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Que el sistema educativo no es realmente inclusivo no es algo nuevo, y que no hay suficientes recursos para atender la diversidad y las necesidades específicas de apoyo tampoco lo es. Pero esto va más allá, se trata de cómo está organizado el sistema de aprendizaje y de qué necesitan aprender las personas jóvenes.
En los centros educativos y centros de formación para jóvenes hay tantos proyectos de vida y tantas maneras de construirlos como personas, y el reto de los y las profesionales que nos dedicamos a acompañar, orientar, formar y planificar propuestas formativas es ser capaces de tener en cuenta la diversidad de formas de aprender, así como los intereses y necesidades específicas de cada individuo.
En las aulas hay jóvenes muy solos y poco acompañados por su núcleo familiar, hay personas con dificultades de aprendizaje, con diversidad funcional, con trastornos mentales, con malestar emocional, con poca red de apoyo comunitario, con escasos recursos económicos o en el umbral de la pobreza, y muchas personas que no tienen claro su proyecto de futuro… Todos estos contextos no favorecen los procesos de aprendizaje de los y las jóvenes.
Un factor común en todos ellos es que, en general, necesitan otras maneras de aprender y explorar diferentes disciplinas, sectores y realidades para saber a dónde quieren llegar. Sin embargo, la estructura del sistema de aprendizaje y la selección de contenidos no permiten la flexibilidad necesaria para experimentar.
El aprendizaje se mueve por el interés y la curiosidad que tenemos sobre las cosas, y a los jóvenes, en general, les interesa su futuro, les interesa conocer qué posibilidades tienen, qué pueden ser y cómo pueden llegar a serlo. Brindarles herramientas para que puedan construir su proyecto individual, personalizado, adaptado a sus capacidades, a su ritmo y a sus intereses, es clave para despertar y mantener la motivación.
El desafío y también el estímulo para los profesionales de la formación es ser capaces de desplegar estrategias que ofrezcan posibilidades a todos los alumnos dentro del aula, planteando propuestas de aprendizaje que respondan a ritmos diferentes y a estados madurativos del cerebro distintos. Y esto no es fácil, porque implica conocer a las personas a las que debemos formar y dedicar horas a planificar y repensar proyectos y actividades que, en muchas ocasiones, no son aplicables a diferentes grupos porque todos son diferentes. Este es uno de los propósitos pedagógicos de Noves Oportunitats: que todos los jóvenes que participan se sientan parte del grupo, sientan que pueden aportar y avanzar en la consecución de sus objetivos vitales, formativos y laborales.
Lo que vertebra la selección de contenidos y la metodología educativa de los centros Noves Oportunitats es la detección de las necesidades personales y la identificación de la proyección de los y las jóvenes que participan. Aprenden un oficio y tienen la oportunidad de conocer cómo podría ser su vida adulta en el ámbito laboral y formativo, pero también desarrollan habilidades que les permiten afrontar la vida a su manera y en función de la etapa de desarrollo en la que se encuentran.
¿Cómo damos apoyo para articular cada proyecto de futuro en Noves Oportunitats?
En general, impulsamos propuestas educativas que van más allá de lo académico, que sean manipulativas, aplicables en entornos de interés y con estrategias de aprendizaje que relacionen los contenidos directamente con experiencias previas vividas por los jóvenes o con sectores profesionales que les interesan. Esto les permite explorar de manera práctica, desplegar nuevos talentos y conocerse mejor.
Contar con un grupo de profesionales del sector social y sociocomunitario, multidisciplinar y también diverso, con formación técnica y experiencia profesional en distintos sectores, es un factor muy importante. Esto ayuda a integrar visiones más globales y abiertas a las necesidades de las personas y a los servicios asistenciales -de salud y sociales- con los que la persona está conectada. Cuando se amplía el campo de abordaje frente a un caso complicado, cada profesional aporta su visión desde su ámbito, lo que facilita tener más herramientas para entender la situación y poder acompañarla.
Crear vínculo con los y las jóvenes es fundamental para generar espacios de aprendizaje seguros y garantizar una comunicación bidireccional entre formadores y jóvenes frente a cualquier conflicto en el aula o necesidad de apoyo. En este sentido, los y las jóvenes tienen a su disposición, siempre que lo necesitan -o el equipo considera que es necesario para el seguimiento del curso-, atención individualizada con su tutor/a semanalmente o, cuando se considera, con la psicopedagoga del centro.
Las emociones, que se activan a través del vínculo con las personas y que están a flor de piel durante el proceso de maduración de los jóvenes, tienen un gran impacto en las aulas. La regulación emocional también se encuentra en pleno aprendizaje en esta etapa, y para nosotros, como profesionales, es importante crear espacios para la identificación, validación y canalización de determinadas respuestas emocionales.
El proyecto permite apostar por ratios pequeñas, para ver, escuchar y acompañar a todo el grupo en la medida de lo posible, facilitando que nadie quede aislado y que todos y todas se sientan parte de lo que ocurre en el aula. Esto permite incorporar distintos niveles de exigencia en función de las habilidades de cada joven frente a los mismos contenidos, y hacerlo sin dividir al grupo.
Si queremos responder a la diversidad, es indispensable ser flexibles y aprender a serlo. Porque es evidente que hay muchas maneras de aprender, muchas formas de llegar a los mismos resultados de aprendizaje partiendo de puntos distintos. Y porque si pedimos creatividad y polivalencia en un puesto de trabajo, debemos ser capaces de generar espacios de aprendizaje adaptables, orgánicos y diversos.
Los centros Noves Oportunitats aplican una propuesta educativa diferente, con la voluntad de incluir a todos en la oportunidad de proyectar un futuro digno y lleno de posibilidades.