demasiados momentos históricos; dos años de anomalía escolar y confinamiento, de adultos asustados y descolocados, intercalados por una tormenta nunca vista y que se cierran con una guerra en Europa y una crisis energética.
Un rato más tarde en esa misma clase, la profesora añade: “Sé que la mayoría de vosotros y vosotras no tenéis aún el libro. Estad tranquilas, ha cambiado la ley educativa, no se ha publicado hasta este verano y por ello va todo más lento”. Esto sí parece inquietar más a un alumnado que sabe que “lo que entra” es lo que aparece en el libro.
¿Y qué va a aparecer en este curso de crisis energética y crisis climática en los libros? Gracias a Isabel Díaz Ayuso, en los libros de texto de la Comunidad de Madrid habrá contenidos sobre la «Importancia de la energía en la sociedad», pero no podrán explicar «su producción y uso responsable». Tampoco desarrollarán contenidos sobre “La movilidad segura, saludable y sostenible» o sobre los “los efectos de la globalización.”
Hasta 35 modificaciones u omisiones de la nueva ley educativa han sido contabilizadas por la Abogacía General de la Comunidad de Madrid en el currículo de la comunidad. Esta censura por parte de la Consejería no sólo es inexplicable desde el punto de vista legal (pues el Estado define el 60% de los contenidos y las comunidades deben respetarlos), sino que además profundiza en la ya alarmante desconexión entre la realidad que vivimos y aquello que el alumnado aprende en las aulas.
Contenidos como ecosocial, interdependencia, ecodependencia, ética ambiental o bioética han sido también eliminados. Conceptos que sin duda facilitan no solo la comprensión de un mundo complejo, sino que permiten formar a una generación que va a vivir —y de hecho vive— en un mundo que está siendo reconfigurado debido a la crisis sistémica, ecológica y climática.
La función principal de la educación debería ser ayudar al alumnado a comprender el mundo en el que habita y a desenvolverse satisfactoriamente en él. Mientras cientos de personas mueren ahogadas en nuestras costas más cercanas y miles deben desplazarse, en las aulas de la Comunidad de Madrid no se hablará de “Éxodos masivos. Migraciones económicas, climáticas y políticas”.
Borrar estos contenidos no los hará desaparecer de la realidad. Solo distanciará esta realidad aún más de un alumnado que percibe un relato de la historia en el que las distopías más que ficciones parecen predicciones de futuro
Son muchos los frentes desde los que hay que hacerse cargo de esta crisis sistémica, no podemos permitirnos abandonar y desinformar a esta generación, que sin duda y aun a su pesar, tendrá un papel histórico.