El calendario reciente ha creado varias ocasiones para homenajear, de nuevo y con todo merecimiento, a quien en las últimas cinco décadas ha sido el pedagogo internacionalmente más reconocido y apreciado: hace cuatro años se cumplieron los 20 de la defunción de Paulo Freire (1997); el año pasado se celebró el cincuentenario de la publicación de su libro más famoso (Pedagogía del oprimido, 1970); y 2018 tuvo una especial significación académica para algunos de nosotros, ya que evocamos entonces las tres décadas justas de su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Barcelona (i)
Ahora conmemoramos los 100 años de su nacimiento (19 de septiembre de 1921); y por ser 100 el número más redondo de todos, seguro que durante estos días proliferarán aún más los homenajes al pedagogo brasileño, sea en forma de actos (conferencias, mesas redondas, jornadas…); de escritos como este mismo que me publica El Diario de la educación (ii), o de otras formas posibles de reconocimiento público (iii). A la vista de cómo se suelen producir los homenajes, esbozaré a continuación algunas reflexiones sobre su contenido. Este artículo no tratará pues directamente sobre lo que hizo o dijo Paulo Freire, sino sobre lo que suele decirse de él en los homenajes que se le tributan.
En tales ocasiones básicamente se pueden hacer tres cosas: hablar de la obra de Freire; hablar de su vida; o hablar de su persona. También se puede, por supuesto, hablar de las tres cosas juntas y además engranarlas. Esto último sería siempre lo más deseable, pues en el campo de la educación -y sobre todo en el caso de Freire- lo uno nunca se entiende bien sin lo otro: hay parcelas de obra pedagógica de Freire que no se pueden interpretar correctamente al margen de determinados acontecimientos que le tocó vivir, y viceversa: épocas importantes de su vida estuvieron, como veremos, directísimamente marcadas por secuelas derivadas de su obra.
Pero como en un acto o un texto de homenaje nunca puede glosarse todo y extensamente, cada autor deberá decidir en qué va a centrar su intervención (la obra, la vida, la persona, un poco de todo) y qué énfasis realizará. Por otro lado, como iremos viendo, un discurso conmemorativo conlleva también ciertas pautas o patrones a los que es difícil substraerse.
Hablar sobre la obra de Freire: repetir, interpretar, reinventar…
La obra de Freire es abundantísima y en ella habrá que considerar tanto sus aportaciones “teóricas” (libros, artículos, conferencias, entrevistas…) como sus realizaciones “prácticas” (la actividad desarrollada en las campañas de alfabetización, la docencia, la gestión municipal y la acción política…). Por la magnitud de lo realizado por Freire y por las estrecheces de tiempo y espacio propias de un acto o escrito de homenaje, es obvio que después de aquella primera elección de hablar fundamentalmente sobre la obra, el homenajeador deberá tomar aun otra decisión: a qué parte de la muy extensa obra de Freire dedicará atención preferente. La desazón que produce el tener que desgajar una parte del todo podrá saldarse con una mención, sólo a modo de inventario, de las principales aportaciones de Freire: su método de alfabetización; algunos de sus libros más conocidos (La educación como práctica de la libertad, Pedagogía del oprimido, Pedagogía de la autonomía…); y los conceptos o ideas nucleares de sus teorías (concientización, diálogo…). Realizado este rápido y sucinto inventario, el autor pasará entonces a centrarse en el aspecto concreto de la obra freiriana que él, por los motivos que sea y que oportunamente justificará, considera más interesantes o significativos. Y ahí caben aún diversas posibilidades: limitarse a explicar (presentar, repetir…) lo que Freire dijo al respecto; intentar interpretarlo; o atreverse a extenderlo o reinventarlo.
