“La escuela no es un ente abstracto. Forma parte de la sociedad y, como a ella, aún le queda mucho camino para que la igualdad de derechos de hombres y mujeres sea verdad. Un amigo me decía que no podía ser igual pensar subida a ocho centímetros de tacón de aguja que firme sobre un 44 ancho especial…”, bromea la directora Lola Urbano.
Quizá sin percatarse, el último informe de la OCDE, Education at a glance 2016, pone el foco en mujeres que, como ella, han llegado a ser líderes en sus centros escolares: ¿Por qué ellas sí? ¿Por qué tantas otras no? ¿Son necesarias políticas al estilo de las puestas en marcha por algunos países de la UE, como Holanda e Irlanda, para formar a mujeres para ejercer cargos de responsabilidad?
De hecho, lo único que este análisis, de 510 páginas, califica de “sorprendente” –en numerosas ocasiones, por el contrario, al hablar de tendencias en educación repite la coletilla: “No es sorprendente…”– es el hecho de que el liderazgo escolar no sea un reflejo de la proporción entre hombres y mujeres: “Mientras que el porcentaje de maestros es relativamente pequeño en muchos países, están sobrerrepresentados entre los directores. Esto sugiere que los maestros tienden a ser promocionados a estos puestos más a menudo que las maestras”.
España, donde las mujeres son mayoría entre los docentes en Primaria y Secundaria pero solo ocupan el 45% de los puestos de dirección, no es diferente. Como en el resto de países que que participaron en TALIS 2014 (del que bebe este reciente análisis de la OCDE) las mujeres están más en las aulas y menos en los despachos, y su presencia en las primeras es inversamente proporcional al nivel educativo: suponen un 93% de la plantilla en Infantil, un 76% en Primaria, un 59% en el primer ciclo de Secundaria y un 54% en el segundo. Tan solo Rusia, Bulgaria, Letonia y Brasil constituyen una excepción, con más de un 70% de directoras de instituto.
Aunque desde la OCDE se percibe una lenta tendencia hacia un incremento del liderazgo femenino –de un 47% de mujeres en puestos de dirección en 2008, de media, se pasó a un 50% en 2013– ¿qué se interpone en el camino de una maestra o profesora hacia el cargo?
Motivos para el no
Retomando el discurso de Lola Urbano, Capitolina Díaz, profesora de Sociología de la Universitat de València, considera que la escasez de mujeres en la cima no es una exclusiva del mundo educativo: “Hay pocas directoras de institutos del mismo modo que hay pocas directoras de periódicos, y uno de los factores que influyen es la educación, el proceso de socialización infantil: a los niños se les educa para ser ambiciosos (The sky is the limit), mientras que las niñas se construyen sin grandes aspiraciones y no encuentran referentes de mujeres que ocupen puestos de alto nivel”. Esto, junto con la falta de corresponsabilidad masculina en las tareas de cuidados, que apenas le dejan tiempo a las mujeres para otra ocupación más –“Y una responsabilidad lo es”–, late, para la experta, detrás del ramplón 45% de directoras. A esto se añaden, por último, los micromachismos: las reuniones a horas imposibles, los juicios por cuestiones que pasan inadvertidas en los hombres (el modo de arreglarse, el grado de simpatía o agresividad…).
En este sentido, el coordinador del primer curso de directores de la Lomce (con 150 seleccionados, 77 mujeres y 73 hombres), el profesor de la Universidad de Deusto Manuel Álvarez, relata su experiencia al dejar la dirección de un colegio grande, cuando “no había o yo no valoraba ningún candidato masculino y sí cuatro o cinco mujeres con claras capacidades de liderazgo”. Al proponerle el puesto, estas fueron algunas de las razones: “Tengo tres hijos, dos de ellos adolescentes”, “No me interesa este tipo de poder” (dicho por una persona con gran influencia en el claustro de tipo horizontal, según Álvarez) o “Demasiado tiempo de dedicación”.
¿Habría dado estas mismas respuestas un hombre? Según el estudio Mujeres en cargos de representación del sistema educativo, elaborado en 2012 por el Centro Nacional de Investigación e Innovación Educativa (CNIIE), dependiente del Ministerio de Educación, y el Instituto de la Mujer, ni los directores ni las directoras ven el género como algo determinante en el ejercicio de su puesto. Es la variable más irrelevante –la cita el 14,3% de las mujeres y el 6,7% de los hombres–, muy por detrás de otras como la estabilidad del profesorado, las relaciones entre docentes o el tamaño del centro.
