Este año hemos conmemorado un ocho de marzo llamativo y mediático, donde los haya. Esto significa que el lento y largo camino hacia la Igualdad hay que acelerarlo y hay que ponerlo en la agenda social, educativa, cultural y política. Las acciones colectivas, en los medios de comunicación, en las redes y en las calles teñidas de violeta han sido espectaculares y simbólicamente muy influyentes e impactantes. Esto es un buen empujón para seguir trabajando por una causa tan justa, beneficiosa y razonable.
Pero, una vez pasado el emblemático 8 de marzo, me gustaría explicar algo sobre feminismo.
En primer lugar, lo que NO es:
No es una moda, ni tan sólo eslóganes en una camiseta de quita y pon, fabricada para hacer negocio, tampoco es la exaltación o presencia exagerada de las mujeres (“mujerismo”), ni la admiración por la maternidad (maternalismo), ni tampoco la actitud de prepotencia hacia los varones (hembrismo), ni el exhibicionismo en instagram o en YouTube (“femifama”).Y, sin embargo, esto lo veo por doquier proliferar. Ciertamente las mujeres del mundo necesitábamos y necesitamos de visibilización como paso previo al reconocimiento y a la representación. ¡Claro que sí!
Pero esta proliferación de visibilidad, concentrada en torno al 8 de marzo puede causar el efecto contrario al que se pretende cuando hablamos de desigualdad de oportunidades, de trato y de condiciones, pues nos puede abocar a una falsa visión de realidad haciéndonos pensar que ya estamos en todas partes, a partes iguales e incluso en muchos lugares visibles de poder en una proporción muy pero que muy significativa. “Si hace dos años los medios nunca se ocupaban del feminismo ni de sus logros y ahora lo hacen tanto, será que ha triunfado y ya se han conseguido sus objetivos” -podemos concluir. Con esto puede abonarse la opinión de que las mujeres ya hemos conseguido la Igualdad y que, a partir de ahora, toda reivindicación en este sentido tendrá un tinte de abuso y de sospecha. ¿Qué querrán ahora?, aunque casi todo el mundo sabe que queremos lo que nos corresponde justa y estadísticamente. Por ser la mitad de habitantes de la tierra, aspiramos a disfrutar de la mitad de todo lo humano.
Entonces ¿sigue haciendo falta el feminismo? ¿Qué es el feminismo?
El feminismo organizado tiene unos tres siglos de antigüedad y un enorme y vasto recorrido en el activismo, la vindicación y el pensamiento. Desde 1975-85, en que la ONU declaró la década de la Mujer, también tiene un ya largo recorrido en las instituciones y acciones políticas. Gracias al feminismo un buen número de mujeres actuales podemos movernos y hacer proyectos de vida propios. Pero hay que saber lo que es, para adherirse y comprometerse con ello, seamos mujeres u hombres:
Es la teoría emancipatoria más estable en el tiempo y más extendida en el espacio, que ha hecho posible uno de los cambios sociales más significativos: mudar la vida a otros parámetros distintos a la clásica división sexual del trabajo, haciendo posible también que las mujeres estemos en multitud de campos que nos habían sido vetados. Paralelamente los hombres no fueron entrando a los sectores “femeninos” y domésticos. Esto se está produciendo actualmente, de forma lenta y paulatina.
El feminismo es una propuesta filosófica, ética y política para mejorar la vida de las mujeres, ampliar nuestros derechos y oportunidades, cambiar los prejuicios sobre la naturaleza “femenina” inalterable (cuidadora y servicial) y neutralizar los roles y estereotipos.
El feminismo es una teoría y una práctica civilizatoria y humanizadora. Las sociedades que lo van haciendo suyo podrán ir desterrando las relaciones violentas, la cerrazón mental, el abuso y explotación de los cuerpos de las mujeres y las niñas y las ansias de poder desmedido, por la fuerza si es menester.
El feminismo pretende como objetivo la igualdad y la libertad, como un tándem inseparable. Y la solidaridad para erradicar las desigualdades.
El feminismo propone coeducar y socializar a niñas y a niños en el mismo caldo de cultivo, para la paz, la salud y la convivencia pacífica entre iguales, con relaciones afectivo-sexuales que no privilegien el deseo masculino negando el femenino.
Como el feminismo es todo esto y mucho más, quizás produce desazón, miedo, sospecha y, desde luego, falsificaciones, resistencias y reacciones enormes y muy visibles por parte de personas e instituciones patriarcales.
Pero visto esto, todas las personas que decimos ser o nos sentimos feministas, ¿Qué podemos hacer?
No reir las gracias ni seguir la corriente a actitudes, episodios o personas machistas. Es decir, no colaborar ni por activa ni por pasiva.
Usar el lenguaje de forma justa y creativa, para contribuir a desterrar toda la desigualdad de trato, el machismo y la misoginia que contiene y que se traslada a la vida, porque lenguaje y pensamiento son inseparables.
No escudarnos en privilegios o deseos de género llamándolos derechos.
No practicar la negación del sexismo y la misoginia que contienen las situaciones de discriminación o violencia de género contra las mujeres.
Crear un ambiente favorable a los cambios, como enriquecedores y positivos, como ventajas para una vida más plena, feliz y equilibrada, tanto para las mujeres como para los hombres.
Y todo lo que se nos pueda ocurrir a partir de ahora. Cuantas más personas activas seamos en este empeño más cerca estaremos del objetivo de la igualdad real que, parece ser, la mayoría de gente suscribiría. Y un buen consejo: empezar ya mismo aunque las instituciones anden a la zaga remoloneando y esperando, quizás, les presionemos bastante para considerar rentable el lanzarse a actuar.
Mª Elena Simón Rodriguez rodrilena@hotmail.com .
(Adaptación propia de un artículo de opinión publicado con mi firma, en el diario Información de Alicante del día 12 de marzo de 2019).