Lo primero (limitarse a repetir), que podría verse como algo propio de otros contextos (una clase, una obra de divulgación…), no es lo que suele hacerse en los actos de homenaje. Sería, por un lado, convertir el acto en un momento excesivamente didáctico; y, por otro lado, eso entraría en flagrante contradicción con aquello que Freire no se cansó de advertir: “En ocasiones, Paulo Freire se sentía avergonzado, cuando algunos ‘seguidores’ repetían mecánicamente lo que había escrito, dicho o hecho. Se opuso radicalmente a los «repetidores de ideas»”; “No se trata de repetir a Freire. Se trata de reinventarlo”; “No podemos repetir a Freire como si nos hubiera dejado una iglesia que cuidar”. Eso ha escrito recientemente alguien que conoció de cerca y trabajó muchos años con Freire -Moacir Gadotti- en el último libro de homenaje que ha visto la luz y que, significativamente, lleva por título: Reinventando a Paulo Freire en el siglo XXI (iv).
Entre repetir y reinventar la obra de Freire hay también la posibilidad de interpretarla o extenderla. Extenderla podría consistir, por ejemplo, en aplicar algunos elementos del pensamiento o la práctica freirianas a realidades no exploradas por el propio Freire; o desarrollar algunos contenidos de su reflexión que él sólo dejó apuntados. Los homenajes también son proclives a referirse a la repercusión o influencia de la obra de Freire en algún ámbito, territorio o corriente (la educación de personas adultas, la formación de educadores, la educación social, la pedagogía crítica, el tercer mundo, el tercer mundo incrustado en el primero, etc.). No hay que decir que todo eso (interpretar, extender, estudiar la repercusión, reinventar) que ha sido ya objeto de muchos trabajos e investigaciones de largo aliento (tesis doctorales, ensayos, monografías…), por las limitaciones propias de los actos presenciales de homenaje, tampoco encaja siempre bien en ellos: los auditorios no suelen ser los mejor predispuestos a recibir discursos largos y eruditos; y los autores de las investigaciones, a su vez, tampoco suelen quedar muy satisfechos al no haber podido desarrollar suficientemente sus hallazgos o interpretaciones.
Hablar sobre la vida de Freire: contextualizar su pensamiento y su práctica
En lugar de dedicar la intervención a la obra de Freire, el homenaje puede centrarse en su vida. Pero de la misma manera que optar por la obra obligaba a ceñirse principalmente a algún aspecto de la misma, optar por la vida obligaría también a limitarse a un período o momento determinado: 76 años de vida fueron pocos para Freire y para quienes le estimaron, pero serían demasiados para poder condensarlos en un discurso corto de homenaje.
El interés de glosar la vida de Freire o una parte de la misma, tiene que ver directamente con lo dicho antes sobre la interpretación de su obra. Aun en el caso de que fuera posible interpretar una obra a partir sólo de sí misma, sin considerar la vida de quien la creó y el contexto en el que vio la luz, en el ámbito de la educación y, aun más, en el caso concreto de Paulo Freire, aquella posibilidad de interpretación -digamos- solipsista resultaría del todo inconveniente y fallida. Ya lo avanzábamos, su obra no es interpretable al margen de su vida y del contexto que le tocó en suerte. Es obvio que Freire no se hubiese dedicado a inventar un método de alfabetización de personas adultas si en el Brasil de entonces el analfabetismo (y sus causas y consecuencias) no constituyeran un grave problema humano, social y político; y Freire no habría tenido que sufrir la cárcel y largos años de exilio si no hubiera creado, en el contexto de una dictadura, un método de alfabetización con el que, además de enseñar a leer y escribir, pretendía (y lograba) concienciar a las personas de la situación de injusticia y opresión que estaban viviendo.
Cualquier obra se halla inevitablemente ligada a la vida de quien la ha creado: la vida ayuda entender la obra y viceversa. Y en este sentido el caso de Freire resulta ejemplar, como también lo es en el caso de otros grandes pedagogos que supieron conjugar teoría y práctica la mar de bien: Pestalozzi, Freinet, Makarenko, Deligny …, cada uno a su manera. Captar el engranaje esencial que existe entre su reflexión y sus aportaciones prácticas, la coherencia entre su vida y su obra, entre su hablar y su hacer, redunda en la credibilidad de Freire y, por extensión, en la de la pedagogía en general (v). Por eso, los homenajes a nuestro pedagogo suelen también destacar la gran continuidad y congruencia existente entre su biografía y su bibliografía: Paulo Freire: uma biobibliografia, era el título de aquel tomazo de más de 700 páginas preparado por Moacir Gadotti que acogía la vida y la obra de nuestro pedagogo hasta poco antes de su muerte (vi).
