Roser Batlle es una mujer enérgica y cercana, pura energía con una envidiable memoria que atesora cientos, si no miles, de prácticas de centros educativos por todo el país relacionadas con el aprendizaje servicio (ApS). Habla con pasión de esta práctica que le ha dado la posibilidad de conocer a docentes, estudiantes y entidades públicas, privadas y sociales no solo de España, sino del extranjero.
Hablamos con ella de la primera década de los premios que pusieron en marcha allá por 2015 y cuya convocatoria está abierta hasta septiembre. La entrega se hará en diciembre, en Mérida. Repasamos estos 10 años, así como algunos de los logros educativos y transformadores de esta práctica que demuestra impacto académico y social allá donde se pone en marcha en proyectos que van desde la recuperación de especies autóctonas hasta la inserción de presos, pasando por la donación de sangre.
Hace 10 años de los premios este año la primera década y tú llevas acompañando el proceso desde el inicio me gustaría saber cómo vives esta década estos 10 años?
Bueno, estos 10 años son de los premios, porque la Red ya llevaba tiempo de funcionamiento. En 2008 empezamos a reunirnos tres grupos: País Vasco, Cataluña y Madrid; en 2014 conseguimos la legalización. Ya éramos 17 grupos territoriales en el Estado. Y en 2015 fue cuando empezamos la andadura de los premios, vinculada al encuentro estatal de aprendizaje-servicio que organizamos cada año.
Creo que para nosotros fue una fecha importante porque hay un antes y un después de los premios. Se trata de una iniciativa que tiene el foco puesto en la difusión, en la expansión del aprendizaje-servicio. Es una estrategia para extenderlo al máximo y reconocer el trabajo de los centros y las entidades sociales que se comprometen en proyectos de servicio a la comunidad. Por tanto, cuantos más premios diferentes podamos repartir, mejor.
En el año 2015, sacamos adelante la convocatoria de seis premios: dos de primaria, dos de secundaria, dos de FP. Y no eran temáticos, sino genéricos. Esa experiencia nos impulsó a buscar un gran abanico de premios, sostenido por un gran abanico de padrinos. Ahora cada padrino, que puede ser una entidad privada, social o de la administración pública, apadrina uno o más premios. Y eso ha representado un cambio muy grande. Y más cuando empezamos a vincular la entrega de premios a un municipio, atrayendo a los ayuntamientos como un socio más en esta historia. Actualmente podemos ofrecer 21 premios temáticos.
La colaboración con diferentes entidades, públicas, privadas, sociales, es seña de identidad de la Red y de los premios. Me gustaría que ahondaras un poco en cuál ha sido el papel de esta colaboración.
En los premios, una iniciativa que compartimos con la ONG Educo, tenemos como colaboradores a entidades e instituciones públicas como el Ministerio de Educación, que es coorganizador del encuentro junto con el ayuntamiento del municipio de turno. También a la OEI, Organización de Estados Iberoamericanos y al CENEAM, que es el Centro Nacional de Educación Ambiental del Ministerio de la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
Luego tenemos a entidades del sector privado, como puede ser DKV, la Fundación La Caixa, la Fundación Princesa de Girona, la Fundación Mullor, la Fundación Edelvives.
Y luego tenemos una pata del tercer sector, de asociaciones y organizaciones sociales, como por ejemplo la Fundación Ana Bella, Plena Inclusión, la Asociación Andaluza de Centros de la Economía Social, la Asociación Esplai La Florida… En conjunto, son 15 interlocutores sociales, privados y públicos para los premios.
¿Cómo lo hacéis para organizaros con tanta entidad? Pública, privada y social.
Esta es muy buena pregunta aunque en realidad la pregunta es cómo hacemos cualquier cosa. Porque no tenemos estructura, somos una asociación de voluntarios. Ya de entrada hay una premisa: promover que los 17 grupos autonómicos desarrollen su propio programa de actividades. Pensamos que la Red lo que tiene que hacer son pocas cosas. Igual sonadas, porque tienen ámbito estatal, pero pocas.
¿Por qué podemos hacer esas cosas? Porque nos apoyamos en tres estrategias. La primera, y no hay que despreciarlo, es que hay muchísimo trabajo y dedicación voluntaria. La Red no se sostendría sin esta dedicación voluntaria, en absoluto.