Y, sin embargo, su respuesta se contradice con otros datos que arroja el estudio, desarrollado en centros de Infantil y Primaria de la Comunidad de Madrid durante mayo de 2010. Como señalan dos de sus autoras, Teresa Rabazas e Inmaculada Egido, de la Universidad Complutense de Madrid. Las mujeres no son solo más en los centros de Primaria que en los de Secundaria, sino que también tienen mayor representación en aquellos de menor tamaño. Su forma de llegar al puesto suele ser circunstancial, al quedar el puesto vacante por jubilación, traslado… y no obedecer tanto a un proyecto personal. Su mayor inseguridad respecto a sus compañeros varones se percibe en que, pese a tener mayor nivel de formación (5,5% de las encuestadas contaba entonces con un máster, mientras que ningún varón poseía dicha titulación) no lo consideran así, o en que no “se ven” en el ejercicio de la dirección, por lo que necesitaban más estímulo y apoyo de sus compañeros que los líderes masculinos. Del mismo modo, su experiencia docente era mayor cuando accedían al cargo que la de sus homólogos masculinos.
Detrás de esta última circunstancia puede estar, también, la “barrera externa de la conciliación”, como apuntan las autoras, pues la mayor parte de las directoras madres se lo plantearon cuando sus hijos fueron ya mayores. En la misma línea destacan el mayor porcentaje de mujeres solteras, divorciadas o viudas (más del 25%, frente al 13,6% de directoras), o el hecho de que un 67% reconociera necesitar ayuda externa en las labores domésticas, frente al 38,6% de los hombres.
Adiós a las aulas
Responsabilidades familiares aparte, otro de los puntos en contra, que lo es para las mujeres y no tanto para los hombres, es el distanciamiento de la función docente, que citaron casi la mitad de ellas, por un 35,6% de sus compañeros. Para ellas, la docencia se relaciona con su vocación, pero no tienen la misma idea de la dirección. Sin embargo, no creen que esto se traslade a los directores, pues entienden que, para ellos, apartarse de las aulas quizá no tenga ese carácter negativo e incluso puede actuar como estímulo para presentarse al puesto.
Sea como sea, en uno de los ítems en que más diferencias se aprecian entre unos y otras es en su lista de sinsabores asociados al cargo, en la que los hombres puntuaron mucho más los enfrentamientos con los docentes y padres y las mujeres, la pérdida de independencia profesional.
Quizá de lo anterior se deduzca un concepto distinto de lo que implica el puesto en el imaginario masculino y femenino. Nuevamente, aunque en la mayor parte de las directoras respondieron que “no existe ninguna diferencia en el estilo de dirección en función del género”, esto contrastó con otras evidencias, también puestas de manifiesto por TALIS, como el hecho de que ellas mostraron una tendencia a un liderazgo colegiado y no unipersonal en mayor medida que ellos, y más orientado a la gestión pedagógica y no a la administrativa. Solo un 6,7% de las mujeres se encuadraron a sí mismas en este perfil, frente al 20% de los varones. Además, en el caso de las primeras, fue la falta de preparación para organizar y gestionar económicamente el centro una de las más repetidas entre las dificultades del puesto (31,9% de las respuestas, frente al 13,3% en el caso de los hombres).
Más allá de la dirección
Para Montserrat Grañeras, coordinadora del estudio, incluido en la colección Mujeres en la educación, el de las directoras no es un caso único. Tanto en el análisis que se realizó a comienzos de la década como en el posterior, publicado en 2012 (cuando la serie se vio interrumpida), se descubrió que las mujeres figuraban en menor medida de lo que les correspondería en los cargos de representación. Con ligeras mejoras en los 10 años que separaron ambos estudios, lo cierto es que “pudimos comprobar que eran menos no solo en los despachos de dirección, también en la inspección, los consejos escolares, entre los representantes de padres y madres, en los sindicatos… En cualquier puesto con una dimensión pública, más figurativo, siempre nos encontramos con lo mismo: una sobrerrepresentación de hombres en un mundo de mujeres”.