Hablar sobre su persona: “Freire y yo”
En los homenajes a Freire puede observarse una cierta propensión a evocar más a la persona que a la obra. Puede estar plenamente justificado que en un acto de homenaje se haga más énfasis en las virtudes personales del homenajeado que en el contenido de su obra. La importancia, la calidad y el interés de la obra se dan por supuestos: de otro modo no se le tributaría a su autor un homenaje. Por otro lado, la obra y la vida pública de Freire son fácilmente accesibles por medio de sus propias publicaciones y de la multitud de estudios que se le han dedicado; de la personalidad del pedagogo y de su vida privada, en cambio, solo podemos saber algo por medio del testimonio de quienes estuvieron cerca de él.
Hablar sobre su persona, sobre su manera de ser, su forma de relacionarse con los demás, su carácter, sus gustos y disgustos, sus enfados y alegrías, sus seres queridos, sus sueños y sus pesadillas, sus costumbres, aficiones y manías, su forma de trabajar y de divertirse, su manera de hablar y de escuchar, esta es pues la tercera posibilidad para llenar de contenido un homenaje a Freire. Una posibilidad posible cuando puede contarse con personas que conocieron al homenajeado; y afortunadamente, en el caso de Freire todavía hay quienes pueden hablar de él de primera mano, pues con él convivieron o trabajaron o pasearon… Si fue por mucho tiempo, mejor; pero también vale si sólo estuvieron con él tres o cuatro veces; el caso es haber estado cerca y relatar algo de aquello que sólo pueden conocer quienes compartieron con él algún espacio o momento privado o semipúblico; eso ya faculta a quien sea, o bien para destacar algún rasgo profundo de su personalidad, o bien para contar una simple anécdota. Es en estas ocasiones cuando el discurso de homenaje adopta la forma: “Freire y yo”. Un problema de este tipo de discurso que no se puede obviar es el de la veracidad: ¿cómo garantizar que los testimonios se corresponden verdaderamente y siempre con lo que el homenajeado decía, hacía o pensaba privadamente? Pero esta es una cuestión casi epistemológica en la que aquí no podemos entrar.
También es verdad que a veces, sólo a veces, invirtiendo los términos, aquel “Freire y yo” acaba derivando en un “Yo y Freire” (“Yo que fui tan amigo de Paulo…”). El protagonismo cambia de lado y es entonces cuando el homenajeador empieza a homenajearse a sí mismo a costa de Freire. Las personas importantes, ni después de muertas, se encuentran libres de aprovechados que todo lo que pretenden es sacar partido de amigos, conocidos y saludados, por utilizar el famoso dicho de Josep Pla. Son las amistades interesadas, siempre dispuestas a usufructuar incluso homenajes ajenos.
Epílogo (I). Sobre la propiedad de las ideas de Freire
«… hacerse una cultura es algo por lo menos tan serio y esforzado como aprender un oficio, una técnica cualquiera. Una técnica no se aprende hojeando manuales (…); se aprende creándola, volviendo a inventarla, es decir, produciendo trabajo en un campo determinado. Hay por consiguiente un único medio para popularizar la cultura: procurar que el pueblo, todo el pueblo, esté en condiciones de producir esa cultura, de producirla por sí solo. (…) El hombre nuevo volverá a estar en condiciones de vivir su propia cultura, es decir, de creer en ella y producirla también para los demás; y no de manera abstracta sino a través de un intercambio cotidiano y fecundo de vida.»
Los intentos de apropiarse de los homenajes a Freire vienen a ser lo mismo que la voluntad de apropiarse, en exclusiva, de su obra y sus ideas. Sería del todo estéril una disputa sobre quién está más legitimado para velar por la conservación de la obra de Freire, o para erigirse en su exegeta más acreditado, como si sus escritos fueran Sagradas Escrituras pedagógicas. En su afán de convertirse en los más freiristas de todos los freirianos, algunos podrían incluso superar a Freire; logro, por otra parte, muy fácil de alcanzar ya que seguramente Freire fue el menos freirista de todos los freirianos.
