Se acerca la fecha de las jornadas de puertas abiertas en las escuelas. Ssegún pasan los días, las paredes van llenándose de trabajos coloridos y bien hechos (los que han quedado “mal” se guardan en un cajón). Hay fotografías de alumnos que sonríen mientras muestran el trabajo realizado, la de un profesor/a atendiendo a un alumno/a. Poco a poco, los libros en las estanterías se enderezan, se pone orden en las mesas… Llegada la fecha, las escuelas lucirán su cara más amable.
¿Es posible hacerse una idea de cómo es una escuela el día de puertas abiertas? ¿Quedarán a la vista los aspectos más importantes?
No hay duda de que las jornadas de puertas abiertas se sofistican año tras año. Ya no es extraño ver en ellas estrategias de marketing: vídeos muy bien editados de la vida escolar, discursos elaborados llenos de palabras cargadas de emotividad, cifras e, incluso, gráficos de resultados. Hay pancartas colgadas de las fachadas, plafones, panfletos, alumnos de la escuela que nos guían y nos muestran con un orgullo, algo patriótico, el lugar al que pertenecen.
¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué las escuelas públicas tienen que entrar en este juego competitivo?
Cada vez son más las diferencias entre las escuelas, también entre las públicas. Hay centros que disponen de pantalla digital en cada aula, que tienen además portátiles y aulas con ordenadores. Hay escuelas donde los alumnos tienen las libretas de colores, un estuche con el logo de la escuela, un sacapuntas-goma muy sofisticado, un set de colores para cada alumno. Hay escuelas cuyo cuarto de material no envidia para nada al de una papelería. Y hay escuelas donde, simplemente, todo esto no existe. Hablamos de escuelas públicas, pero no por ello iguales.
Luego existe la diferenciación de escuelas por resultados o por número de inmigrantes, también. Hay muchos factores que hacen que un centro sea distinto a otro, pero lo cierto es que, la parte más importante, la que realmente importa cuando hablamos de educación, generalmente no se ve. Detrás de una escuela con peores resultados, puede haber un punto de partida muy bajo que se ha superado con creces. Detrás de una escuela con muy buenos resultados, puede haber una pedagogía estricta basada en logros que anula el sentido real del aprendizaje.
Así pues, detrás del enfoque de cada jornada de puertas abiertas, hay una carrera por “cazar” el perfil de alumno/familia deseados. Es por ello que cada centro juega sus cartas, para seducir al que considera el modelo de alumno-familia que encaja con sus objetivos.
Por otro lado, en aquellos pueblos en la que la tasa de natalidad determina si habrá uno o dos líneas, también se “lucha” por llenar unas aulas que, de lo contrario, deberán cerrar, con la consiguiente marcha de algunos profesores.
¿Se puede conocer una escuela ante tanto adorno?
Durante los días de puertas abiertas las escuelas están tan disfrazadas que es difícil ver con claridad. Es cierto que unas quedarán desmarcadas de las otras por aspectos objetivos como la estructura del edificio, la cantidad de aulas, el comedor del colegio, el patio…. Pero cuando una está dentro sabe que el contenido no determina el uso. ¿Cuántas escuelas no tienen una gran cantidad de ordenadores y luego no saben sacarles provecho? ¿Cuántas escuelas no han sabido o no han hecho una planificación adecuada para rentabilizar al auxiliar de conversación nativo? ¿Cuántas escuelas dicen/quieren trabajar por proyectos pero tienen un claustro de profesores que no comparte esa idea? No nos engañemos, todo esto no es más que un aparador que hay que examinar con lupa.
Es cierto que es muy difícil saber qué pasa dentro del vientre de un colegio, pero si tuviera que pensar en aspectos importantes quizás me decantaría por saber sobre el flujo de profesores: cuando el profesorado no trabaja a gusto en un centro, suele haber una fuga constante de profesores a otros centros. Esto, sin duda, es una señal de que algo no funciona bien, porque el proyecto educativo de un centro difícilmente puede funcionar sin una plantilla fija y constante que conozca el funcionamiento de la escuela y se comprometa con ella.
También es importante saber cómo funciona la atención a los alumnos con dificultades o con necesidades especiales: cuántos profesores de educación especial hay, cuántos alumnos atienden, si trabajan dentro o fuera del aula… No sabemos si nuestro hijo necesitará de esta ayuda, pero, pase lo que pase, siempre será preferible que aquellos que lo necesiten sean atendidos adecuadamente.
Otro aspecto importante es saber cómo se gestionan los conflictos: ¿Se deja a los alumnos fuera de la clase? ¿Se les castiga llevándolos a cursos inferiores? ¿Se tratan los conflictos en tutorías? ¿Se gestiona mediante conversaciones y reflexiones? ¿Participa de ello el equipo directivo si hace falta? ¿Se les deja sin patio? Sin duda, los conflictos son una de las bases de la vida escolar (y de la vida en sociedad). Es por ello que es importante saber cómo se tratan estos problemas, porqué quien se ocupa de ello, demuestra que es capaz de quitar la vista por unos momentos del contenido y ocuparse de las personas. Y, seamos realistas; todos y todas queremos, ante todo, que se atienda a nuestros hijos e hijas como personas.
Por último, yo aconsejaría que, si tienen ocasión, hablen con los profesores (con los de todos los niveles), y vean y palpen cuál es su punto de vista y el ánimo de estos. Háganle preguntas, de tú a tú, mantengan una conversación real y sincera. Pregúntenles cómo son sus clases, qué les gusta más, cómo utilizan el material, qué actividades hacen… Creo que no hay nadie mejor que ellos para saber qué pasa en un colegio.