Por otro lado, aunque la Red no tiene estructura, sí la tienen sus miembros. Por ejemplo, como red hacemos pocas actividades de formación, pero hay miembros que están en los CEP, CRP, CEFIRE, CEFORS, CRIF…, todo este tipo de organismos de formación, y son ellos quienes hacen la formación. A donde no llegamos nosotros, llegan organizaciones miembros de la Red.
Y finalmente, hay otro elemento: podemos hacer estos eventos porque no los hacemos solos. Los premios podemos hacerlos porque hay una red de gente, empresas, instituciones públicas… Y cada uno hace lo suyo. Y para impulsar los premios nos hemos aliado a Educo que tiene una estructura sólida de gestión y puede llegar mucho más lejos.
Parece precisamente más meritoria esa coordinación de diferentes entidades… Aunque imagino que como red hay una cierta coordinación para todo esto.
Sí, pero también hemos aplicado el más absoluto sentido común. Al principio los encuentros eran mucho más reducidos. No empezamos la casa por el tejado. Hemos ido consolidando muy poco a poco, haciendo lluvia fina. Y una cosa importante, compartimos protagonismo y no nos creemos en ningún momento «los dueños del producto». Hay que repartir responsabilidad, visibilidad, hay que hacer visibles y hacer comunes los objetivos de otros.
Por ejemplo, nosotros tenemos como un socio muy querido a Plena Inclusión. Su objetivo, que es de dar voz, protagonismo y ciudadanía a las personas con discapacidad, lo hacemos nuestro. Y entonces intentamos que los premios que ellos dan, pero también todos los demás, incorporen como valor añadido que las personas con discapacidad no sean las destinatarias, sino las protagonistas del servicio.
¿Cómo conseguís casar todos esos objetivos que pueden tener puntos en común pero también divergencias?
Pues, en parte, no lo sé (ríe). Hay que tener en cuenta una cosa. Toda esta red de colaboradores es una red en la que todo el mundo aporta un poquito. Entre comillas. No hay nadie que haga un esfuerzo desproporcionado por su colaboración en los premios. La responsabilidad está distribuida. De manera que es más fácil ser más generosos con esos parámetros. No es duro y, sin embargo, sí es muy satisfactorio. Intentamos que estos aspectos gratificantes siempre pesen más que los que no pueden serlo tanto. Y equivocándonos, porque nos hemos equivocado a veces. Y rectificando. También con el tiempo se va creando una cultura de trabajo, una manera de hacer.
Yo creo en la sociedad relacional en la que, en algunos temas, pueden coincidir sector público, sector privado y sector socia
La relación de lo público con lo privado a veces me parece peligrosa si el segundo quiere hacerse con el primero. Desde el ApS defendéis la necesidad, sin embargo, de esta relación.
Claro, pero fíjate, con el sector privado nos podemos pelear en muchas cosas, pero si hay alguna en la que no, ¿por qué no aprovecharla?
Pongo un ejemplo: la Fundación La Caixa tiene un programa que se llama Reincorpora para los presos que están cumpliendo el último año de condena. Les aportan una formación ocupacional. Y en ella, que puede ser soldadura, repostería, jardinería, carpintería, realizan una pequeñita práctica de aprendizaje-servicio. Y esto les está yendo muy bien. De manera que cuando nosotros le planteamos su colaboración en los premios ellos lo ven claro.
Yo creo en la sociedad relacional, en la sociedad en la que, al menos en algunos temas, pueden coincidir sector público, sector privado y sector social. Sabiendo, con realismo, que tenemos otras barricadas donde a lo mejor nos vamos a pelear.
Retomando un poco lo que me contabas de los presos. ¿Cómo de interesante es el aprendizaje-servicio? Desde el punto de vista educativo, curricular, si quieres.
Los chicos y chicas, con estas prácticas, le ven sentido a lo que están estudiando. Le ven un sentido práctico, ven que hace felices a otros. Trasciende su ombligo. Yo creo que, educativamente, es importante por eso.
