Nadie se libra. Familias sin recursos o en el cuartil de mayor renta. Centros públicos, concertados o privados. La mitad del alumnado acude a clases particulares, principalmente a consolidar aprendizajes de las áreas instrumentales y a aprender idiomas. A pesar de que en todos los centros, da igual su titularidad, y en todas las capas sociales, da igual sus ingresos, niñas, niños y jóvenes acuden en masa a estas clases, hay enormes diferencias en las motivaciones y finalidades para hacerlo.
Cuando se está en la parte alta de las clases sociales, cuando los ingresos son más elevados y se tiene a los hijos matriculados en centros concertados y, sobre todo, privados, las clases particulares no son, en su mayoría, para consolidar las áreas instrumentales, sino para perfeccionar el uso de los idiomas extranjeros. Esta es una de las conclusiones del informe Educación en la Sombra en España: Una radiografía del mercado de clases particulares (EsadeEcPol) realizado por Juan Manuel Moreno, catedrático de Didáctica y Organización Escolar (UNED) y Senior Policy Fellow de Educación en EsadeEcPol, y Ángel Martínez, economista Investigador en EsadeEcPol.
Los investigadores han separado en dos tipos las clases particulares, lo que en el vocabulario investigador se denomina «educación en la sombra» (shadow education). En un informe anterior en el que se utilizaron los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares realizada anualmente por el INE, Moreno desveló que el 24% del estudiantado pasaba por clases particulares. Este nuevo informe, que utiliza estos mismos datos, además de los de la Encuesta de Gastos de los Hogares en Educación que desvela una realidad mucho mayor al preguntar explícitamente a las familias por el gasto en particulares (y tener en cuenta cuestiones como las clases relacionadas con las artes). El 47% del alumnado español hace uso de estas clases y generan así 1.700 millones de euros.
Aunque, cuanto más cerca se miran los datos más diferencias aparecen entre ellos, la constante es el uso de las clases particulares ya desde la educación primaria, desde el segundo ciclo. Con las cifras que manejan los dos investigadores, el 30 % del alumnado de educación infantil pasa tiempo en clases particulares; el 45 % de primaria, también, y más del 60 % en el caso de la secundaria obligatoria y la formación profesional. Según las cifras, no hay muchas diferencias entre redes durante infantil y primaria, pero en secundaria obligatoria y postobligatoria las cosas cambian.
Mientras en la educación pública, el 51 y el 56 % de estudiantes de ESO y bachillerato, respectivamente, acuden a particulares, en la concertada sube hasta el 63 y el 74 % respectivamente. Según explica Ángel Martínez, si se acerca uno a los datos por curso, se nota que en 4º de ESO y 2º de Bachillerato el porcentaje es mayor todavía. Los años de cierre de etapa hacen «apretar» a las familias para lograr los objetivos que se marcan, ya sean continuar tras la secundaria obligatoria u obtener los mayores resultados posibles de cara al acceso a la universidad.
Por ingresos de las familias se ven otras diferencias. Mientras que las familias del quintil inferior de renta gastan acuden más a las particulares en la red concertada que en la pública, en el quintil superior de renta ocurre justo al contrario.
De media, la mayor parte de los gastos que realizan las familias en particulares en todas las etapas se encuentra en el aprendizaje de idiomas, seguido por las áreas curriculares y las enseñanzas artísticas. Existe una última opción en la que los investigadores engloban otras clases porque no hay datos para conocer qué se imparte en ellas. Puede ser programación o robótica, por ejemplo.
Otras diferencias en las particulares se perciben en los porcentajes de alumnos que acuden en función de la comunidad autónoma. Aunque no están todas en el informe, están los datos de ocho de ellas, más un noveno dato que engloba a todas las demás.
En cualquier caso, a pesar de que según los datos, es Madrid la comunidad que más dinero gasta en particulares, se trata de la segunda que menos estudiantes tiene en estas enseñanzas. A la cabeza se encuentra País Vasco y a la cola, Castilla-La Mancha.
En qué, para qué
Se encuentra aquí, seguramente, el punto más importante del informe. En qué se gastan las familias españolas el dinero cuando mandan a niñas y niños a clases particulares. Este gasto define comportamientos muy distintos cuando se atiende, por un lado, a la red de escolarización y, además, a la renta de las familias.
