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Se agotan las palabras, pero, por favor, no dejemos de hablar de Gaza y gritar para parar este genocidio. También durante las vacaciones europeas. Durante el tiempo de descanso. Durante el futbol o las elecciones. En todo momento y en todo lugar. Porque es un deber esencial y un derecho fundamental: educar en la paz, en la justicia y en los derechos humanos. Siempre. Pero especialmente cuando estamos asistiendo a esta interminable masacre y a este sistemático exterminio de un pueblo, el pueblo palestino, ejecutado con total impunidad por la potencia ocupante. La historia nos juzgará, y será tarde para arrepentirnos por haber permanecido en silencio cuando nuestra voz y nuestro compromiso pudo haber contribuido a parar el genocidio.
Porque en Gaza el régimen sionista israelí provoca cada día una masacre más. Con absoluta impunidad. Es más, con la complicidad y apoyo explícito de la autodenominada comunidad internacional. Una comunidad internacional que se paraliza ante un rasguño en una oreja de Trump por un francotirador, pero que mira con absoluta indiferencia ante casi un año continuado de genocidio de más de 186.000 personas en Gaza (incluidos niños, niñas, mujeres, ancianos…) según el estudio de Lancet publicado recientemente. Investigación, por cierto, que ha obtenido menos cobertura mediática que la falsa historia difundida por las fuerzas israelíes de que Hamás había decapitado a 40 bebés.
Diez meses de genocidio sionista en vivo y en directo. Casi un año de holocausto en el que los ingresos solo de los cinco principales traficantes de armas (todos domiciliados en Estados Unidos) alcanzan los 276 mil millones de dólares. Diez meses de silencio, mirada para otra parte, cuando no complicidad explícita de las potencias occidentales que surten de armamento al régimen genocida o incluso mientras mantienen la compra de armas a los genocidas, como España.
Estamos así educando a las futuras generaciones en la impunidad. En que si quien perpetra un genocidio está apoyado por el poder y los intereses de las grandes potencias tiene carta blanca para hacerlo. En que si estás aliado y al servicio del poder económico, mediático y político dominante serás calificado de gobierno democrático y tu terrorismo será calificado de “derecho a la defensa”, aunque seas la potencia ocupante. Mientras que, si estás fuera de su “orden”, serás calificado de “terrorista”. Educando en que la historia la escriben los vencedores y las víctimas quedarán al margen de la historia con total indiferencia.
Por eso han surgido voces en la comunidad educativa que no pueden ni quieren permanecer impasibles ante este genocidio, ante el holocausto del siglo XXI. Lo señalo no porque sea digno de alabar ni de destacar, porque esto es un “deber ético” imprescindible que debería ser realizado por toda la comunidad educativa y social. Porque es el deber y la finalidad imprescindible de todo sistema educativo, desde infantil hasta la educación superior: educar en y para los derechos humanos, para la justicia social, para la paz, para la convivencia y la igualdad. ¿Si no se educa para esto, para qué sirve la educación? ¿Para formar trabajadores cualificados para el mercado? ¿arquitectos o químicos muy cualificados profesionalmente que aporten soluciones eficientes a los genocidios, como ya sucedió en el nazismo?
Lo destacable es quienes en la comunidad educativa han permanecido en silencio o indiferentes, e incluso han justificado la barbarie y el genocidio. No hay neutralidad posible. O educamos para la paz y la justicia social, para la humanidad y los derechos humanos, o estamos educando para reproducir o permanecer indiferentes y justificar la violencia y la injusticia social, la inhumanidad y la conculcación de los derechos humanos.
De este compromiso esencial, desde la labor educativa y docente, nació la Red de Universidades por Palestina. Una buena parte del profesorado universitario que impulsó la Red venía ya denunciando el apartheid, la política criminal de colonización, expolio y terrorismo que desde hace más de 75 años lleva practicando el régimen israelí ocupante sobre la población palestina. Pero el holocausto sistemático y organizado en Gaza y Cisjordania a partir del 8 de octubre de 2024, retransmitido por las propias víctimas, generó y tejió alianzas que impulsaron esta Red universitaria.
La Red ha seguido creciendo desde que el 10 de abril hizo su primer acto con la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado desde 1967, Francesca Albanese. Un acto en el que se unieron 24 universidades y se retransmitió simultáneamente en 50 sedes de estas universidades, titulado “La Universidad ante el genocidio”. El objetivo era y sigue siendo exigir con una sola voz una respuesta digna, justa y ajustada al Derecho Internacional de parte de nuestras instituciones frente al genocidio perpetrado por la Ocupación Israelí en Palestina.
Las acampadas universitarias de estudiantes por palestina en buena parte del mundo occidental impulsó, creó y tejió nuevas alianzas entre estudiantes y profesorado, entre una comunidad universitaria que no quería, que no podía, permanecer inerte ante el holocausto del siglo XXI, perpetrado por descendientes del holocausto judío del siglo XX, que utilizan ese holocausto como coartada para convertirse en los nazis del siglo XXI, acusando de antisemitismo a quien ose denunciar su política de exterminio sistemático de la población palestina.
“No en nuestro nombre” han repetido desde entonces una parte de las universidades del mundo, que no queremos ser cómplices de este genocidio. “Basta ya” de asesinatos en masa y crímenes contra la humanidad, no solo de los dirigentes neofascistas del régimen israelí, sino también de la complicidad y participación activa de una sociedad israelí enferma educada por el fanatismo religioso en el neofascismo sionista.
La historia nos juzgará. Pero mientras tanto la comunidad educativa y social deberíamos exigir a nuestros representantes que impulsen una solución que pasa, como reclama el colectivo de profesorado universitario Uni-Digna, por la interposición de una fuerza internacional que obligue al régimen israelí a aceptar:
- Poner fin inmediato a la violencia de la ocupación, apartheid y colonización de Palestina que lleva realizando durante 75 años.
- La apertura de unos nuevos «juicios de Núremberg» para sancionar las responsabilidades en los diferentes crímenes contra la humanidad cometidos durante toda la ocupación y apartheid, y también el 7 de octubre y durante este genocidio.
- La restauración de todo lo destruido y la recuperación y reparación de todo lo expoliado en estos años, a cargo de la parte israelí causante de los daños.
- La creación de un Estado único laico y democrático en el territorio palestino donde puedan convivir personas de diferencias creencias, ideologías y religiones sin ningún tipo de discriminación.
- Un proceso de educación de la población israelí en la convivencia en igualdad y el respeto mutuo con otros seres humanos, y simultáneamente de deseducación y desaprendizaje sistemático respecto al sionismo imperante a través de un cambio radical de su sistema educativo y de su socialización en la propaganda sionista.
No podemos dejar de hablar de Palestina, ni siquiera en vacaciones, gritando contra el genocidio diario que no cesa, haciendo todos los esfuerzos necesarios para volver a retomar con renovado impulso, también a la vuelta a las aulas, en los campus universitarios, en los centros educativos, en las calles y en las instituciones la exigencia de parar este genocidio.