En septiembre de 2015, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, un programa ambicioso para erradicar la pobreza. En educación, el objetivo número 4 pretende “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”.
Hace poco más de un año los países de América Latina y el Caribe, a través de la Declaración de Buenos Aires, plasmaron varios acuerdos sobre las prioridades educativas para el 2030. Una de las personas que supervisa el cumplimiento de los compromisos de los gobiernos latinoamericanos es Atilio Pizarro, jefe del área de planificación, gestión y evaluación en educación para América Latina y el Caribe de la UNESCO.
Graduado en Administración Pública por la Universidad de Chile y con una amplia experiencia en el sector educativo, principalmente a través de su trabajo en el Ministerio de Educación chileno, se encarga de analizar datos e indicadores procedentes de todos los países de la región y hacer propuestas para mejorarlos, siempre con la vista puesta a la agenda que desde la ONU se acordó para las próximas décadas.
¿En qué países encontramos mayores dificultades para avanzar en materia educativa a causa de la desigualdad?
América Latina es muy heterogénea y existe una gran desigualdad y diferencia entre los países y también al interior de ellos. Dentro de la región, Colombia, Brasil, Panamá y Chile son los más desiguales, de acuerdo al índice de Gini. Por otra parte, Uruguay y Argentina serían los que tienen más igualdad respecto al ingreso. Por ejemplo, Argentina muestra una situación bastante favorable en las escuelas rurales, que presentan mayor equidad en los resultados de aprendizaje que los estudiantes de escuelas urbanas. Uruguay, por su lado, es de los que presenta histórica y sistemáticamente mejores resultados en las pruebas de la UNESCO.
¿Cuáles son los principales factores que generan desigualdad en el ámbito educativo?
Las desigualdades se expresan en la distribución del ingreso, pero también en el acceso a bienes y servicios, comoa la educación, y en las posibilidades de movilidad social de una generación a la otra. Claramente, se reflejan en el sistema educativo y tienden a reproducirse. Uno de sus reflejos tiene que ver con la alta segregación social de los estudiantes. En nuestros países son escasas las posibilidades de que niños y niñas de distinto nivel socioeconómico sean compañeros en una misma escuela. Eso afecta a la mixtura social y a una distribución más equitativa para los estudiantes, lo que hace que para los sectores más pobres sea más difícil alcanzar mayor nivel educativo.
Otro factor tiene que ver con concluir exitosamente la escolaridad. Las personas con menos recursos suelen cursar 8 o menos años de estudio y, en general, de acuerdo a estudios de la CEPAL y de la propia UNESCO, no superan la condición de obrero u operario. En cambio, aquellos que tienen más recursos suelen cursar 12 o más años y se desempeñan como profesionales técnicos o directivos.
En 2016, Andreas Schleicher, director de educación de la OCDE, ponía sobre la mesa distintas prácticas para mejorar la desigualdad. ¿Qué medidas podrían implementarse, más allá de lo que pueden hacer los gobiernos estatales?
Existe una fuerte relación entre los resultados de aprendizaje y el nivel socio-económico de las familias. Según los resultados de un estudio de la UNESCO de 2015, aplicado en 3º y 6º grado de primaria, en matemáticas, lenguaje y ciencias, ha habido un aumento de las diferencias de aprendizaje entre los estudiantes de un mismo centro educativo. Eso tiene que ver con la segregación que existe al interior de las escuelas, las prácticas pedagógicas de los docentes y su preparación para atender estudiantes altamente vulnerables, la mayor diversidad en las escuelas, las expectativas de los docentes, los patrones culturales, los materiales, etc. Están más asociadas al tema docente y es ahí donde hay que trabajar. No sólo hay que prepararlos para las áreas que van a enseñar, sino también para atender una mayor diversidad en las escuelas.
¿Cómo ha avanzado la situación de los docentes latinoamericanos (laboral, condiciones para desarrollar su trabajo, preparación y capacitación, etc.)?
El tema docente es una de las variables donde contamos con menos información estadística, pero un indicador muy importante tiene que ver con la certificación para ejercer el grado ya sea en primaria o en secundaria. Cuando hablamos de producir certificados hablamos de pasar por un proceso de formación que permita desarrollar los conocimientos, competencias y valores éticos. En este sentido, Latinoamérica está en deuda. Según nuestra información, de 2011 a 2016, un 83% de los docentes que ejercen en primaria y un 78% de los de la secundaria cuentan con formación docente certificada, es decir, aún hay un alto porcentaje de docentes que están ejerciendo y no cuenta con la certificación. El nivel preescolar es donde los porcentajes de certificación son más bajos, con sólo un 63% de personal formado para atender a los niños más pequeños. En Cuba, por ejemplo, el 100% de docentes están certificados, en todos los niveles.
La educación superior es una de las que ha aumentado más su demanda en la región. Sin embargo, los gobiernos no disponen de recursos suficientes para costearla. ¿Cuáles son los pendientes de los estados latinoamericanos?