Los investigadores distinguen entre las clases que suponen un refuerzo de los conocimientos de las áreas centrales del currículo escolar (reforzar y recuperar), y las clases que se dirigen al perfeccionamiento de algunas cuestiones (ampliar y perfeccionar). En estas últimas es donde meten los idiomas y las clases de artes y en las otras, las de materias curriculares.
En el gráfico puede verse cómo el gasto en las clases dedicadas a las materias curriculares centrales (léase matemáticas o lengua) va disminuyendo en función de la renta de las familias. Las que tienen menor capacidad económica son las que tienen que hacer un mayor esfuerzo a la hora de que sus hijas e hijos no repitan y continúen escalando por el sistema educativo. Prueba de ello, como comentan los investigadores ese ese esfuerzo mayor en la secundaria y, sobre todo, en el año que cierra la ESO y el bachillerato.
Mientras tanto, las familias de mayor poder adquisitivo lo dedican a que sus hijos e hijas, como comenta Enric Aragonès, de la catalana Alianza Educació 360, «van a inglés y a piano»; «esto es grave», comenta, porque está manteniendo, fuera de las aulas, la segregación que se da en ellas. Este alumnado no se encuentra tampoco en las clases particulares. Por otra parte, intuye que las diferencias en el qué también se deben al hecho de que se pueden estar produciento prescripciones diferentes según qué tipo de alumno tratemos.
Para Juan Manuel Moreno, uno de los investigadores responsable del informe, las familias están mandando un mensaje a las administraciones cuando realizan este tipo de gasto en clases particulares y es el mensaje de que buscan «más oportunidades para ayudar a sus hijos» y dado que el sistema parece que no se las esté ofreciendo, o no de la manera en la que ellas esperan, las buscan fuera.
Moreno cita a Jospeh Stiglitz, premio Nobel de Economía quien dice que «lo mejor que puede usted hacer es elegir bien a sus padres». En definitiva, este es el mayor escollo de la cuestión y la desigualdad fundamental. Ante esta situación, las administraciones públicas pueden, a ojos de Moreno, hacer relativamente poco, pero algo importante sería garantizar que las clases particulares de refuerzo de las materias curriculares centrales se oferten en los centros y de manera gratuita. «Eliminar ese euro de cada dos, explica, que las familias gastan en estas clases».
Daniel Turienzo hace una interpretación similar y asegura que hay que ver estas clases de refuerzo casi como un fracaso del sistema educativo que no es capaz de eliminar las diferencias entre chicas y chicos en función de sus ingresos.
Desde su punto de vista muchos centros tendrían la capacidad de llevar a cabo iniciativas que paliasen esta situación, desde un modelo de jornada completa hasta toda una serie de alianzas que estos centros educativos pudieran hacer con entidades o oenegés de su territorio para poner al alcance de las familias, al menos, las clases básicas.
En estos gráficos puede verse el gasto medio que realizan las familias por alumno y etapa, en función del tipo de clase y de la red educativa en la que están sus hijas e hijos. Se ve que las diferencias, en realidad, son muy pequeñas en todas las variables a excepción, tal vez, de las clases de idiomas en ESO y bachillerato en la concertada que son sustancialmente mayores que en el caso del alumnado de la pública.
El informe señala cómo los porcentajes de alumnado en clases particulares nos acercan, poco a poco, a las cifras de otros países europeos e, incluso, asiáticos, aunque Juan Manuel Moreno matiza que cuando se mira el gasto medio por alumno esa cifra no es tan importante como en aquellos estados si se pone en relación a la renta per capita. También señala el investigador que hay momentos clave, como a final de la ESO o en 2º de bachillerato, en los que las familias hacen un especial esfuerzo económico y que esto influye en las cifras generales.
Aunque, como señala Moreno, hay muchas cosas que se quedan fuera del informe porque hay más datos disponibles (las dos encuestas de las que salen las cifras son del INE, es decir, de público acceso), lo que han querido con este documento era «poner la pelota en juego» para que se siga hablando de la educación en la sombra, sus motivos y cómo se desarrolla.
Sin embargo, una de las cuestiones fundamentales, que quedan a la interpretación de quienes acceden a los datos, tiene que ver con para qué estas clases. «Esa pregunta no la hace el INE a las familias», explica Moreno, que sí pregunta cuánto y en qué gastan las familias. Sería interesante, para futuras encuestas, conocer la motivación que justifique que un tercio de las niñas y niños de educación infantil acudan a clases particulares, por ejemplo.