Se acaba de terminar el curso escolar sin presencia física en los centros escolares y nos hemos despedido vía videoconferencia. Después de apenas unos días nos han llegado unas instrucciones que han desarrollado muchas comunidades autónomas (una de ellas, la mía: Castilla y León) para el comienzo de curso y varias cosas han quedado claras: la primera de todas ellas es que no están por la labor de bajar la ratio, la segunda es que no saben muy bien cómo actuar ante el comienzo escolar y, como consecuencia de ello, la tercera afirmación es que dan la responsabilidad de cómo gestionar la vuelta a los colegios a los equipos directivos sin dotarles de medios para llevar a cabo lo que propongan.
Parece mentira, pero estos meses han sido como unos fuegos artificiales, mucho ruido, muchos colores, todo muy intenso pero después queda la oscuridad de la noche.
Planteo aquí mi propuesta de lo que deberíamos hacer para volver al colegio de una forma segura. Pero antes de nada quiero resaltar que si la sociedad al completo no se responsabiliza de su salud, no podemos culpabilizar a los docentes y al alumnado de nuevos brotes.
Lo primero que propongo es mirar a nuestro alrededor y, sobretodo, observar a la escuela rural, en donde sabemos que el entorno es muy importante para el desarrollo del alumnado. Ya lo decía Giner de los Ríos: “Un día en la naturaleza es mejor que una semana en el aula”. La naturaleza está para observar y el aula está para analizar lo que hemos observado. En estos momentos tan delicados para los alumnos y alumnas tenemos que aferrarnos a la naturaleza que exista a nuestro alrededor. En mi caso, estando situados en un barrio obrero de Valladolid, podríamos usar un parque y un jardín botánico que están muy cerca de nuestro centro y que haría las delicias de cualquier persona que necesitara reflexionar.
Las primeras sesiones se usarían para presentar al grupo que conforma nuestra clase. Esos primeros contactos son apasionantes. Yo siempre digo que ojala todos los días del curso fueran tan emocionantes como el primer día. Y si estos primeros encuentros suceden en la naturaleza, seguramente tengamos el escenario perfecto para crear un ambiente donde surjan la confianza, la cooperación, el compañerismo, el respeto, la comprensión, la tolerancia…
Y de esta forma, al aire libre, los alumnos y alumnas de infantil, primeros cursos de primaria y el alumnado con necesidades educativas especiales, podrían contar con el apoyo de algunos padres y madres que quisieran ayudar en la adaptación a las maestras y maestros responsables de estos cursos. Sabemos que estos días van a ser muy difíciles para algún niño o niña y la presencia de sus padres puede ayudar. Los niños y niñas son personas flexibles que lo que quieren es socializarse, pero tenemos que tener en cuenta que, después de seis meses sin estructuras escolares, les va a resultar difícil y la presencia de los progenitores sería de gran ayuda.
Otra de las medidas que se podría plantear es que el tutor o tutora de esa clase sea la persona que más tiempo pase con ese grupo y que los especialistas estuvieran agrupados por clases. Viéndolo en un ejemplo, primero, segundo y cuarto compartirían a todos los especialistas, en vez de lo que ocurre en ocasiones, que el especialista de Inglés de primero es compartido con segundo y tercero, el de educación física con tercero y sexto y el de música con segundo y cuarto.
Finalmente, es fundamental que el alumnado tenga claro cómo llevar a cabo las medidas sanitarias necesarias antes de iniciar las clases en las aulas, deberían conocerlas y haberlas puesto en práctica con anterioridad. Y señalar que para que esas medidas fueran más eficientes sería beneficioso que el grupo se sintiera eso, un grupo, para que aflorasen los sentimientos de pertenencia y contribución. Si todas las personas se sienten pertenecientes a ese grupo, se cuidarán y respetarán como si de un clan se tratase y en su contribución mantendrán las normas de salud e higiene para cuidar al grupo.
Son medidas sencillas y fáciles de llevar a cabo, que darían unos resultados muy positivos pues al estar al aire libre, mantener una mayor distancia entre individuos y llevar a cabo medidas de higiene se minimizaría el riesgo de contagio, que es lo que nos llevó al confinamiento. Sin olvidar que el contacto con la naturaleza nos hace desarrollarnos cognitiva, social, afectiva y psicomotrizmente. Por ello, este es el momento de volver a conectarnos con la naturaleza y aprovechar lo que nos ofrece.