La necesidad de fondos económicos en los centros educativos, debido a los recortes en la financiación (i), y la sutil penetración del mantra de la “colaboración público-privada”, está abriendo cada vez más el campo al patrocinio empresarial de los colegios y las universidades.
Esta forma de privatización va apareciendo a través de cada vez más diversas formas y estrategias: la financiación de instalaciones a cambio de publicidad; la dotación de recursos o materiales a los centros con sus logotipos de marca impresos; el patrocinio de concursos por parte de bancos con supuesta finalidad educativa “ligada a la realidad” o, incluso, la promoción y publicidad de supuestas reinvenciones de “innovación educativa” que, más bien, son un remake de propuestas pedagógicas clásicas, pero que se venden en “charlas TED”, difundidas profusamente en redes sociales, como “soluciones milagrosas a la educación” y como “nuevo pensamiento positivo educativo”: la crisis es una oportunidad…, sobre todo para la Edtech a través de sus plataformas digitales, que les está haciendo de oro y, de paso, ahondan en la minería extractivista de datos del alumnado, el «nuevo oro» del siglo XXI.
Una de las últimas tendencias de este patrocinio empresarial son los premios a los mejores profesores o profesoras. Los “nuevos profesores emprendedores estrella” que son premiados por multinacionales del edunegocio y exhibidos como trofeos de nueva generación en la sociedad del espectáculo.
Por supuesto que está bien poner en valor al profesorado. Claro que apreciamos recompensar la labor callada de tantos profesores y profesoras que han dado lo mejor de sí por compartir la semilla de la sabiduría y el descubrimiento en su alumnado.
Pero hay una diferencia sustancial en reconocer y poner en valor al profesorado como hace, por ejemplo, la película La lengua de las mariposas, donde la figura del maestro, representado por el actor Fernando Fernán Gómez, encarna a todo el profesorado republicano comprometido con la enseñanza de la Escuela Nueva, con la verdad y la justicia social y que fue represaliado por la dictadura fascista; respecto a, por ejemplo, los premios Educa Abanca al Mejor Docente de España, patrocinados por el banco del mismo nombre, donde nos ofrecen un espectáculo de marketing y publicidad de marca que poco tiene que ver con la educación y el compromiso docente cotidiano.
Poco tiene que ver la exaltación del «superprofe» con el proceso educativo real. Porque la educación es un proceso colectivo y compartido, de toda una comunidad educativa, que construye conjuntamente el conocimiento sobre el saber legado por generaciones anteriores y no un “talento” individual y con copyright, como nos quiere hacer creer la ideología neoliberal; un reclamo que debemos exhibir en espectáculos mediáticos, casi como si fuera un circo de variedades y fenómenos. Insisto, el proceso educativo es una construcción no solo colectiva, sino cooperativa y no el logro individual, esforzado y competitivo de un solo profesor o profesora, por muy buen docente que sea.
Al igual que los premios Educa Abanca, el Global Teacher Prize es un galardón (que conlleva un «premio» de un millón de dólares) financiado por la Fundación Varkey, fundada por el empresario de la educación Sunny Varkey (ii), quien dirige GEMS Education, la mayor cadena de colegios privados del mundo, un negocio con grandes beneficios. Si el Educa Abanca, se autodenomina el «Goya de la educación», este se autodenomina el «Nóbel de la educación». Ambos premios promueven la potenciación de una visión de “profesor emprendedor estrella”.
Este modelo de exaltación de la figura de un profesional determinado, convierte en espectáculo y competición la profesión docente y poco hace por mejorar las condiciones materiales de la docencia en todo el mundo. Celebra al “héroe” o “heroína” que, en condiciones de adversidad y recortes, es capaz de salir adelante, ocultando la responsabilidad de la política pública en cambiar esas condiciones (iii).
Es más, lo que tiende es a redefinir el rol del profesorado hacia la espectacularización y el reality show de “superdocentes” (superhéroes o superheroínas con “métodos estrella” únicos), que se convertirán en reclamos comerciales para los centros o consorcios vinculados, en un contexto de cada vez mayor competitividad por atraer a la nueva “clientela”. Este enfoque contribuye así a dar una imagen equivocada de en qué consiste la docencia y el trabajo cotidiano en los centros, realizado en equipo por el profesorado y la comunidad educativa, lo cual poco o nada tiene que ver con un galardón individual.
