Que las emociones tienen un papel importante en el aprendizaje ha pasado en los últimos años de ser una intuición a convertirse en una de esas verdades que hay te tener siempre presentes. Sobre todo después de que los avances en neurociencia aseguren que la emoción (positiva) mejora nuestra comprensión y nuestro recuerdo, además de la motivación hacia el aprendizaje. Hablamos con Begoña Ibarrola sobre cómo emociones, sentimientos, motivación y aprendizaje están en relación.
En su libro Aprendizaje emocionante reflexiona sobre las emociones como factor clave en el aprendizaje. ¿Qué tienen que ver?
Las emociones son una parte esencial de la experiencia humana. Antes que seres pensantes somos seres sensibles. La parte de nuestro cerebro que se encarga de procesar las emociones se construye antes que la responsable de los procesos cognitivos.
Las emociones son estados complejos, fenómenos multidimensionales caracterizados por cuatro elementos: cognitivo, fisiológico, conductual y expresivo. Los estímulos emocionales interactúan con las habilidades cognitivas, afectando a la capacidad de razonamiento, la toma de decisiones, la memoria, la actitud y la disposición para el aprender.
La investigación nos muestra que tanto emociones como los sentimientos, pueden fomentar el aprendizaje al intensificar la actividad de las redes neuronales y reforzar las conexiones sinápticas. Emoción y motivación dirigen el sistema de atención, que decide qué informaciones se archivan en los circuitos neuronales y, por tanto, se aprenden.
¿Cómo repercute esto en un aula?
Los profesores han de ser conscientes de la importancia de la emoción como vehículo de sus palabras si desean que estas alcancen de lleno a sus alumnos. Prácticas como la transmisión de conceptos complejos de modo aséptico, desconectados de significado emocional, deben ser abandonadas para evitar el fracaso escolar. La neurociencia nos muestra evidencias de que se aprende mejor cuando un determinado contenido o materia presentan componentes emocionales, aunque hay emociones que potencian el aprendizaje y otras que lo dificultan.
El cerebro tiene sistemas naturales de aprendizaje, entre los cuales se prioriza el aspecto emocional: cuanto más positiva sea la emoción, mejor se aprende.
También es importante para el aprendizaje tener un entorno agradable. Se ha demostrado que un educador emocionalmente inteligente y un clima favorable en el aula son factores esenciales para el aprendizaje.
¿Qué aporta el conocimiento de los procesos neuronales y la fisiología cerebral en la educación emocional?
Las neurociencias aportan conocimientos fundamentales acerca de las bases neurales del aprendizaje, de la memoria, de las emociones y de muchas otras funciones cerebrales que son estimuladas y fortalecidas en el aula.
Además, nos detalla cómo se producen las reacciones emocionales, cómo las emociones dirigen la atención, son el pegamento de los recuerdos y favorecen la motivación, factores importantes en los procesos de educación emocional.
El manejo de las emociones es clave para ser un aprendiz eficaz; la autorregulación es una de las habilidades más importantes y los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro nos aportan estrategias de regulación a la vez que el conocimientos sobre las neuronas espejo permiten desarrollar la empatía y la comprensión del otro.
¿Qué es la neurodidáctica?
En definición de Ana Fores es “la aplicación de conocimientos acerca de cómo funciona el cerebro y de cómo intervienen los procesos neurobiológicos en el aprendizaje, para ayudar a que este sea más eficaz y óptimo”. Esta disciplina no contempla solo los conceptos o contenidos que se deben impartir, sino que ahonda en cómo se encuentra la persona que va a aprender, ayudándola a desarrollar habilidades personales, actitudes y aptitudes que le faciliten el proceso, y en la forma en que se presentan los contenidos, eligiendo aquellas en las que pueda resultar más fácil la asimilación, la memoria y la integración.
La neurodidáctica y la neuroeducación tienen como objetivo acercar a los agentes educativos a los conocimientos relacionados con el cerebro y el aprendizaje, considerando la unión entre la pedagogía, la psicología cognitiva y las neurociencias.
La Neuroeducación permite que el maestro entienda las particularidades del sistema nervioso y del cerebro y, a la vez, relacione este conocimiento con el comportamiento de sus alumnos, su propuesta de aprendizaje, su actitud, el ambiente del aula, entre otros factores. Con toda seguridad esta nueva ciencia es necesaria para la innovación y transformación de nuestros centros educativos y para el fortalecimiento de la calidad de la educación.
¿Qué certezas tiene usted sobre el funcionamiento del cerebro que aprovecharía mejor en la preparación de una clase?
Los estados emocionales resultan de un sistema complicado de mensajes químicos a través del cuerpo que afectan a lo que percibimos y en lo que enfocamos la atención momento a momento. Las emociones son así “los guardianes del aprendizaje” y son importantes tanto para el que aprende como para el que enseña.
