Ya ha publicado tres libros. Todos ellos, a modo de cortas novelas gráficas. En este último, Maestra de pueblo ha conseguido su destino definitivo, esa especie de quimera que todo funcionario docente espera con mayor o menor ilusión. Pero no por ello los problemas se resuelven de golpe. Un centro nuevo, con compañeros, alumnado y familias diferentes supone el mismo reto de siempre: conocer a todo el mundo e ir encajando en dinámicas más o menos establecidas.
Hablamos con Maestra de pueblo vía correo electrónico sobre algunas de las situaciones del libro y, claro, aprovechamos para hablar de pandemia y de nueva ley educativa, de la que no espera demasiado, «es como cuando tu amiga te habla de su enésimo novio en poco tiempo, prefieres no encariñarte mucho».
Tercer libro. Por fin tienes plaza fija. Enhorabuena… Pero parece que el comienzo del curso no es fácil en el destino definitivo. ¿Es siempre así?
Tener destino definitivo implica compartir durante mucho tiempo vivencias con los mismos compañeros, las mismas familias, el mismo alumnado… Si hay buena sintonía puede ir muy bien pero eso no siempre pasa.
Además los inicios de curso siempre tienen un punto de incertidumbre, por lo menos en mi caso: comenzar con alumnado nuevo, conocer a sus familias, nuevos retos a los que te vas a enfrentar… no sé si es sólo una cosa mía pero yo siempre comienzo septiembre con nervios, como si fuese la primera vez que trabajo.
Haces un retrato divertido de situaciones cotidianas… Maestras a punto de jubilarse que no lo ponen fácil, orientadoras que no ayudan demasiado, directoras desbordadas que lidian como pueden. ¿Cómo de real es la situación?
Hay más realidad en el libro de lo que puede parecer a primera vista, puede que no suceda todo el combo a la vez en el mismo colegio y el mismo curso escolar, pero la mayoría de las situaciones que aparecen son reales.
Tenemos que enseñar a nuestros alumnos a desenvolverse en el mundo en el que viven con las herramientas que tienen a mano
Voy a hacer un poco de spoiler. Las tablets de la Consejería, estaban. Escondidas, pero estaban. ¿Los coles son tan refractarios a las pantallas?
Cada vez menos, pero sí que hay como un poso todavía latente en el que parece que para enseñar y aprender “en condiciones” no hacen falta tantos cacharros o que hay que utilizarlos sólo de vez en cuando para distraerse, para jugar. Yo soy de la opinión de que tenemos que enseñar a nuestros alumnos a desenvolverse en el mundo en el que viven con las herramientas que tienen a mano. La escuela no puede vivir ajena a lo que pasa fuera.
Las relaciones con las familias son otro de los puntos que tocas en el libro. También parecen refractarias, por no hablar de la perturbación de los grupos de WhatsApp… ¿Qué es lo peor y lo mejor de las familias?
Creo que los grupos de WhatsApp tienen peor fama de lo que son en realidad, yo estoy dentro de alguno y no son tan malos como los pintan… lo mismo es porque saben que soy profe.
Solemos ver a las familias como el enemigo natural del docente pero creo que es por falta de empatía, nos cuesta ponernos al otro lado.
Cada vez hay más familias que también están al día de los cambios que se producen en la educación, que se preocupan por la educación de sus hijos, que quieren lo mejor para ellos. Nuestro reto es integrarles como miembros de la comunidad educativa que son, tenerlos en cuenta y hacerles partícipes del proceso.
Muy al principio del libro aparece una escena muy, muy cotidiana, por lo que uno sabe, en los centros. Ese reparto de aulas en el que la última en llegar se come el peor marrón. A mí siempre me hace pensar en que precisamente las personas recién llegadas no deberían hacerse con los grupos más complejos ¿Cómo lo ves?
Me consta que esto no sucede en todas los sitios, pero en muchas comunidades sí que se elige por orden de antigüedad en el centro y que, además, está avalado por normativa.
Estoy de acuerdo, los grupos que más estabilidad necesitan, ya sea por ser los cursos más bajos o porque sean conflictivos, deberían ser asumidos por profesionales con destino definitivo en el centro. Y no porque piense que los interinos tengan menos recursos para llevar estas clases sino porque no suelen repetir en el centro y el cambio constante de docente no ayuda demasiado.
Estamos en un momento casi imposible de entender con una pandemia global. No sé qué impacto ha tenido allá donde trabajas. ¿Cómo lo vives? ¿Y tus niñas y niños?
Con mucha incertidumbre, no sabes nunca si la semana siguiente la vas a pasar en el colegio o confinada en tu casa.
El periodo de confinamiento fue duro: alumnado con familiares contagiados, padres que perdieron su trabajo, problemas para conectarse a internet, niños confinados lejos de sus padres… fue difícil sacar el curso adelante y nuestra labor iba más allá de la de transmitir conocimientos. Había que crear actividades motivadoras, que fuesen dinámicas, sin olvidar la parte emocional, todo ello a través de una pantalla. La vuelta a las clases ha sido un soplo de aire fresco pese a los protocolos y las normas, la educación presencial era necesaria.
La pandemia imagino que ha dificultado parte de las situaciones que aparecen en el libro. Hacer ahora un huerto o irse de acampada parece imposible. Muy difícil, al menos.
Claro, muchas de las actividades que más molan ahora no se pueden hacer, además son las que más recuerda el alumnado con el paso de los años porque proponen una aprendizaje significativo: aquella visita al museo, la primera acampada fuera de casa… Ahora hay que ingeniárselas más para llegar al alumnado e intentar llevar propuestas divertidas al aula que no impliquen contacto o riesgo de contagio pero siempre se encuentran alternativas.
Y junto a todo esto, se está aprobando una nueva ley educativa. ¿Qué esperas de ella?
Espero poco, la verdad. Es como cuando tu amiga te habla de su enésimo novio en poco tiempo, prefieres no encariñarte mucho con él porque sabes que va a durar poco.
¿Qué te hubiera gustado leer en ella? ¿Y sobre ella?
Me gustaría que abordase problemas reales de la escuela, la bajada de ratios, la necesidad de poda de contenidos, metodología, inversión económica, la formación inicial del profesorado, renovación pedagógica… Y me gustaría también que el debate de los medios se centrase también en todos esos aspectos y no en si son necesarias o no pagar cuotas en centros sostenidos con fondos públicos.
¿Cuándo sabremos quién es Maestra de Pueblo?
Quién sabe, lo mismo mañana que nunca.
¿Nos darás la exclusiva cuando te animes a salir del anonimato?
Jajaja, claro, está entre el Hola y vosotros.