Las ideas de Freire no debieran pertenecer a nadie en particular; si acaso sólo a la pedagogía, que se enriqueció y continúa enriqueciéndose con ellas. Las ideas no son propiedad de nadie; unos aciertan a formularlas, desarrollarlas y aplicarlas muy bien, y por eso (y por todo lo dicho antes) merecen, como Freire, todos los homenajes. Pero después las ideas han de seguir circulando libres de copyright y de iglesias, ortodoxias y sectas que quisieran quedárselas en exclusiva. Además, seguro que algo de estas mismas ideas ya había circulado, también libremente, antes de que alguien acertara a conceptualizarlas y sistematizarlas. El párrafo que encabeza este epílogo quisiera ser una pequeña muestra de cómo las ideas, las buenas ideas (vii), vuelan libres para que cualquiera que piense bien pueda acogerse a ellas y utilizarlas. Quizá alguien haya pensado que el párrafo anterior, del que he omitido expresamente su autoría y referencia, procede de algún libro de Freire. Probablemente, el propio Freire, sin reticencias ni casi matices, subscribiría estas frases que el gran novelista italiano Cesare Pavese escribió en un artículo de 1950 (viii). Las ideas han de ser libres para que así puedan ser interpretadas, ampliadas, empleadas, reinventadas y compartidas.
Epílogo (II). Un ejemplo ejemplar de homenaje
Cuando estaba acabando de escribir este artículo y la dirección de la revista ya me apremiaba para para su publicación, cayó en mis manos un libro que, en buena parte y empezando por su subtítulo (Enseñar a transgredir. La educación como práctica de la libertad), es también un homenaje, incluso fervoroso, a Paulo Freire. Su autora es bell hooks, así en minúsculas por expresa voluntad suya. El deber de cumplir con la entrega puntual del artículo me ha permitido sólo ojear el índice y leer unas pocas páginas. Pero por lo que se intuye, el libro es un ejemplo magnífico de aquellas formas de homenajear a Freire que consisten más en prolongar su obra que en repetirla, más en dialogar con ella que en sacralizarla. Un homenaje en el que hooks expresa la admiración que siente por Freire y reconoce lo mucho que el pensamiento de éste ha influido en el suyo propio, pero que no omite para nada alguna crítica certera y atinada. Sobre todo, la que el feminismo, encarnado por ella misma, hizo a ciertos componentes sexistas que cabría descubrir sobre todo en las primeras obras de Freire. Una crítica que, según cuenta ella, tuvo ocasión de hacérsela en persona una vez que coincidieron. Fue en un taller impartido por Freire en la Universidad de Santa Cruz. Ella misma lo cuenta así: “… Yo quería interrogar a Paulo en persona sobre el sexismo en su obra. Así que, con educación, fui a por ello en el encuentro. Enseguida hubo individuos que criticaron que planteara estas preguntas y que les restaron importancia, pero Paulo intervino para decir que eran cruciales y las abordó. Le adoré en aquel momento por ejemplificar con sus acciones los principios de su obra. Muchas cosas habrían cambiado para mí si él hubiera intentado silenciar o minimizar una crítica feminista. Y no me bastó que admitiera su ‘sexismo’, quería saber por qué no se había asegurado de que este aspecto de su obra anterior cambiara, de darle una respuesta en sus propios textos. Y habló entonces de hacer más que un esfuerzo público por hablar y escribir de estas cuestiones: esto ha sido evidente en su obra posterior” (ix).
Epílogo (ahora ya el de verdad). Lo que el propio Freire pensaba de los homenajes que recibía
Comenzaba el artículo mencionando un homenaje académico tributado a Freire: su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Barcelona en 1988. Antes y después muchas otras universidades de todo el mundo (nada menos que 27) hicieron lo mismo; y algunas no llegaron a tiempo pues desgraciadamente la muerte inesperada de Freire se les adelanto. Es el caso de la Universidad de Málaga que iba a investir a Freire Doctor Honoris Causa sólo unos meses después de que ocurriera el desenlace fatal (x). Sí llegó a tiempo, aunque por poco, una universidad argentina (la Nacional de San Luís). En su discurso de agradecimiento Freire ya confesó ciertos achaques físicos: “Estoy en mis setenta y cinco años con alguna dificultad desde el punto de vista del cuerpo. Estoy atravesando una especie de desacople del cuerpo y la mente, como si mi mente tuviera veinticinco años y el cuerpo setenta y cinco, y sabiendo por anticipado que el cuerpo no podrá acompañar a la mente” (xi).