Por ejemplo, son espectaculares los resultados en proyectos de donación de sangre. Los chicos aprenden contenidos sobre la sangre, la circulación, etc. para convencer a los adultos, que son los que pueden donar. Se dan cuenta hasta qué punto es importante el tema que están estudiando. Por un lado hay esto y, por otro lado, educativamente es interesante porque, no nos olvidemos, estamos en un mundo tremendamente narcisista y egocéntrico. Y cualquier cosa que ayude a los niños, niñas y jóvenes a levantar los ojos del ombligo ya es revolucionario.
Y luego, está otro elemento educativo, el desarrollo del altruismo. Y, en tercer lugar, hacerse conscientes de que se pueden cambiar las cosas. Aunque sean pequeñas.
Esa escuela que pasa de no tener huerto, a tenerlo. Esa calle, de no tener nombre, a tener uno de mujer. Ese banco de sangre, de recoger 200 donaciones a 500. Hay pequeños cambios que permiten hacer la reflexión de que realmente es posible cambiar las cosas.
Déjame que te ponga un ejemplo. El año pasado, si no recuerdo mal, mereció un premio un proyecto que se llamaba «Juntos por la gallina del Maestrazgo». Esto pasó en Nules, un pueblo de Castellón. Chicos de FP de Agrojardinería, del Instituto Gelabert de Centelles estaban intentando conservar una especie autóctona, la gallina del Maestrazgo y necesitaban quien les incubara los huevos. ¿Y qué hicieron? Fueron a la escuela infantil del pueblo, a niños de 5 años. Y el profesor de jardinería habló con la maestra de infantil: “Oye, ¿nos podéis incubar los pollitos y cuando los tengáis incubados y hayan nacido, nos los traéis a la granja? Entonces ya nosotros nos encargamos”. Bueno, ¡la revolución de los pollitos!. Te puedes imaginar. Y la cantidad de cosas que aprendieron los niños y niñas, lo emocionante que fue.
Y se ha creado Pollitos en Red, con la gallina del maestrazgo, la gallina camerana de La Rioja, otra gallega… Están los niños pequeños incubando pollitos para recuperar especies autóctonas.
Pienso en ese equilibrio entre el servicio y el aprendizaje. No sé si niñas y niños de 5 años aprendieron mucho, curricularmente hablando, si me lo permites…
Tendrías que ver el vídeo de este proyecto porque en él se ven cosas muy interesantes. Y muy curriculares. Como por ejemplo, cómo los niños pesan a los pollitos, apuntan lo que pesan y lo que van aumentando. Y eso tiene que ver con los números y con la aritmética en la que ya se están introduciendo los niños de 5 años. Tienes que ver cómo les ponen notas: “Pollito, te quiero”. Y están aprendiendo a escribir. O ver cómo regulan la temperatura de la incubadora, cómo se han aprendido lo que tienen que decir para contar el proyecto. Todo eso son contenidos curriculares.
Aparte de que las competencias transversales o básicas o claves, el trabajo en equipo, las habilidades sociales, las comunicativas…, todas son curriculares.
Hay una serie de aprendizajes que han tenido que consolidar para hacer el servicio. Y eso hay que ponerlo en valor
Pero es cierta una cosa. En el aprendizaje-servicio, lo singular es el servicio. Hay otras metodologías activas que se apoyan en el aprender haciendo: el aprendizaje basado en retos, en problemas… Pero el servicio a la comunidad, es lo clave, lo singular del aprendizaje-servicio. Y por eso, es lo que se lleva la principal emoción de los niños. Y ahí los docentes, los educadores, tenemos que balancear las cosas. Porque está muy bien que los chicos y chicas que hayan montado un concierto en la clase de Música para la residencia de personas mayores valoren la respuesta entusiasta de éstas. Pero hay que hacerles ver, antes de hacer el concierto y después, todo aquello que han consolidado: las canciones nuevas que han tenido que aprender, los estilos de música que han conocido, la comunicación con los abuelos… Hay una serie de aprendizajes que han tenido que consolidar para hacer el servicio. Y eso hay que ponerlo en valor.
¿Esto cómo se hace? Parece complicado que la emoción del servicio no se coma los aprendizajes, encontrar el equilibrio.