América Latina es una de las regiones del mundo que ha avanzado más en el acceso a la educación superior: desde el 2000 a la fecha ha llegado cerca del 50%, mientras que son pocos los países del mundo que alcanzan un umbral de tasa de matrícula que sea superior al 40%. Junto con eso, también ha crecido de forma importante la cantidad de matrículas en instituciones privadas. A excepción de Colombia, donde se ha reducido fuertemente desde el año 2000, El Salvador, Brasil o Chile aparecen entre los países, incluso del mundo, donde más se ha expandido la matrícula privada. Sin embargo, hay que poner atención en que las mujeres siguen siendo una minoría en sectores que tienen que ver con ciencias, matemáticas o tecnología. Ahí hay un desafío importante. El otro desafío de esta expansión tiene que ver con la desigualdad por nivel socio-económico. Esto es un problema en Panamá, Colombia, Costa Rica, Perú, El Salvador, República, Brasil o Honduras, que aparecen con altas tasas de matrícula para la población más rica, entre el 40 y el 75%, y muy bajas para la más pobre, que aparece entre el 1 y el 10%.
¿Cómo avanza la agenda 2030 para América Latina?
Estamos en una situación de avance, sin embargo, estamos lejos de las aspiraciones que tenemos como región hacia el futuro. Aun cuando en Latinoamérica ha habido grandes logros en materia de acceso a la educación, la calidad es un desafío y afecta a los grupos más vulnerables. Hubo avances en materia de aprendizaje, pero todavía es muy alto el porcentaje de estudiantes que se concentran en los niveles más bajos de desempeño. Según el Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo, en el que participaron 15 países, cerca de un 71% en tercer grado de primaria y casi un 80% en sexto también de primaria se desempeñan en los niveles más bajos, sobre todo en matemáticas y lectura. Más allá de eso, la agenda 2030 pone especial énfasis en el aprendizaje relevante, que es aquel que habilita a las personas para desarrollarse plenamente y a lo largo de la vida, y eso tiene que ver con aspectos no cognitivos relacionados con la ciudadanía, la aceptación de la diversidad, habilidades para trabajar con otros, etc.
Hemos visto otras iniciativas similares como los Objetivos del Milenio, que tenían que alcanzarse en 2015, los de Dakar (Educación para todos) también para 2015, y ahora La Agenda para el Desarrollo Sostenible para 2030. Todas plantean objetivos muy ambiciosos y no llegan a alcanzarse. ¿Qué nivel de compromiso tienen los gobiernos con este tipo de iniciativas?
La UNESCO está llamada a jugar un rol importante sobre la apropiación de estos compromisos internacionales. Nuestras autoridades, presidentes, ministros, son parte de los foros mundiales en los que se acuerdan los compromisos, pero luego hay una brecha y un desafío en términos de bajar estos acuerdos y que los ministerios de Educación consideren, en sus planes y programas, estrategias que apunten a cumplir con ellos, que se apropien de esta agenda. Ahí nosotros tenemos un papel muy importante en la promoción de la agenda 2030 junto con nuestros socios principales, que son ONU Mujeres, la OIT y Unicef. Es fundamental ir hacia estrategias de largo plazo, más allá de los gobiernos de turno, tener una mirada de país que comprometa recursos, esfuerzo y que pueda tensionar las agendas educativas de la región para avanzar paulatinamente.
¿Cómo afectarán a la educación regional los cambios políticos de los últimos años (Argentina, Brasil, Chile…) y los que pueden llegar este 2018 (México, Colombia, Brasil…) que posiblemente puede dar lugar a cambio de ciclo político en América Latina?
No me corresponde, en mi rol de funcionario de la UNESCO, expresarme sobre los giros políticos, pero sí insistiría en la importancia de que los países puedan tener continuidad en las políticas. En nuestra región hay una alta tasa de rotación de los ministros de educación, entonces es muy difícil avanzar si no se tiene una visión de largo plazo, una visión compartida, de país, más allá de los ciclos políticos. Pensar en estrategias graduales y sistemáticas, con miradas más holísticas, desde la educación preescolar hasta el mundo del trabajo. Nuestro trabajo con los países que actualmente están teniendo cambios de gobierno se enfoca en dar a conocer lo que plantea la agenda de aquí al 2030.
¿Qué país de la región podría ser un referente en materia educativa?
El concepto de calidad es muy amplio y multidimensional. Hay cuestiones que van desde el marco educativo, hasta los recursos o el trabajo con los docentes. Es difícil hablar de un sólo país. Brasil, por ejemplo, ha tenido un trabajo muy importante en materia de alfabetización y formación de adultos. Las políticas de carrera docente que están implementando Chile y México también son fundamentales y se tienen que mirar. En Educación para la Paz, son muy llamativos los avances de Colombia, en las reformas curriculares para trabajar conocimientos sobre ciudadanía, cultura de paz y derechos humanos.
¿Cuál es el mayor logro que la región ha alcanzado en los últimos años? ¿Y el mayor desafío pendiente para el próximo período?
La región ha tenido un aumento muy significativo en cobertura: primaria, secundaria, preescolar e, incluso, la educación superior. La inversión también ha pasado a ser un tema prioritario. Estos son avances muy significativos, sin embargo, persisten los desafíos en calidad y equidad de la educación. Pero para mí, calidad y equidad están muy relacionadas. No basta con que los niños accedan, sino que es importante que tengan una trayectoria adecuada a través de los distintos ciclos educativos y que adquieran los conocimientos adecuados y las habilidades básicas. Tenemos que avanzar en los aprendizajes a favor de la convivencia, el desarrollo de los países y de un mundo cada vez más plural y diverso.