Pero a lo que Freire dedicó la mayor parte de su intervención fue precisamente a explicar, sin atisbo de engreimiento pero tampoco de hipocresía o de falsa modestia, lo que pensaba y lo que sentía ante los homenajes que se le tributaban. El discurso entero no tiene desperdicio; valgan como muestra estas líneas que cierran, ahora sí, el artículo:
“Esta fiesta, esta cantidad de gente, las palabras que escuché, todo esto no me da derecho a la arrogancia, pero sí, a sentirme contento, feliz. Incluso diría: ¡que vengan otros doctorados! Digo esto con sencillez y sin vergüenza porque me siento desafiado. Cuantos más homenajes como este reciba, más siento el deber de ser responsable. El doctorado Honoris Causa no se da a cualquiera. Se da por algo. Es necesario saber si se justifica desde el punto de vista del respeto a la verdad, a la historia, a la ciencia, desde el punto de vista ético. En un mundo al que le queda tan poca vergüenza, es preciso saber si la universidad que otorga un doctorado está o no cometiendo un error. Pues bien, yo estoy convencido de que la universidad no está cometiendo un error al homenajearme. Y digo esto porque le tengo horror a la falsa modestia. Para mí, la falsa modestia es peor que la inmodestia. Cuando de joven escuchaba un orador que comenzaba diciendo: ‘no debería ser yo quien estuviera aquí, sino alguien más competente que yo’, siempre me preguntaba ¿por qué no se va? Entiendo esta fiesta como un llamamiento a mi responsabilidad. De la misma manera en que la universidad reconoce hoy algo de lo que hice, de la misma manera puede retirar simbólicamente el doctorado el día de mañana si traiciono mi pasado y mi presente y me desdigo. Yo busco mi fuerza más en el reconocimiento que me da la universidad que en mí mismo. Busco en ustedes la fuerza que necesito para no traicionar los principios que llevaron a la universidad a homenajearme. Cuando digo: bienvenidos los doctorados, lo digo porque cuantos más doctorados tenga, tanto más humildemente responsable me sentiré. Por todo esto, les doy las gracias” (xii).
Notas
i) En un artículo reciente me he referido a aquella ocasión: “Paulo Freire, el primer Doctor Honoris Causa de pedagogia investit per la Universitat de Barcelona”, Temps d’educació, 57, 2019, pp. 259-264. https://raco.cat/index.php/TempsEducacio/article/view/376305/469559
ii) Hace unos meses Diario de la educación, ya se anticipaba a la celebración del centenario mediante un excelente artículo de Paco Imbernón: https://eldiariodelaeducacion.com/2021/02/18/centenario-del-nacimiento-de-paulo-freire/
iii) Quizá se produzcan también otras formas de homenaje. A día de hoy, no son pocos los lugares (escuelas, bibliotecas, centros culturales, instituciones de educación no formal …) bautizados con el nombre de Paulo Freire; y también calles: sin ir más lejos, en Barcelona y muy cerquita de la Facultad de educación de la Universidad de Barcelona hay una calle con su nombre; en Málaga también. Seguro que en el mundo y sobre todo en América Latina hay otros espacios e instituciones con su nombre. Es posible que alguien se haya dedicado ya a elaborar, rebuscando en los nomenclators, el inventario de lugares a los que Freire ha prestado su nombre.