Los docentes tienen muchas ocasiones en las que buscar esos equilibrios entre antinomias. Por ejemplo. Si tú eres un docente y te llevas a tu clase a ver una obra de teatro porque estás estudiando el teatro clásico, el hecho de salir, ir al teatro, ver a los actores… Todo eso les pesa tanto que para consolidar ciertos aprendizajes tienes que insistir el doble. O cuando te los llevas a ver el impacto del ecosistema fluvial. Para ellos lo que es maravilloso es salir del aula y pisar el campo. Eso pesa muchísimo y tú te tienes que esforzar más en transmitir la información sobre el ecosistema fluvial.
Ese equilibrio que tú dices está presente en toda la tarea del educador porque también, como educador, tienes que encontrar un equilibrio entre lo que es particular de cada niño y lo que tiene que ser necesariamente grupal. La educación está plagada de antinomias como éstas.
Hay que ponerle mucha atención. Y es que raramente, y esto es importante, los proyectos “sacan” matrícula de honor a ojos de un profe. Porque éste siempre piensa: “Uy, aquí me olvidé de reforzar esto cuando acababa. Aquí se nos fue la cabeza, o esto quedó muy flojo. O le hemos dedicado tanto tiempo a la investigación del problema que luego el servicio es inapreciable”.
En los proyectos que he supervisado, le digo a la gente que no es necesario sacar un 10 de entrada. Tú te lanzas y si te equivocas, te levantas y la próxima vez lo harás mejor. Si no lo haces así, no aprendes del error y corres el riesgo de no hacer nada por miedo a no resultar excelente.
Y hablando de la exigencia del profesorado, ¿cómo de difícil es la relación entre el colectivo y las entidades que promueven el servicio?
Si quieres llevar a cabo un proyecto de aprendizaje-servicio necesariamente tienes que tener “pareja”; puede ser una residencia de ancianos, un grupo ecologista, un banco de sangre, una asociación social o cultural, una escuela de educación especial… El caso es empezar esa relación haciendo proyectos pequeños, sencillos, claros, con éxito inmediato para empezar.
Una estrategia muy buena es transformar un proyecto que ya tienes y que no es exactamente aprendizaje-servicio pero se parece. Imagínate en una escuela que todos los años, con la parroquia del barrio, hacéis una recogida de juguetes en Navidad. La parte de gestión del proyecto casi ya la tenéis, entonces ¿por qué no lo transformáis en un proyecto de ApS en el cual hay aprendizajes potentes sobre el juego, el juguete, el despilfarro…? O la escuela que históricamente deja que una vez al año la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui pase por las clases a explicar que tal día va a hacer una recogida de material humanitario y le deja un espacio para acumular las donaciones, pero no hace nada más. Por un poquito más se transforma en aprendizaje-servicio. Es la estrategia más fácil.
La misma comunidad del centro educativo puede facilitar el contacto con una entidad o con una causa
Es muy difícil que nadie de tu comunidad educativa no esté metido en alguna cosa. La conserje es de la asociación de familias con espina bífida; el profesor de sociales está en el grupo ecologista; la mamá de Fátima resulta que está en el grupo de mujeres magrebíes… La misma comunidad del centro educativo puede facilitar el contacto con una entidad o con una causa.
¿Cómo ven las familias al ApS?
En general, en la medida en que el profesorado incorpora el ApS al proyecto educativo del centro y se consolida una tradición, para las familias es lo más normal del mundo. Ahí juega un papel muy importante el que las entidades sociales con las que se ha colaborado agradezcan a la escuela delante de las familias.
Juega un papel la colaboración que pueden hacer las familias y que se la pidamos sin problemas, sin miedo. Contribuye también tener proyectos que sabemos que son de amplio consenso social. Por ejemplo, los relacionados con la salud tienen un amplísimo consenso social. Los de medio ambiente diría que también. Los que tienen que ver con las personas mayores o ayudar a personas con discapacidad, también. No encontrarás ninguna familia que se oponga, o muy pocas.
Ahora bien, ¿hay momentos en los que encuentras resistencias? Sí. Según qué tendencia política en el sentido amplio tengan ciertas familias, un tema controvertido puede ser el apoyo a la inclusión de la población inmigrada. Cierto, alguien te se puede quejar. Pero eso será una familia, serán dos.
¿Cuántos proyectos habéis visto estos diez años de premios?