Hoy se sabe que un alumno sometido a estrés no puede rendir lo suficiente, y aun así se le sigue valorando, casi exclusivamente, en función de su rendimiento en los exámenes. Mi experiencia me dice que sigue habiendo alumnos que, aun habiendo estudiado y sabiendo que saben, son incapaces de demostrarlo por no saber controlar su nivel de ansiedad y se quedan “en blanco”.
Por otra parte, he constatado que un alumno puede no estar motivado para aprender por no encontrar ninguna experiencia de éxito o positiva de aprendizaje que refuerce su autoconfianza. Está demostrado que los agentes de nuestro sistema de motivación son las experiencias positivas en las relaciones y los lazos afectivos que se establecen en el aula. Todo alumno, para estar motivado, necesita atención emocional, elogios, reconocimiento y experiencias de éxito que le hagan sentirse competente.
Muchos profesores se quejan de que sus alumnos no atienden y no podemos olvidar que en los procesos de aprendizaje, la atención y la memoria, están dirigidos emocionalmente y que las emociones regulan constantemente lo que se experimenta como realidad. Cuando la emoción se apaga, cuando el interruptor se desconecta, las consecuencias para el aprendiz son muy negativas.
¿Cree que hay margen para lograr que los alumnos aprendan mejor?
Por supuesto, sobre todo en temas relacionados con la motivación. Es el motor del aprendizaje y es esencial para aprender, por eso llevar a cabo una buena programación del aprendizaje supone tener en cuenta la continua conexión entre las áreas cerebrales corticales, más racionales, y las áreas más emocionales. Todos los procesos cognitivos tienen una base emocional, por eso trabajando las emociones se progresa en el aprendizaje de lo más racional. Emoción y motivación dirigen la atención sobre qué informaciones se archivan en los circuitos neurales, y por tanto, se aprende siempre que se concentre en una actividad central.
También podemos mejorar en no asociar el error al fracaso. Si se produce estrés o un miedo excesivo ante diferentes situaciones educativas, se segrega una hormona, el cortisol, que bloquea el hipocampo que es la parte del cerebro donde se localiza la memoria y se produce la génesis de nuevas neuronas. Se impediría llevar a cabo nuevos aprendizajes o el recuerdo de los ya adquiridos. Cierto nivel de ansiedad favorece la adquisición de nuevos conocimientos o el recuerdo de los mismos, pero en exceso, los impide.
¿Por qué considera que es tan relevante para un docente conocer y aplicar los principios de la neurociencia?
Que todo agente educativo conozca y entienda cómo aprende el cerebro, cómo procesa la información, cómo controla las emociones, los sentimientos, los estados conductuales, o cómo es frágil frente a determinados estímulos, es indispensable para enseñar bien y potenciar el aprendizaje.
El problema es que los descubrimientos de la neurociencia no suelen llegar a las aulas, no se forma suficiente a los maestros en esta disciplina.
¿Qué les diría a los escépticos?
Lejos de que las neurociencias se caractericen como una nueva corriente que entra al campo educativo, o que sean la salvación, la propuesta es que sea una ciencia que aporte conocimientos, así como lo hace la psicología, por ejemplo, con el propósito de proveerle de fundamento para innovar y transformar su práctica.
Por otra parte esos descubrimientos dan respuesta a muchas preguntas que se hacen los docentes sobre la conducta de sus alumnos, sus dificultades de atención, su falta de motivación, su rendimiento desigual en diferentes materias, etc… Conocer por qué suceden las cosas, su fundamento biológico y neurológico, es la manera de cambiar y mejorar, basándonos en hechos.
¿Qué pueden aportar iniciativas como EduMindUp! que difundan la neurociencia entre los profesionales de la enseñanza?
Esta iniciativa plasmada en un Congreso puede contribuir a la difusión y acercamiento de la neurociencia y la neuroeducación a los docentes, a las familias y a cualquier persona que tenga alguna responsabilidad en la educación de nuestros niños y jóvenes, permitiendo un cambio positivo en sus formas de educar y creando quizás una práctica innovadora basada en aportaciones científicas. Pero por otra parte nos hace plantearnos si la formación de los docentes es la adecuada a nuestra realidad, y descubrir lagunas que deben ser llenadas antes de que se encuentren en las aulas. Pienso que algunas de las conclusiones que se escuchen en este Congreso, irán en este sentido. Podemos estar en un momento importante para la educación que ofrece herramientas para un aprendizaje individualizado pero hay que saber manejarlas y sobre todo tener en cuenta esa plasticidad cerebral que nos tranquiliza y relaja, al saber que podemos aprender de diferentes maneras y mostrar lo que sabemos de diferentes formas.