Hace pocos días todas las portadas de la prensa generalista publicaban un titular parecido a este: «España vuelve a encabezar el ranking de los países de la UE con mayor abandono escolar» (prematuro). Según publicó Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, el estado español ha vuelto a ser el país con mayor número de jóvenes que abandonan los estudios antes de lo que sería deseable. En concreto, el 17,9% de los jóvenes. Aunque es una cifra que ha mejorado en las últimos años, todavía queda lejos del 15% pactado con la UE para el 2020 o del 10% del conjunto de los países de Europa.
Como han explicado muchos analistas, las causas que generan están situación son diversas, complejas y se relacionan unas con las otras. Voces muy diversas ahondan en los motivos y las posibles soluciones pero todas coinciden en que el abandono escolar prematuro es un fracaso del sistema educativo. No es el propósito de este artículo comentar la complejidad del problema, sino reflexionar a partir de las dificultades de los centros educativos para corregir por ellos solos esta situación y poner de manifiesto que, ciertamente: «la escuela sola no puede».
Hace ya muchos años que José Antonio Marina popularizó el dicho africano «para educar un niño (añadamos aquí, o una niña) se necesita toda la tribu». Salvando las distancias culturales del concepto tribu (que bien señaló Julio Rogero en este mismo Diario), esta aproximación nos habla de la necesidad de implicar a toda la comunidad en el proceso de formación y educación de niños, niñas y jóvenes. Por tanto, de reivindicar el carácter educativo del territorio, de las ciudades o los pueblos y, por decirlo de otro modo, de la vida cotidiana donde se produce el aprendizaje.
Como señalan los maestros Mercè Olivé i Jordi Carmona en su artículo «Municipalidad educativa«, reivindicar el potencial de las ciudades y todo el movimiento de ciudades educadoras es «una gran oportunidad que no deberíamos dejar escapar en el reto global y competencial de la educación de hoy en día». Aquello que ocurre fuera de la escuela puede ser hoy tan importante como lo que ocurre dentro, y quizás más. Niñas y niños reciben cada vez más información del exterior, y en unos casos esta es más significativa para ellos que la recibida en el entorno escolar.
El sistema educativo debe dar la oportunidad de desarrollar el tipo de aprendizaje que conecte con la vida y las habilidades de los alumnos. Y aquí cabe reconocer que sin ninguna duda, todos y todo educa o, mejor dicho, puede hacerlo. Para tener éxito como sociedad hoy en día es necesario, por no decir imprescindible, un compromiso colectivo con la educación que garantiza el éxito individual de cada una de las personas que formamos parte de la sociedad.
En este contexto nació hace poco más de un año el concepto educación 360 que, entre otras ideas quiere dar un paso más allá de las ciudades educadoras conectando la ciudad y las escuelas.
El objetivo de la escuela siempre ha sido formar personas. Pero formarlas para qué y en qué condiciones son cuestiones que con el tiempo han obtenido distintas respuestas. El objetivo y el propósito de la educación han ido evolucionando con los tiempos. Cada época ha vivido en un paradigma educativo, que ha evolucionado igual que la organización de las escuelas o las metodologías y prácticas que se desarrollan en ellas. Durante muchos años se ha hablado de lo mismo, formar a niños y niñas, a jóvenes, pero se ha hablado de ello desde lugares y desde visiones muy distintas.
En la relación que existe entre educación y territorio ha pasado lo mismo. Durante muchos años niños y niñas entraban en escuelas que era igual dónde estuvieran ubicadas. Con el tiempo fue apareciendo una relación entra la escuela y el lugar donde estaba. El territorio empezó a conocer y a reconocer a la escuela y viceversa, y se fue intensificando una relación que a lo largo de los años ha tenido algunos nombres propios.
Destacaré cuatro que han sido paradigmas de política educativa local con los que hemos trabajado y todavía continuamos trabajando: participación, corresponsabilidad, acompañamiento a la escolaridad y ciudades educadoras. Cada uno de ellos describe una intencionalidad, centra sus prioridades y plantea una manera de trabajar. Unos son más globales, otros quizás más concretos, pero todos han aportado muchas propuestas y buenos proyectos. Cada uno plantea más o menos el mismo objetivo general, que estemos todos, pero cada uno lo lleva a cabo de forma distinta y, como he mencionado, con distintas intencionalidades.
Educació360 es el último en aparecer, el más reciente. Podríamos pensar que ser el más reciente es una desventaja, ya que justo ahora empieza a andar, pero formularlo así sería engañarnos porque Educació360 nace con el bagaje acumulado de cada uno de los paradigmas que lo han precedido y atesora sus mejores experiencias y aprendizajes.