Se han presentado hasta ahora 2.664 proyectos, que han involucrado a 410.823 niños y niñas, y que han sido impulsados por 5.515 centros educativos y entidades sociales.
¿Me darías un ejemplo que te haya llamado mucho la atención?
Hay un proyecto, se llama Patrullas Solidarias, de la Escuela de Educación Infantil Julio César, en colaboración con la Plataforma del Voluntariado Social de Sevilla. Tiene la grandeza de la sencillez. Y eso es muy importante. Cuando lo cuentas, no hay escuela que diga “yo esto no lo puedo hacer”.
El proyecto consiste en que voluntarios de la Plataforma les cuentan a los niños de 5 años lo que es un voluntario, una voluntaria, y el tipo de actividades que hacen. Entonces invitan a esos niños a hacer patrullas solidarias. Las criaturas, en parejas, apadrinan a un niño que acaba de entrar en la escuela con 3 años. Como si fueran sus hermanos mayores, los de cinco años, le enseñan cosas. A abrocharse los zapatos, a ponerse la bata, en el patio si el niño se cae o se enfada, estos dos van corriendo a ver qué le pasa. De alguna manera, este proyecto inocula en los niños de 5 años la idea de que son capaces de ayudar a aquellos que lo necesitan. Y en este caso son los más pequeños.
Te cuento otro proyecto. A mí me parecen extraordinarios aquellos que se mantienen en el tiempo, que no buscan la espectacularidad, ni los fuegos artificiales, sino el impacto. Un impacto progresivo en el territorio. Y es el caso del Instituto Miguel Catalán de Coslada y el del Instituto Cardenal Cisneros de Alcalá de Henares con sus campañas de donación de sangre, que han ido creciendo desde que empezaron. Cada vez las montan más grandes y consiguen más donantes. Tienen ese aspecto de compromiso profundo de los chicos y chicas con su comunidad.
De hecho, este año tenemos un premio para estos proyectos, que no hace falta que sean súper originales, o espectaculares, pero sí comprometidos y constantes. Solo con la persistencia se puede crear impacto.
En estos 10 años os ha pasado de todo, incluida una pandemia global. ¿Cómo sobrevivisteis a todo aquello?
Teníamos el miedo a que hubiera parones por el virus del Covid, pero cuesta mucho de sacar el virus del aprendizaje-servicio. El grupo de la Comunidad de Madrid hizo acopio de 70 prácticas que mantuvieron un servicio a la comunidad, bien online o bien fabricando elementos de seguridad y luego llevándolos a los hospitales. Está todo en nuestra web. Fue realmente impresionante. Pero eso no pasó solo en España.
Eso pasó, por ejemplo, muy notablemente en Argentina y en otros países de América Latina. La gente no se paró, sino que afinó la imaginación y la creatividad. Por ejemplo, con las personas mayores. Montaron una pantalla en la residencia y los chicos se comunicaban online con ellas.
Esto igual no es una pregunta que tú puedas responder, pero ¿hasta qué punto has sido madre de toda esta película en España?
No, no. Yo soy cofundadora con mucha otra gente. Lo que pasa es que soy la vieja del tema (ríe).
Vamos a hablar claro. Cuando tú eres el viejo de algo, la gente se imagina cualquier cosa pero no, la Red es muy horizontal. Existe una junta directiva de diez personas y este año a mí me toca salir de la junta. Está Javier, que es el presidente, de la Comunidad Valenciana y también le toca salirse ahora. La vicepresidenta es Mar, de Madrid, que trabaja en el ayuntamiento de Coslada. Están Héctor y Sonia, son asturianos. Aitzíber, del País Vasco, Cloty, de La Rioja. Marisa, de Extremadura. José Mari, de Pamplona. Juan Carlos, de Andalucía.
La red tiene una estructura federal, de grupos territoriales, pero no tienen la misma identidad jurídica o directamente no tienen ninguna. La Red sí está legalizada como asociación de más de 200 personas. No tenemos una ambición de crecimiento exponencial. Lo que nos interesa es que crezca el aprendizaje-servicio.
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coincido plenamente con Roser. Está es la estrategia de cambio que necesitan las escuelas.
Conozco esa transformación en Argentina y festejo la de España .
saludos y felicitaciones!