Y, sin embargo, para Manuel Álvarez, no están suficientemente ponderados los puntos positivos de un liderazgo femenino en educación: “Las mujeres son más participativas. Se preocupan más por las personas, son más empáticas, capaces de implicarse en situaciones de alta densidad emocional. Se mueven mejor en el conflicto, se preocupan más por el clima de convivencia y por la imagen y también saben vender mejor la marca. Parafraseando a Deborah Tannen en El futuro del liderazgo: “La mujer ejerce con más éxito el liderazgo que demanda la sociedad de hoy y del futuro porque las competencias que este exige son las que siempre han desarrollado, como mediar, prever, llegar a compromisos, reconocer las necesidades del otro, ponerse en su lugar… Los hombres hablan constantemente de mantenerse firmes, guardar distancias, resistir. En democracia la rigidez no es una virtud (…) Las mujeres están acostumbradas a participar simultáneamente en varias actividades y a ser el centro móvil en medio del caos repetitivo”.
VOCES
- Lola Urbano (56 años). Directora del CEIP Tomás de Ybarra de Tomares (Sevilla)
«Presenté mi candidatura porque quería cambios. El empujón me lo dieron mis hijos, especialmente el menor de dos: «Si no te presentas, no me cuentes más frases de Gandhi en plan hashtag: Cambia tú y cambiará el mundo». Al mayor le preocupaba que una implicación excesiva me perjudicara en lo personal. Tampoco iba desencaminado.
Preparé el proyecto de dirección en pocos días en las vacaciones de Navidad ya que no era algo previsto. La dirección te ofrece una autonomía profesional algo mayor. Los contras: trabajar en un país inmaduro formando parte de un sistema educativo esquizofrénico, tóxico, donde cualquier político con tijeras tiene más que decir que los profesionales que nos dejamos el pellejo cada día en la escuela, especialmente en la pisoteada escuela pública. Tampoco es agradable no tener autonomía para buscar recursos humanos y económicos. Nunca se puede demostrar qué clase de directora puedes llegar a ser porque no decides apenas nada. La inspectora le da la vuelta a esta idea señalando las maravillas que hacemos en la escuela pública con las limitaciones enormes que padecemos.
Me presenté sola. Un amigo, inspector y antiguo director, me dijo: «Preséntate, eres tú quien dará la cara. El equipo llegará solo». En mi caso no solo llegó, sino que es el mejor posible. Creo que una de las mejores cosas que sé hacer es elegir muy bien a las personas que me hacen la vida mejor, también profesionalmente.
Meterse en un berenjenal como este suele robar tiempo y energía para la «vida normal». En mi caso, la vida normal no es algo que me entusiasme, así que no he tenido problema en hacer puenting emocional, laboral y meterme de lleno en vivir algo nuevo que, casi sin darme cuenta, sin medicación, y totalmente gratis, me está ayudando a ser mejor persona. Sí he dicho en repetidas ocasiones que este trabajo, con mis hijos pequeños, no habría podido hacerlo igual, con la misma implicación. En contra de lo que muchos puedan pensar, no necesariamente una directora lo hace mejor que un director. Es posible que el director llegue más relajado porque la directora, antes de salir de casa, haya tenido que, como mínimo, dar órdenes a la mujer que cuida su casa en su ausencia, besar a su descendencia, sentirse culpable por su ausencia del día entero… y el director, generalmente, no.
El trato es distinto. Una mujer ejerciendo un cargo, que lo tiene claro y sabe adónde va, suele ser etiquetada como prepotente. Un hombre con las mismas características suele ser un hombre seguro de sí mismo. No es fácil mantener el tipo cuando hombres acostumbrados a mandar en función de su volumen de voz, su sabiduría innata y sus cojones encuentran mujeres que puede que tengan más de todo eso que ellos mismos. El conflicto está garantizado y las antitaurinas sacamos el capote de parar, templar y mandar, un trabajo extra que debería cobrarse aparte.
Hace 20 años no fui capaz de dar el paso y dirigir un colegio mucho más pequeño y fácil que el de ahora. Me arrepentí muchas veces y ahora he entendido que nada sucede por error.
Puede que en Secundaria los hombres tiendan a huir de la tiza más que las mujeres. Hay más liberados sindicales, más asesores, más todo lo que sea fuera del aula o menos con el alumnado de menor edad…”.