iv) Barcelona, Octaedro Editorial, 2021, pp. 83, 10 y 23. Tampoco hay que ocultar el peligro cierto de repetir y repetir que no hay que repetir a Freire. En ello también incurrimos nosotros en una intervención a raíz del fallecimiento de Freire. Una posible disculpa es que en aquel entonces (1997) todavía no eran muchos quienes repetían que no había que repetir a Freire. Bajo el título de “Lo que no se debiera hacer con Freire”, organizamos aquel pequeño discurso sobre la indeseable “sacralización” de Freire y de su obra a partir de tres paráfrasis religiosas: “No usar el nombre de Freire en vano”, “No dar a Freire lo que no es de Freire” y “no ser más freirista que Freire”. El texto de esta intervención lo publicamos después en el libro La aborrecida escuela. Junto a una pedagogía de la felicidad y otras cosas. Barcelona, Ed. Laertes, 2002, pp. 174-180. Publicado también en Brasil: A pedagogía da felicidade. Superando a escola entediante. Sao Paulo, Artmed Editora, 2006.
v) En otro lugar propusimos interpretar el conjunto de la obra realizada por Freire a partir del nexo, pedagógicamente insoslayable, entre sus aportaciones teóricas y sus realizaciones prácticas. Eso fue en el discurso de presentación en el acto der investidura de Freire como Honoris Causa de la Universidad de Barcelona: “La relación teoría-práctica en la pedagogía de Paulo Freire”, texto publicado en catalán y en castellano en Temps d’Educació, nº 1, 243-254.
(https://raco.cat/index.php/TempsEducacio/article/view/139283/245964)
vi) Sao Paulo, Cortez/UNESCO/IPF, 1996.
vii) Desgraciadamente también las malas.
viii) “Cultura democrática e cultura americana”, Rinascita, 1950, artículo recopilado en PAVESE, C., La literatura norteamericana y otros ensayos. Barcelona, Penguin Random House, 2008, pp. 304-305.
ix) Enseñar a transgredir. La educación como práctica de la libertad. Madrid, Capitán Swing, 2021, pp. 77-78.
x) Por lo que se refiere al estado español, además del caso desgraciadamente truncado de la Universidad de Málaga, la Universidad Complutense de Madrid también confirió a Freire su doctorado Honoris Causa; fue en 1991. Es oportuno reseñar que incluso hubo otro intento español frustrado de conferir este grado honorífico a nuestro pedagogo. Aquello se frustró no por factores “naturales”, sino por motivos ideológicos. Coincidiendo con una de las visitas de Freire a España (1984) los organizadores de la misma plantearon la posibilidad de que la Universidad Pontificia de Salamanca le concediera el Doctorado Honoris Causa: la iniciativa no prosperó debido, parece ser, a que la jerarquía eclesiástica no lo vio con buenos ojos (García Madrid, ed., Freire en Salamanca. Madrid, PPC Ed., 2016, pp. 237-238). No es el único caso en el que intromisiones ideológicas reaccionarias impidieron algún homenaje a Freire; por ejemplo, la concesión del Premio Príncipe de Asturias. Fue también por aquellos mismos años que al movimiento de las Universidades Populares se le ocurrió proponer a Freire para aquel importante galardón. La iniciativa recibió el apoyo entusiasta de muchas organizaciones populares y de entidades educativas y culturales prestigiosas como la propia UNESCO. Sin embargo, a pesar de todo ello, a Freire no se le concedió el premio, pues la propuesta contó con la oposición del entonces presidente del jurado, Manuel Fraga Iribarne (el famoso ministro franquista, fundador de Alianza popular, después Partido Popular). El motivo de su beligerante oposición fue, según se cuenta, que a los ojos del exministro de Franco Freire era un comunista. (De la Riva, “Seis pasajes con Paulo Freire al fondo”, Documentación Social, nº 110, enero-marzo, 1998, p. 150). En un artículo reciente hemos podido documentar ocho visitas de Freire a España (y no sólo cuatro, como en otras publicaciones se le atribuyen): Ayuste, A.; Trilla, J., “Paulo Freire y España: influencia, encuentros, homenajes y mitos”, Eccos. Revista científica, n. 52, 2020, pp. 1-14. (https://periodicos.uninove.br/eccos/article/view/17095/8290).
xi) Paulo Freire, “Feliz y desafiado”, en El grito manso. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003, pp. 16-17.
xii) Ibídem, pp. 15-16.