El bochornoso espectáculo que nos ha ofrecido Luis Rubiales y su círculo de amistades, empezando por el entrenador Jorge Vilda y continuando por la inmensa mayoría de la RFEF, nos debería avergonzar a todas las personas de este país y, por qué no, al resto del mundo. De hecho, así es para una inmensa mayoría. No se trata solo de un pulso de alguien que intenta mantener sus desproporcionados privilegios a quienes osen ponerlos en cuestión, es la defensa de un modelo de vida que se basa en abusar de todas aquellas personas que estén a su alrededor y se encuentren en un plano de desigualdad por tener una situación de menor poder.
Hace más o menos una década, siendo Cristina Cifuentes delegada del Gobierno en Madrid, en una de las reuniones que se convocaban del Consejo Local de Seguridad de la Ciudad de Madrid, expuse, ante las personas que asistieron a una reunión de aquel Consejo, que las asociaciones de madres y padres del alumnado estábamos constatando un muy preocupante repunte de las actuaciones machistas en los centros educativos, de forma especial en la etapa de Secundaria. No sorprenderá que diga que la mayoría de quienes lo escucharon pusieron cara de no saber nada de ese retroceso en la educación en valores de nuestros jóvenes. Que ahora una parte de esta juventud esté votando opciones de ultraderecha, defendiendo o cuando menos respaldando discursos machistas y violentos hacia los demás, no es algo que haya ocurrido por generación espontánea.
El discurso de la minusvaloración de la mujer, del odio, de la violencia, del desprecio al diferente, de la culpabilización a otros de nuestros males, ha calado y quienes se creen en una posición de impunidad se han envalentonado y están actuando como si tuvieran patente de corso parra todo. Eso es lo que está pasando con personajillos como Luis Rubiales y toda su corte de aduladores interesados por los privilegios que gozan quienes en esos círculos se encuentran. Cómo no se va a creer intocable si, por ejemplo, gana diez veces más que el presidente del Gobierno, que se sepa. Y no me digan que es porque lo vale; ha quedado demostrado otra vez que no es así.
Sus actuaciones atentan contra la educación en valores que se imparte en los centros educativos y en nuestras casas
Familias y docentes nos esforzamos en educar a las nuevas generaciones lo mejor que sabemos y podemos en el bien común, en la lucha contra las discriminaciones y las desigualdades. Sí, no soy ingenuo. Ya sé que no todas las personas hacen eso porque si fuera así habríamos avanzado mucho más y mejor en el respeto a los demás y en la justicia social. Sé que hay demasiadas personas que quieren mantener la sociedad deficiente que hemos heredado, con muchas reminiscencias del pasado y valores que atentan contra los derechos humanos, o que siguen fomentando el maltrato al resto de especies que pueblan nuestro mundo, por ejemplo, defendiendo que se mantengan costumbres que deben venir casi de la edad de las cavernas.
Pero, no nos engañemos, a esas personas lo sucedido no les perjudica porque no rompe sus esquemas en modo alguno. Forman parte de esa forma de vida que debería ser ya del pasado pero que sigue estando muy presente. Yo no hablo de esas personas; me preocupan sus hijas e hijos, que aún podemos ayudar a emancipar de tanto atraso cultural y social, y el resto de familias, como la mía, que hemos educado a nuestras hijas e hijos en el respeto a los demás. Respeto, que palabra tan transgresora parece ahora, verdad. Y pasa con ella lo mismo que con otras, como libertad, que quienes más las sacan a pasear en público son quienes más manipulan su significado y quienes más las destrozan con sus acciones.
Lo protagonizado especialmente durante el mundial, pero también antes por Rubiales, y por Vilda -no olviden su papel y sus actos tampoco-, destroza los esfuerzos por educar en valores, porque las imágenes valen más que mil palabras.
Nuestros menores escuchan que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, y que merecen el mismo respeto. Aquello de “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Y luego llegan personas como éstas, que forman parte de un espectáculo que atrae masas y genera referentes, y con sus actos dan a entender que todo vale si eres un hombre que tenga poder sobre las mujeres, aunque no sea mucho. Con ellos pueden desmontar en un momento enseñanzas de centros y familias. Cierto es que si las cabezas de los menores y jóvenes están siendo bien “amuebladas”, no desmontarán nada y sí les retratarán muy bien.
La diferencia entre las personas no está en cometer fallos sino en cómo los gestionan
Sería cínico afirmar que una persona no se puede permitir fallo alguno en su vida, sea en su faceta privada o pública, porque ello es imposible. Cualquier obra humana está sujeta a fallos, porque nada en la naturaleza es infalible, si exceptuamos la certeza de que muere todo lo que nace. La diferencia sustancial entre las personas radica en su gestión posterior de los errores. Y si el espectáculo había sido bochornoso e inaceptable durante el mundial y los momentos posteriores, la rueda de prensa en la que Rubiales se adjudica el papel de víctima en lugar de agresor, es la demostración de la mayor bajeza moral del personaje en cuestión, y de la peor gestión que se puede hacer de la situación.
