Estamos viviendo un tiempo lleno de incertidumbres, esta vez muy vinculadas a la realidad política del país, con unos conflictos de legitimidades y de legalidades entre la Generalitat y el Estado, de difícil resolución.
En este conflicto la escuela de nuestro país ha sido situada en el centro de algunas críticas, mediatizadas y politizadas de manera muy interesada por parte de algunos que pretenden fracturar lo que la escuela ha sido capaz de construir y cohesionar durante las últimas décadas . También ha habido maestros directamente interpelados por las instancias judiciales acusados de «adoctrinamiento» por el solo hecho de haber generado un debate con los niños y jóvenes de las escuelas.
Ante esta situación creo que tenemos que seguir defendiendo con firmeza la escuela y la educación como instrumento que debe favorecer la construcción del pensamiento crítico de todos los individuos, rehuyendo cualquier dogmatismo ideológico, político o económico.
Aparte de esta situación gravísima, desde mi punto de vista el riesgo que tenemos es que este conflicto desvíe la atención sobre los aspectos que siguen siendo relevantes de afrontar en el ámbito de la educación en nuestro país.
Los aspectos vinculados a la calidad educativa están quedando ahogados por esta situación: la formación permanente de maestros, la segregación social en las escuelas, la equidad, la inclusión…
Además, hay otro riesgo que tenemos que afrontar y que tiene mucho que ver con la tendencia creciente de transformación y cambio que se han instalado como valores positivos casi absolutos, y que pueden representar una vía por donde pueden entrar ideologías muy cuestionables en las escuelas, perdiendo de vista los referentes pedagógicos imprescindibles para generar cambios y transformaciones con sentido, que ayuden a los equipos y las escuelas a tener el dinamismo necesario para vivir en estos tiempos tan trepidantes.
Es en este aspecto donde toma todo el sentido del mundo recuperar a figuras de referencia que actualmente están quedando olvidadas, quizá alguien puede pensar que interesadamente olvidadas.
A la hora de ir a buscar referentes actuales debo confesar que he tenido dificultades para encontrar palabras o textos de pedagogos. En el siglo XX fueron sobre todo los psicólogos los personajes más influyentes en el desarrollo de la escuela: Piaget, Vygotsky, Brunner… Sus ideas han sido faros para muchos de los que trabajamos con los niños más pequeños, y sus reflexiones e investigaciones siempre han sido una buena base donde apoyar los cambios y las transformaciones para lograr una escuela más respetuosa con la identidad de todos los niños.
Ahora ya entrados en el siglo XXI este espacio parece haber sido dejado en manos de los sociólogos y los neurocientíficos. Estas dos ciencias están tomando un espacio muy importante a la palestra de la actualidad educativa de hoy. Los estudios sociológicos son un argumento utilizado para avalar estrategias de construcción de redes educativas y alianzas entre instituciones que se ocupan de la educación de los niños, de los jóvenes o de las personas adultas. Los estudios neurocientíficos iluminan los cambios educativos que se proclaman desde las atalayas de la innovación en nuestro país.
De este hecho, me llaman la atención dos cosas: por un lado, la ausencia de referentes pedagógicos y, por otro, la necesidad de apoyar la lectura de la actualidad educativa sobre disciplinas científicas «demostrables», que nacen de estudios rigurosos, objetivos. Hay una obsesión por la objetivización del análisis, por delante de la opinión subjetiva, por delante de la opinión… pero luego se hace un plis plas sorprendente convirtiendo estas ciencias en justificaciones con una fuerte carga ideológica a menudo al servicio de la ley del libre mercado y de una sociedad liberal o neoliberal como se dice ahora.
Quiero aclarar que creo que el problema no son los sociólogos ni los neurocientíficos. El problema es el uso que se hace de sus reflexiones, de sus estudios, de sus investigaciones. Hablando con Philippe Meirieu este mes de junio al respecto nos decía: «En Francia también está pasando esto. Los estudios sociológicos los utiliza la izquierda, y los neurocientíficos, la derecha!». ¡Interesante!
Pienso que los maestros debemos estar alerta en este momento, porque tenemos que saber mantenernos firmes en no dar por cierta ninguna afirmación, ninguna argumentación, si vemos que detrás no hay una idea de sociedad democrática, una idea de escuela emancipadora de los individuos.
Por tanto, lo que pienso que es fundamental es profundizar en esta idea de compromiso profundo con el derecho de los niños y de los jóvenes a tener el propio criterio, a construir la propia visión del mundo, no como consumidores de informaciones, sean conocimientos o noticias, sino como productores o como constructores de nuevas ideas, de nuevo conocimiento, de nuevas miradas del mundo en que viven, porque sólo si les garantizamos el derecho de construir conocimiento y opinión garantizamos su derecho a poder cambiar el mundo que nosotros no hemos sido capaces de cambiar por completo.
Yo hoy diría: comprometámonos y llenamos de contenido la ética de quien educa con mensajes claros, huyendo de la esterilidad de una reflexión que afronte únicamente la parte técnica de nuestra profesión. Tenemos el deber de defender con firmeza la esperanza de poder transformar el mundo a gracias a esta herramienta de construcción masiva que es la educación.