- Sara Carbonell Sevilla (38 años). Directora del CEIP Luis Vives de Cullera (Valencia)
«Acabo de entrar en el equipo directivo. Creo que es clave la actitud, que te la dan las personas de las que te rodeas, y por eso es muy importante elegirlas muy bien. Has de hacerlo con ilusión, optimismo y teniendo clara la importancia de ser coherente. Aspiro a colaborar desde el proyecto de dirección para crear una escuela abierta a la participación de la comunidad, donde todas las voces sean escuchadas y valoradas por los argumentos de validez y contribuir a que sea una escuela segura, donde se potencien las relaciones igualitarias libres de violencia. Creo cuando la educación se basa en las mejores investigaciones y en los autores de referencia a nivel internacional puede transformar el contexto y mejorar la vida de los niños, las niñas, las familias y las personas del barrio. Contribuir a que todas y todos sin exclusión, tengan éxito académico y social, y, en definitiva, vidas más satisfactorias. Gracias al proyecto de Comunidades de Aprendizaje ahora sé cómo puedo ir haciendo posible esta escuela con la que sueño. Soy directora por mi compromiso por la mejor educación, la responsabilidad ética como profesional de hacer algo para cambiar las cosas y el sentido que da a mi vida poder contribuir a mejorar la vida de las personas. Y lo soy pese al coste personal de iniciar cambios en una estructura tan cerrada a la participación comunitaria, a la formación del profesorado basada en evidencias y a todo lo que se refiere a la lucha por la educación inclusiva.
Oyes muchos comentarios sobre que cuando eres madre tienes que dejar por un tiempo de hacer lo que hacías. No es fácil ni agradable tener que defender que eres muy buena madre o explicar que sí se puede cuando te rodeas de un círculo de apoyo en el que confiar.
Creo que a algunas personas solo les mueve el poder que da tener el puesto, el prestigio en un determinado círculo de personas… A otras, mejorar la educación, dentro de un estilo de liderazgo más dialógico y distribuido.
Las familias, fundamentalmente las propias mujeres, suelen expresar más quejas a las mujeres directoras que a los hombres. Pero si creas un clima de confianza donde las relaciones que estableces con las familias son más horizontales, si promueves las asambleas donde se deliberen y consensúen, por ejemplo, las normas del centro, cuando a las familias no solo las llamas para informarles de lo que se ha decidido ya, sino que fomentas comisiones mixtas para que tomen decisiones y te formas con ellas, ganas respeto, confianza, gratitud y amistad”.
- Núria Marín (55 años). Directora de la Escola Mare de Déu de Montserrat (Terrassa, Barcelona)
«Decido se directora para participar en la transformación de la escuela en comunidad de aprendizaje, para lograr el éxito educativo de todos los alumnos y alumnas y mejorar la convivencia.
Entre los puntos a favor, valoro la posibilidad de proponer ideas para mejorar la vida de las personas participantes en la vida escolar y la visión global de la vida en la escuela que te aporta ser directora, que te permite buscar complicidades para conseguir los objetivos recogidos en los sueños expresados por la comunidad.
Entre las dificultades, tener que volver a empezar cada mes de septiembre, explicando a los maestros nuevos en qué consiste el proyecto, con el que llevamos desde el año 2001, porque el equipo docentes es inestable. Pero lo vivo como una oportunidad. Pienso: ‘Quizá el profesorado que se incorpora lo capta mejor y salimos reforzados’. Este curso las complicidades desde el minuto uno del 1 de septiembre han sido increíbles.
Cuando empezamos, éramos tres compañeras en el equipo directivo (directora, jefa de estudios y secretaria), y fueron momentos difíciles, con la escuela desencantada por los resultados académicos poco satisfactorios del alumnado al pasar al instituto, pese a que aplicábamos las prácticas que nos aconsejaban en las formaciones del profesorado. Queríamos transformar las dinámicas de trabajo y tuvimos que superar las resistencias (incluso el conserje nos lo ponía difícil). Pero éramos un equipo cohesionado liderando un proyecto de cambio que culminó cuando decidimos transformar la escuela en comunidad de aprendizaje.
Tras más de 20 años en la dirección, creo que la coherencia mostrada por el equipo directivo nos ha hecho merecedoras de respeto, reconocimiento y, en ocasiones, la complicidad de familiares, compañeros y alumnos.
Asisto a las reuniones de dirección de la ciudad y he ido viviendo la evolución en estos años: cada vez se incorporan más mujeres aunque sigue habiendo una representación masculina importante en una profesión donde hay más mujeres. Personalmente, lo encuentro extraño, pues conozco a muchas docentes con un potencial de liderazgo importante que serían buenas gestoras.
Esperemos que vaya cambiando la tendencia también en los institutos. En Secundaria están dándose cuenta de que las buenas direcciones de Primaria tienen cosas que se pueden y deben aplicar en esta etapa, pero no solo en el funcionamiento de las direcciones sino en el funcionamiento de las escuelas”.