Somos una Fundación que ejercemos el periodismo en abierto, sin muros de pago. Pero no podemos hacerlo solos, como explicamos en este editorial.
¡Clica aquí y ayúdanos!
Visibilización, reconocimiento y autodiagnóstico
Contar con una mayor información sobre la salud mental resulta muy positivo a nivel social. Ofrece la oportunidad de visibilizar y dar a conocer distintas realidades, entenderlas y empatizar con más facilidad. Sin embargo, la información que se puede transmitir por redes sociales está muchas veces simplificada o es descrita desde la subjetividad de una persona que narra su experiencia individual.
Esta información puede llevar a usuarios de las redes sociales a sentirse identificados con los síntomas de una forma sesgada, pudiendo desembocar en un autodiagnóstico. Sentirse identificado o tener sospechas de presentar un trastorno o condición es lícito, pero autodiagnosticarse es dar un paso más allá para el que no estamos formados ni formadas. A nadie se le escapa que poder acceder a una valoración diagnóstica especializada no siempre es sencillo. Sea como sea, eso no nos legitima a autodiagnosticarnos.
Los dos lados de la moneda
Cuando una persona que sufre un trastorno o condición explica su experiencia, contribuye a la visibilización y a que más gente pueda reconocerse, intentar informarse o contactar con un especialista. Sin embargo, al mismo tiempo, un tuit o una publicación pueden dar información demasiado genérica e inespecífica que haga que muchas personas con trastornos distintos (o sin ningún trastorno) se sientan reflejadas.
Por ejemplo, en el caso del autismo, si una persona explica que se tiene que ir de un centro comercial por el ruido, a continuación encontraremos muchas respuestas de personas comentando que tienen ese mismo sentimiento o sensación. En este caso, no se estaría entendiendo todo lo que puede conllevar este tipo de crisis, porque es muy difícil transmitirlo o reflejarlo por escrito en redes.
Así que, al menos en parte, comentar ciertos síntomas ha supuesto una devaluación de las enfermedades, trastornos o condiciones. Si todo el mundo se siente identificado con el malestar que provocan, dejan de existir como entidad específica y aquellos que las padecen pierden el derecho a ser atendidos.
¿Qué implicaciones puede tener autodiagnosticarse?
Desde un punto de vista clínico, la relativización de los diagnósticos y la divulgación sin aval científico puede conllevar problemas importantes. Un autodiagnóstico permite dar respuesta a algunas preguntas, concediendo tranquilidad pero, si este es erróneo y sin una correcta información acompañante, puede incrementar la ansiedad, las dudas y, en definitiva, el malestar psíquico.
Asimismo, en el caso de que este diagnóstico autoasignado no sea corroborado por el especialista con el que se consulta, esto conlleva una importante frustración y, muchas veces enfado y devaluación del sistema sanitario. Aunque algunas personas pueden sentir sus dudas aclaradas, en otras ocasiones esto puede iniciar un periplo por numerosos profesionales o personas con formas de trabajar pseudocientíficas, buscando reafirmar el autodiagnóstico.
Por supuesto que un profesional puede equivocarse en sus apreciaciones pero, en estos tiempos en los que la opinión de una persona con muchos seguidores es equiparada a la de un sanitario, se debe ser muy cauto.
Unboxing de diagnósticos
No se puede negar que hay temas que se ponen de moda, llegándonos a encontrar con verdaderos unboxing de diagnósticos, vídeos dedicados a narrar la experiencia personal de obtener un diagnóstico. ¿Es únicamente una decisión personal o puede conllevar más implicaciones? ¿Cómo sabemos que es cierto? La gente ha llegado a mostrar informes diagnósticos para que les creyesen. ¿Podría ser que esto se haya ido un poco de las manos?
A pesar de lo comentado, es preciso destacar el mérito que tienen los divulgadores que deciden exponerse para hablar de temas tan personales porque siempre, sin excepción, van a tener que soportar comentarios desagradables y completamente fuera de lugar. El odio está muy presente en estas plataformas sociales y es casi imposible esquivarlo, ni siquiera perteneciendo a una minoría o a un colectivo vulnerable.
Conclusión
La sensibilización hacia los problemas de salud mental ha conllevado grandes beneficios para las personas que los padecen y los profesionales que los tratan. Su visibilización en redes sociales permite acercar la salud mental a la población. Sin embargo, también conlleva riesgos importantes. La información avalada y de calidad es vital para no dañar. Por otra parte, que esta información sea recibida con cautela y sentido común por aquellos que la leen es fundamental y requiere de una importante pedagogía.
Sin duda hay muchos perfiles con los que se puede aprender y, al mismo tiempo, sentirnos comprendidos y acompañados, alejándonos de esa parte comercial y sin ínfulas de influencer. Lo malo es que, precisamente por evitar el sensacionalismo, muchas veces no tienen la suficiente visibilidad o difusión y, lo peligroso, sobre todo tratándose de temas de salud, es que no siempre es fácil distinguirlos ni reconocerlos.