No los sustituye, sino que los reconoce e integra en clave de la educación del siglo XXI. Lo hace sabiendo que los aprendizajes deben ser globalizadores y competenciales para enfrentarse al reto de un mundo que está cambiando aceleradamente. Sabiendo también, que para educar se necesita toda una tribu pero que, al mismo tiempo, tiene que poner en valor el lugar donde esta tribu habita, los trabajos que desarrolla, sus funciones, sus diferencias y las relaciones que sus miembros tienen entre ellos. Si, sobre todo las relaciones.
Uno podría pensar que añadir estas ideas al dicho africano es sólo un matiz, pero creo que no. El reto al que debe enfrentarse la educación hoy en día es más global que cuando se popularizó el dicho. Las dificultades para reducir el abandono escolar temprano en una sociedad incierta muestran que el sistema se enfrenta a un modo de intervención casi al límite y que requiere de una mayor implicación del conjunto de los actores, de los espacios y de las relaciones.
Intento explicarlo mejor. En el mundo local pasamos de la coordinación a las redes porque los retos educativos requerían la participación del entorno. La escuela sola no podía, tenía que trabajar con el entorno y en red con otros centros educativos. La ciudad se configuró como una red y la escuela como su nodo principal, en el centro de las conexiones.
Los diferentes actores participaban en los espacios de gobernanza. Se conocían, se generaba sentido de pertenencia y cada uno de ellos aportaba valor al conjunto. Fueron apareciendo proyectos compartidos, iniciativas que generaban experiencias de éxito tanto en las escuelas como en los municipios, mejoraron muchos indicadores pero así y todo no se produjo una transformación profunda.
Hoy encontramos proyectos de centro comprometidos con el entorno, territorios con potentes proyectos educativos de ciudad, planes de entorno o redes educativas locales que han abierto una vía de relación entre unos y otros. Desde mi punto de vista este es el aspecto esencial desde el cual aún tenemos camino por recorrer: cómo construimos las relaciones entre unos y otros, cómo las dotamos de contenido.
Lo que proponemos con la Alianza Educació360 es pasar de conocerse a reconocerse y, por tanto, establecer una relación permanente: pasar de reunirse y crear redes a ser un ecosistema. Y esto significa conectar el conjunto de los tiempos, espacios y actores educativos de un territorio de modo que la relación entre ellos los modifica. El ecosistema se basa en la interdependencia y esta característica es inherente al concepto 360 y a su desarrollo.
En este contexto, la personalización se muestra como el aspecto central para garantizar la equidad, ya sea en el acceso a la educación como en su proceso y resultado. La escuela ha dejado de centrarse en el docente y el currículo para situar al alumno y sus intereses en el centro del proceso de aprendizaje.
Y también lo hace la ciudad: diseña estrategias para generar itinerarios de aprendizaje desde todos sus nodos. Conectamos los centros culturales, las entidades, los equipamientos deportivos, las bibliotecas, los centros de salud, las asociaciones de vecinos, las entidades educativas en el tiempo libre, los cines y los teatros, pero también las plazas y las calles que habitamos y los tiempos en los que vivimos. El territorio se convierte así en un ecosistema donde cada cual puede transitar y construir su itinerario vital, sin exclusiones y con oportunidades. Hablamos del mismo objetivo de siempre, pero de un modo distinto de llegar a él.
La escuela sola no puede. Lo sabemos. Educació360 acabamos de empezar y lo hemos hecho sobre todo con muchos interrogantes. Sin embargo, estamos convencidos de que no se trata ya de ayudar a la escuela porque sola no puede, sino de trabajar con ella y de conectarla, desde un propósito competencial, al conjunto de nodos del ecosistema educativo local al que pertenece. Lo que están diciendo hoy en día muchos maestros y docentes no es un clamor de que la escuela sola no puede, sino más bien una afirmación que la escuela sola no quiere. Es decir, la escuela no quiere hacerlo sola, quiere hacerlo conectada al tiempo lectivo y no lectivo, a los espacios docentes y a los que no lo son, a todos los agentes educativos y a todos los aprendizajes competenciales que ayudan a las personas a construir su itinerario a lo largo de la vida.
(Una primera versión de este artículo surgió de la lectura del texto de Mercé Olivé i Jordi Carmona y fue publicado en el Blog Educar avui de la Associació de Mestres Rosa Sensat)
Jordi Plana. Gerente de Educación. Diputació de Barcelona