Para no marear la perdiz mucho tiempo diremos que Pere Puig Adam fue un matemático e ingeniero español que nació el 12 de mayo de 1900 y entre sus diferentes méritos se encuentra el de haber intentado modernizar la enseñanza de las matemáticas en nuestro país.
Ahí podríamos dejar de escribir, resuelto como está el «misterio». Pero mejor será ofrecer un poco más de información para quien tenga curiosidad.
Pere Puig Adam, efectivamente, fue uno de los precursores de la didáctica de las matemáticas, obsesionado, si se quiere, en su modernización en un intento porque esta materia se acercase más a las vivencias del alumnado, a la realidad de sus vidas. Parece que después de casi un siglo y un cuarto desde su nacimiento, la discusión en torno a la enseñanza de las matemáticas sea tan parecida.
Al menos, así se desprende de la conversación con Julio Rodríguez, presidente de la Federación Española de Sociedades de Profesores de Matemáticas, que recuerda que Puig Adam «luchó por la modernización de la enseñanza de las matemáticas» y asegura que la sociedad y buena parte del alumnado las teme porque «durante mucho tiempo han estado centradas en la enseñanza de procedimientos, de algoritmos, muy abstractas y sin apenas conexión con otras áreas».
En cualquier caso, Puig Adam se licenció en la Universidad de Barcelona y se doctoró en la Central de Madrid. Fue catedrático en el histórico Instituto San Isidro de Madrid y, desde 1934 trabajó en la Escuela de Ingenieros Insdustriales de Madrid hasta su muerte en 1960. Unos años antes, en 1952, ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Pero, más allá de estos logros, una buena parte de su tiempo y su energía los dedicó a la transformación (o el intento) de la enseñanza de las matemáticas. Un intento que pretendía acercarlas al alumnado, a la realidad cotidiana.
Se inicia la clase. Primera sorpresa: Don Pedro no explica, no escribe ninguna fórmula en la pizarra. Habla con nosotros como un amigo mayor. Pregunta a varios qué es la Matemática. Pide a algunos que recojan y resuman las contestaciones. Los demás las revisan y discuten. Poco a poco, la clase se anima; todos intervenimos. Nos olvidamos de que estamos en clase, nos ponemos gozosamente a pensar. De pronto, Don Pedro lanza una pregunta sorprendente: ¿Creéis que hay dos españoles con el mismo número de pelos en la cabeza? Todos queremos hablar. Nos parece que no; algunos creen que podría darse el caso, pero que sería mucha casualidad. Entonces, Don Pedro nos va ayudando a reinventar la matemática, a percatarnos de lo que es y para qué sirve.
Este es un fragmento del discurso que Mariano Yela, catedrático de Psicología y miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas pronunció hace años en la Academia de las Ciencias. Lo recogió Joaquín Hernández Gómez, catedrático de instituto, en ese mismo lugar en su intervención sobre la labor pedagógica de Puig Adam.
Ese resumen de una primera clase en el año 1940 en lo que es hoy el IES San Isidro podría ser un buen resumen de la manera que este matemático entendía su materia de estudio. En ese mismo texto Hernández Gómez, el catedrático de instituto asegura que «donde de verdad se ve que era un hombre de otra época es en su concepción de la enseñanza. Toda su teoría didáctica chocaba con la pomposidad y el conservadurismo de la práctica docente de sus compañeros».
Y recuerda unas palabras de Puig Adam publicadas en la revista Atenas. Revista de información y orientación
pedagógica: Tengamos también siempre presente que el niño no es un saco vacío que hay que llenar de ciencia, sino un potencial deseoso de convertirse en acción. Hagamos que sienta la alegría de descubrir, de crear, de inventar; que una verdad hallada por su propio esfuerzo, tendrá más valor para su cultura y para su moral que cien verdades recopiladas”.
Este pensamiento lo desarrolló Pere Puig Adam, junto a Julio Rey Pastor, matemático y fundador de la Sociedad Matemática Española, en varios libros sobre la didáctica de las matemáticas que escribieron y publicaron en el primer tercio del siglo XX. Libros que él veía «como el más
señalado servicio que haya podido rendir a mi Patria».
Pere Puig Adam era de la idea de que «el acto de aprender es mucho más complicado de lo que supone la recepción pasiva de conocimientos transmitidos; que no hay aprendizaje donde no hay acción, y, que, en definitiva, enseñar bien ya no es transmitir bien, sino saber guiar al alumno en su acción de aprendizaje (…). El centro de la enseñanza ya no es el maestro, sino el alumno. Rotunda verdad que, de puro sencilla, muchos maestros no han asimilado todavía».
Decálogo de la didáctica matemática media
Se me piden normas didácticas. Preferiría despertar una conciencia didáctica (escribía Puig Adam); sugerir formas de sentir antes que modos de hacer. Sin embargo, por si valieran, ahí van las sugerencias que estimo más fundamentales:
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- No adoptar una didáctica rígida sino amoldarla en cada caso al alumno.
- No olvidar el origen concreto de la Matemática ni los procesos históricos de su evolución.
- Presentar la Matemática como una unidad en relación con la vida natural y social.
- Graduar cuidadosamente los planos de abstracción.
- Enseñar guiando la actividad creadora y descubridora del alumno.
- Estimular dicha actividad despertando interés directo y funcional hacia el objetivo del conocimiento.
- Promover en todo lo posible la autocorrección.
- Conseguir cierta maestría en las soluciones antes de automatizarlas.
- Cuidar que la expresión del alumnado sea traducción fiel de su pensamiento.
- Procurar a todo alumnado éxitos que eviten su desaliento.
La Matemática y su enseñanza actual, 1960
Para saber más
Sociedad «Puig Adam» de profesores de matemáticas