¿Qué significa que alguien sea el mejor profesor o profesora del mundo? Significa que ha conseguido que su alumnado tenga las mejores notas o resultados en las evaluaciones PISA y que así lo «nominen» (porque este es el sistema, como si se tratara de un concurso televisivo, un reality show); o, sin embargo, significa que ha motivado y apasionado por el aprendizaje a alumnado en riesgo de exclusión (alumnado que seguramente tenga otras prioridades antes que estar nominando a nadie); o más bien significa que a lo largo de los años su labor es recordada con aprecio por su alumnado (que ya han pasado la edad de las nominaciones).
En algunas actividades es fácil determinar quién es el o la mejor. Por ejemplo, en deportes, el mejor en levantamiento de peso es quien levanta más o quien sea más rápido en una carrera, según las normas de cada competición. Pero ¿en la docencia? ¿Quién consigue que aprendan más cosas? ¿O que aprendan a hacer cosas? ¿O que aprendan a buscar su propio conocimiento? ¿O que abandonen la escuela preparados para afrontar las dificultades de la vida? ¿O que sean felices en un futuro? ¿O que sean buenos ciudadanos, comprometidos con su sociedad y el desarrollo de esta, ecologistas, feministas, que valoren la diferencia? ¿O que haga ganar dinero a la empresa, para que su empleabilidad sea alta? En Educa Abanca aseguran que «han conseguido establecer una serie de variables baremables y obtener una puntuación de forma objetiva»…
No creo en convertir en espectáculo la docencia y mostrar, como si fuera en un circo de fenómenos, al “mejor profesor o profesora del mundo”, sea el profesor youtuber o la profesora que enseña magia. Creo más bien en comunidades educativas integradas por profesorado que hasta el último día están con una tiza en la mano y siguen luchando, y se jubilan pidiéndonos que lo sigamos haciendo, como Agustín Moreno, profesor de un instituto de Vallecas (Madrid) que recibió el merecido homenaje del alumnado y el profesorado de su propio centro cuando se jubiló, convirtiéndose en viral. Él lo consideró como “un reconocimiento a todo el profesorado que se deja la piel, que no tira la toalla en estos tiempos de desesperanza; que frente a los recortes no se desmotiva, sino que intenta compensar los tiempos difíciles con su buen hacer, y participa en las movilizaciones en defensa de la educación pública cuando son necesarias. He conocido a tantos docentes comprometidos con su oficio que no podría contarlos”.
Y tal vez en eso consiste ser los mejores profesores y profesoras del mundo. En no cansarse de cooperar y compartir la pasión por la educación con sus compañeras y compañeros y con el alumnado, que año tras año pasa por sus aulas; que no solo resiste, sino que combate la cada vez mayor precariedad de sus condiciones laborales y la infrafinanciación de recursos y medios; que se involucra social y políticamente por la mejora de los centros y por el derecho a una educación pública para todos y todas, y que, simultáneamente, es capaz de transmitir la pasión por su alumnado y acompañarles en su proceso de crecimiento y descubrimiento de la vida.
Lo otro, más bien parece marketing, publicidad y “circo”, que nos hace olvidar las políticas neoliberales de recorte y privatización del sector educativo en la euforia emocional y embriagante de la competición por el premio y la espectacularización mediática. Una estrategia que en Roma se utilizó profusamente con aquello de «pan y circo», solo que ahora casi sin pan.
(i) Las políticas educativas del PP y del PSOE han recortado 9.000 millones de euros en educación desde 2008, estando en un 4,2% del PIB (CCOO, 2018). Pero los compromisos de los diferentes gobiernos con la UE han acordado reducir todavía más la inversión pública educativa, dejándola al 3,6% del PIB y al 3,4% en 2030, situando así a España a la cola de la UE y la OCDE, a no ser que haya un giro radical en los acuerdos con la UE en los próximos años. De momento solo anuncian dar un respiro con motivo de la crisis pandémica mundial de la COVID19.
(ii) Según la revista Forbes está situado en el puesto 949 de los más ricos del mundo.
(iii) Surge así la resiliencia, como nueva exigencia y capacidad que debe demostrar el profesorado, para ser capaz de “triunfar” superando las circunstancias adversas, incluso traumáticas, que provocan las políticas neoliberales de recorte y privatización del sector educativo.