Pero, además, es que no se trata de un error aislado, ni es una simple metedura de pata. El beso que el agresor impuso a la campeona del mundo Jenni Hermoso, no es un error, en mi opinión es un delito. Su gesto en el palco tampoco es un error, es un despropósito absoluto de una persona que está representando a todo un país. Llevar a una jugadora a cuestas en el campo, es otra actuación muy desafortunada. De sus actos antes de este mundial, no diré, pero los posteriores, como la presión que dicen ejerció en el avión de vuelta, tampoco es un error porque de nuevo pienso que es un delito. Como también parece serlo mucho de lo dicho en la rueda de prensa. Es más, ha planteado como normal la pregunta que dice haber hecho -mentira- a la jugadora sobre darse un “piquito”, sin entender que nunca se debe formular en una situación así -y sujetando con ambas manos su cabeza-, porque incluso si hubiera existido no le libraría de ser retratado como un agresor. El error, y enorme, sí fue que la RFEF eligiera a Rubiales como su presidente; no merece estar en ese cargo.
Si hubiera dimitido, al menos se habría trasladado una enseñanza importante: que los actos tienen consecuencias y que, cuando estos son graves, su gestión pasa por asumir responsabilidades y dejar paso a quien pueda hacerlo mejor. Pero no, ha demostrado que necesitamos educar más y mejor en valores, en respeto, en resolución de conflictos, en responsabilidad personal, en empatía, y en muchas otras cuestiones que deben enseñarse tanto en casa como en tiempos escolares dedicados expresamente a la educación cívica y en todos los demás de forma transversal.
Así que, quienes lancen discursos contra esas enseñanzas, ya saben, no lucharán contra los actos de este tipo de personas. Al contrario, les respaldarán y aplaudirán en asambleas de amiguetes con intereses comunes -como la nefasta reunión de la RFEF-, desde los medios de comunicación que habitualmente declinan hacer periodismo para emplear su tiempo en crear opiniones partidistas, o desde partidos políticos que sacan mucho rédito de esos valores trasnochados y caducos que aún quedan en la mente de personas a las que, como muchas veces se dice, les falta evolucionar y abandonar la época de las cuevas de Atapuerca.
No contento con todo el despropósito, quiso enseñar sus deficiencias educativas
Rubiales, en la rueda de prensa, demostró que no aprendió bien en casa, ni en la escuela. Empezando por sus mentiras sobre lo sucedido, que dejaron claro que le faltan muchas horas de enseñanza de ética. No repetiré los argumentos por los que debería haber tenido muchas más clases de valores cívicos. Desde luego, el derecho ni lo ha olido, porque no habría realizado ni afirmado cosas que seguramente le van a traer disgustos legales, merecidos sin duda. Y de protocolo, igual pregunta que es eso si se lo mencionan.
Ahora bien, si algo ha quedado meridianamente claro es que sabe lo que es el machismo porque lo practica de maravilla; pero, de lo que es el feminismo ni la más remota idea. Para defenderse de las justas acusaciones de machismo, ha atacado al feminismo, como si una cosa y otra fueran opuestas. Y esto deberían explicárselo, sobre todo porque tiene hijas a las que dar ejemplo, aunque mejor que lo busquen en otra parte.
El machismo es un forma de comportarse ante la mujer, partiendo de la falsa premisa de ser superior a ellas, y con la idea inaceptable de que se las puede denigrar si le viene en gana a alguien y como considere oportuno. El machismo es: violencia; falta de respeto; desprecio; desigualdad; abuso; y es delito. Sin embargo, el feminismo es un movimiento que defiende y busca la igualdad entre hombres y mujeres; es una forma de ver la vida y de vivir. Contraponer ambas cosas es no entender nada. Y nunca es tarde para escuchar y aprender.
Quienes sí le han dado una impresionante lección de feminismo y defensa del bien común han sido las campeonas del mundo. Sus actos sí trasladan a las nuevas generaciones, especialmente a la parte femenina: que si se cree en algo y no nos rendimos antes las adversidades, se puede conseguir; que si se ataca a una mujer, se ataca a todas -y a todos los que apoyamos a todas-; que si alguien comete actos inaceptables, deben denunciarse y combatirse; que la unidad hace la fuerza; que la mujer merece el mismo respeto que el hombre, y si no lo recibe debe exigirse; que el problema no está solo en los actos de los agresores, sino también en el silencio o el apoyo que reciba del resto; que la educación es la herramienta para evolucionar; que el feminismo es absolutamente imprescindible; que el machismo de los Rubiales y sus troupes debe desaparecer y que, por supuesto, no puede ganar de nuevo; y que #SeAcabó.
4 comentarios
chaaaaapoo!!!
y nada más que decir
excelente comentario!
la actuación del señor Rubiales responde a una actuación machista de libro y debe ser sancionada.
Totalmente de acuerdo. Un artículo genial. Siento vergüenza de que ese «señor» siga en su puesto y que sus malos actos no tengan consecuencia ninguna.
Genial. y totalmente de acuerdo.
El comportamiento de ese señor y su prepotencia nos ha hecho retroceder década