La participación infantil es un derecho que se recoge en la Convención de los Derechos del Niño, en su artículo 12. Aunque no aparezca la palabra participación, sí que está contemplada cuando se alude a que niños y niñas tienen que ser escuchados y tenidos en cuenta en las cuestiones que les afectan, explica Gema Luengo, experta en participación de la ONG Educo.
Es uno de los puntos que la ONG trabaja con ahínco desde su Consejo de la Escucha, que se desarrolla en organismos más pequeños, los Clubes de la Escucha, en decenas de centros educativos por todo el país. La semana pasada decidieron presentar, de la mano de niñas y niños, la Guía de recomendaciones para la escucha activa a niños, niñas y adolescentes desde las administraciones públicas.
Se trata de un documento con recomendaciones extraídas de un trabajo previo. Con ellas, Educo quiere hacer llegar a los tomadores de decisiones vías con las que hacer que las voces de niñas, niños y adolescentes sean escuchadas y, sobre todo tenidas en cuenta.
Chicas y chicos quieren ser escuchados. Y lo quieren ser, como cuentan Iván, Isabel, Daniela y Pablo, en cuestiones que les afectan. Cosas que pueden ir desde las relacionadas con la convivencia en sus centros educativos hasta la configuración de un parque o la oferta de ocio en sus municipios. «Hay muchas veces que (los adultos) desprecian nuestras idea solamente por ser más pequeños, piensan que si tenemos algún problema, por ejemplo, que no es grande», explica Iván, un joven de Palencia.
Pablo explica que hay temas relacionados con la educación y la escuela en la que deberían poder participar y ser escuchados. «Hay veces que hay problemas de convivencia, y los profesores se reúnen para decir como hacer para que funcionara, para que este grupo conviviera. Ahí los niños podemos dar un paso más, porque somos los que lo vivimos y quienes podemos encontrar más fácil la solución», comenta.
Isabel, de Palencia como Iván, añade que entre esos adultos destacan especialmente «toman decisiones desde un alto estatus social. Nos tienen en una esfera más alejada y es más difícil conectarse con nuestras opiniones. Saber lo que queremos. Porque ellos trabajan aquí arriba (levanta la mano) y nosotros estamos abajo».
Por eso exigen herramientas para que sus opiniones e idea sean tenidas en cuenta. Pablo, de Barcelona, cree que se pueden organizar asambleas con políticos en las que estos «explicaran la visión del mundo que tienen» y en las que NNA den sus opiniones y sean escuchados.
Chicas y chicos tienen claro que tienen la necesidad y la obligación de estar informados de las cosas que pasan en su pueblo, en su país y en el mundo como forma previa para poder tener una opinión sobre la que luego plantear soluciones.
Por eso piden a la clase política que utilice lenguaje claro y sencillo para transmitir sus ideas, que utilicen también a personas que admiren o escuchen ellas y ellos para que los mensajes lleguen a la población más joven. «nos gustaría enterarnos de lo que pasa para, al menos, poder dar opiniones», comenta Isabel. «Poder rebatir, aunque no llegue a las altas esferas. Al menos, debatir y ver si es bueno o no o porqué», continúa.
«Creo que lo más correcto sería a través de un lenguaje que no fuera muy formal, sin muchos tecnicismos. O contando con la idea de influencers o famosos, más o menos nuestros ídolos, para que nos transmitan más». Es la opinión de Iván que, además, queda recogida en la guía insistentemente. «Necesitamos un lenguaje más para nosotros», concuerda Isabel.
La rendición de cuentas es uno de los escollos más importantes a la hora de que los jóvenes participen en la vida pública, también en los centros educativos. La rendición de cuentas y que las ideas que proponen sean tenidas en cuenta y se haga algo al respecto.
Isabel comenta que en su centro se propuso que el uniforme de las alumnas no consistiera obligatoriamente en llevar falda. «La directora no aceptó», comenta. Eso sí, hubo un cambio en la gestión del centro y la empresa que tomó el control sí contemplaba que las chicas pudieran llevar pantalón.
Gema Luengo es experta en participación de NNA en Educo. Para ella, la participación de este colectivo social es una obligación que, de manera implícita, se recoge en la Convención de Derechos del Niño. Pero tiene claro que no se les escucha lo suficiente («sobre todo con los adolescentes») y, sobre todo, sus ideas y opiniones no tienen el impacto que deberían.
«La rendición de cuentas es el gran reto cuando se dialoga con las instituciones. Se abren espacios de escucha pero el reto es la escucha activa en la que haya algún tipo de devolución», asegura Luengo. Para esta experta, en los centros educativos, la participación se encuentra con el reto añadido de que las y los docentes están saturados de carga de trabajo y, por ello, «cuesta encontrar centros que estén comprometidos».
Pero no solo. También hay un cierto grado de desconfianza, «no creen en la capacidad de los chavales para opinar y después implicarse» cuando, asegura, la participación y la capacidad de incidencia en su realidad activa la implicación en la puesta en marcha de las medidas adoptadas. «Las responsabilidades vienen después de los procesos de escucha y no al revés».
En este sentido, Ana Bernal, docente del Colegio Santo Domingo, en Palencia, explica que en su centro tienen un caso paradigmático. Un alumno que no pudo estar en la presentación de la guía pero que durante el tiempo que el colegio ha participado en su creación, así como en el programa del Club de la Escucha de Educo, ha vivido un cambio, una transformación. «Nunca ha estado tan motivado, tan implicado. Hemos visto un importante cambio de actitud. Puedo decir que hemos visto la repercusión directa en uno de los nuestros. Me quedo con esto», asegura.
Otra de las claves sobre la rendición de cuentas y la capacidad de influencia real de las niñas, niños y adolescentes la tenga Ana Bernal. Para ella, «es interesante contar con la voz de los NNA; aportan ideas que los adultos no vemos, puntos de vista diferentes a los nuestros», pero es más complicado que tengan «voto» en cuestiones relacionadas con el funcionamiento de los centros (y, por inferencia, en otros asuntos). Y lo es porque suele tratarse de cuestiones «organizadas desde arriba», asegura, de manera que es «difícil» que tengan capacidad de incidencia.
En cualquier caso, chicas y chicos reclaman ser escuchados, ya sea con asambleas en las que escuchar a políticos y personas que toman decisiones sobre cuestiones que impactan en sus vidas. Ya sea mediante votaciones con las que esquivar el miedo a hablar en público o participar directamente. Quieren dar ideas, saben que pueden aportar y no van a dejar de intentarlo.