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La aparición de las nuevas tecnologías, Internet, smartphones, redes sociales… han cambiado el paradigma relacional en el que vivimos y esto está afectando al conjunto de la población, pero con especial preocupación a nuestros adolescentes. Hace unos años leí en un artículo cómo la llegada de Internet a una remota tribu amazónica había provocado graves problemas en su población más joven, algunos de ellos derivados del consumo de pornografía. Las relaciones sexuales cambiaron y no solo ello, sino la percepción de las mujeres y del acceso a su cuerpo que tenían los más jóvenes.
A pesar de tener datos más que suficientes para empezar a alarmarnos de los perjuicios que provoca el uso de las nuevas tecnologías en niños, niñas y adolescentes no se financian estudios ni se pone freno al acceso de estos por parte de la población más joven y más vulnerable. Los daños que están provocando las redes sociales -aumento de las ideas autolíticas y las autolesiones, ansiedad, depresión, disforia corporal, comportamientos de riesgo…- cada vez son más notorios y por lo tanto más conocidos por todos, pero existen otras aplicaciones y redes sociales que solo conocen los adolescentes y que suponen un abismo peligroso del que al no ser conocedores ni tan siquiera les podemos acompañar para ofrecerles herramientas para protegerse.
Me refiero a los chats en vivo, plataformas ofrecidas por diversas aplicaciones y cuyo objetivo es establecer chats de vídeo y audio en directo con personas de todo el mundo. Normalmente los adolescentes se conectan en cualquier momento del día; en clase, en casa, en la calle con su grupo de amigos, en el recreo… Cuando no te interesa lo que ves o quieres pasar a otra sala simplemente basta con un toque a la pantalla y pasas a chatear con otras personas. A veces simplemente lo dejan conectado y en silencio para que los adultos que puedan estar cerca no se enteren de que está pasando. En principio parece muy inocente y una forma genial de conectar con personas de otros lugares para conocerse, pero estas aplicaciones en manos de menores que no entienden los riesgos que se esconden detrás de Internet y ni tan siquiera saben cómo hacer un uso responsable del mismo son dianas perfectas para adultos dispuestos a aprovecharse de esa situación y acabar abusando de menores en situaciones muy vulnerables.
Debido a mi trabajo he sido testigo en muchas ocasiones de cómo los adolescentes usan estas aplicaciones y lo normalizado que tienen el hecho de que se van a encontrar a hombres mayores masturbándose. “Mira, ahí hay otro pajillero”, me decían para corroborar lo que me habían contado y efectivamente cuando enfocaban la pantalla un señor de mediana edad y sin camiseta pasaba rápidamente la pantalla. Al ser todo tan instantáneo es difícil protegerse o poder rastrear a estos hombres sin las herramientas y conocimientos adecuados. Además, como decía, en muchas ocasiones las chicas dejan los chats activados mientras están en clase, o en su habitación y son el blanco perfecto para estos tipos. Además, los algoritmos seguramente le habrán hecho ver más de un vídeo de alguna influencer diciendo lo bueno y empoderador que es tener un “sugar dady” y lo rica que te puedes hacer si además te abres un Onlyfans. Todo ello unido a la normalización de determinadas conductas sexuales denigrantes y de riesgo debido al porno, conforman el campo perfecto para que abonen los abusos y la inducción a la prostitución.
Tener acceso a Internet sin restricciones es un arma muy potente en manos de personas que aún se están formando, que están desarrollando su cerebro. La noción de riesgo no se adquiere de manera sólida hasta los 25 años, así que imaginaros a una chica de 13, 14 o 15 expuesta a Internet, al mundo oculto que se esconde y a los peligros que le acechan. Y por mucho que queramos acompañarlos, estar al tanto de lo que ven o de lo que usan, no tenemos ni idea de lo que hacen en Internet y del mundo que van modelando en respuesta a lo que consumen. El auge de la violencia más extrema por parte de chicos cada vez más jóvenes, las redes de prostitución de menores tuteladas, todo ello es la punta del iceberg de lo que hay oculto, y si no se toman medidas urgentemente tenemos un porvenir muy oscuro.
Es necesario poner límites reales al acceso de Internet y a los smartphones por parte de menores de edad, tal como lo hacemos con otras cosas nocivas para su salud como el alcohol y el tabaco. Pero todo esto debe ir acompañado de una coeducación real en las aulas, que hable de igualdad y les inculque a los niños y niñas desde pequeños la noción básica pero olvidada de que somos iguales en derechos y deberes, que las mujeres no somos algo que se pueda usar y comprar como si fuésemos objetos. Una coeducación verdaderamente feminista que les enseñe la igualdad y los libere de los estereotipos de género y los valores patriarcales que tanto daño están haciendo en especial a las niñas y mujeres del mundo.


